Marruecos

Marruecos se levanta mientras España calla: dos países, una misma crisis disfrazada de éxito

El contraste entre las protestas marroquíes y la pasividad española refleja un mismo mal: desigualdad, manipulación de datos y gobiernos alejados de la realidad

Mohamed VI
photo_camera Mohamed VI

En Marruecos, el régimen de Mohamed VI presume de un crecimiento económico “histórico”, pero las calles cuentan otra historia. Con un paro real cercano al 21 %, una brecha social cada vez más profunda y movilizaciones masivas en las principales ciudades, el país norteafricano vive un momento de tensión. La población denuncia que la riqueza se concentra en las élites y que la prosperidad oficial no se traduce en bienestar ciudadano.

Mientras tanto, España observa en silencio, atrapada en una paradoja similar. El Gobierno de Pedro Sánchez también exhibe un relato triunfalista sobre el crecimiento y el empleo, aunque los datos esconden una realidad más precaria. Según el economista José Ramón Riera, “las clases medias y bajas están siendo empobrecidas a golpe de impuestos, mientras se maquilla la economía para que parezca que todo va bien”.

Riera advierte que, al igual que en Marruecos, en España las cifras oficiales del paro no reflejan la situación real. Aunque el Ejecutivo asegura que el desempleo ronda el 10 %, el paro efectivo —sumando los beneficiarios de subsidios y los que no trabajan pero no figuran en las listas— sería superior al 15 %. Una diferencia que, según el economista, “demuestra que las estadísticas se han convertido en un instrumento político más que en un reflejo de la realidad económica”.

En Marruecos, las calles se han convertido en el termómetro del descontento. Manifestaciones en Casablanca, Rabat o Tánger exigen reformas, más empleo y el fin de los privilegios del poder. La población denuncia que el régimen alauí concentra los recursos, controla la información y mantiene una apariencia de estabilidad basada en el miedo y el silencio.

En España, en cambio, predomina la apatía. “Ellos, al menos, salen a la calle. Nosotros seguimos anestesiados”, afirma Riera, quien compara la reacción marroquí con la inmovilidad social española, marcada por el desencanto y la resignación. Para el economista, el peligro es claro: “cuando la economía se convierte en un relato y no en hechos, la consecuencia es la desigualdad y la desconfianza”.

Tanto Marruecos como España comparten un patrón: un discurso oficial de éxito que choca con la experiencia cotidiana de millones de ciudadanos. En ambos casos, los gobiernos aseguran que el PIB crece —un 3,8 % en Marruecos y un 2,8 % en España—, pero los salarios reales pierden poder adquisitivo, la presión fiscal aumenta y las oportunidades se concentran en unos pocos.

El paralelismo es inquietante. Marruecos vive un despertar social, mientras que España parece sumida en una calma artificial, sostenida por propaganda y subsidios. Riera lo resume así: “Nos parecemos a los marroquíes como si fuésemos un calco, con una diferencia: ellos ya han decidido luchar, nosotros seguimos dormidos”.

El escenario deja una advertencia compartida a ambos lados del Estrecho: la desigualdad y la desconfianza en las instituciones crecen cuando los gobiernos prefieren construir relatos antes que soluciones.