La retrospectiva Soledad Sevilla. Ritmos, tramas, variables reúne más de un centenar de obras que recorren toda su trayectoria.
Abierta al público desde el 25 de septiembre hasta el 10 de marzo de 2024, muestra el trabajo desde sus comienzos, a finales de los años 60, ligados al Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) hasta los trabajos más recientes, algunos de ellos realizados para dicha muestra, relacionados con sus orígenes y su admiración por Eusebio Sempere, su referente.
Presentación de la exposición
Soledad Sevilla (Valencia, 1944) ha cultivado un estilo único a lo largo de sus 60 años de carrera, caracterizado por la pureza de la línea y el color, así como por la creación de formas a partir de módulos geométricos. Elementos como la trama, la línea, los ritmos y las variaciones son constantes en todas sus etapas, componiendo lo que ella describe como un cuadro continuo: «Es una teoría que compartimos muchos artistas, que estamos siempre pintando el mismo cuadro. Aunque parezca que atravesamos diferentes etapas, en realidad es una unidad que se repite». Desde los años 70, la artista ha adoptado el gran formato y ha explorado la expresión emocional mediante el contraste de luz y oscuridad, lo que define gran parte de su obra. En 2020, recibió el Premio Velázquez en reconocimiento a su trayectoria.
La exposición retrospectiva, comisariada por Isabel Tejeda, catedrática de Bellas Artes e historiadora del arte, presenta sus trabajos más recientes junto con 11 obras pertenecientes al Museo Reina Sofía. Además, la muestra incluye piezas procedentes de colecciones privadas y de instituciones públicas como el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y Patrimonio Nacional.
Recorrido cronológico y circular
A través de diez salas del edificio Nouvel se despliega la muestra, por las que se realiza un recorrido cronológico, que comienza con sus primeras obras geométricas, de finales de los años 60 y finalizando con sus últimas creaciones de 2023 y 2024, en las que vuelve a retornar a sus orígenes.
La comisaria de la exposición, Isabel Tejeda, plantea la muestra como un relato circular: «He tratado de construir una narrativa que conecte todas las piezas, enlazando las más recientes con las primeras. La obra de Soledad Sevilla, con su uso del módulo, la línea y la geometría, no la considero fría, sino profundamente emocional. Es una artista que busca establecer un vínculo emocional con su obra, al igual que lo hicieron Sempere, Yturralde, Agnes Martin o Rothko».
Soledad Sevilla estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi (Barcelona) entre 1960 y 1965, y luego participó en los seminarios del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid, donde se exploraban las conexiones entre arte y ciencia, impulsando la experimentación computacional en el arte. Sin embargo, ella pronto dejó de utilizar el ordenador como herramienta artística.
La primera y segunda sala de la exposición se centran en la evolución de su abstracción geométrica. En la primera, se presentan sus primeras obras geométricas, en las que utiliza metacrilato transparente y de color para crear composiciones modulares. Estos módulos cambian de posición, generando una trama que da lugar a espacios complejos.
Una obra destacada de esta etapa es Mondrian (1973), donde juega con la geometría del color para crear una ilusión tridimensional y espacial. A partir de esta base, Sevilla desarrolla una nueva concepción del color y la profundidad, visible en grandes lienzos sin título, con superposición de módulos pentagonales o hexagonales, que se exhiben en la segunda sala. También se incluyen ligeras obras en blanco de 1978 y 1979, en las que explora la simetría, los negativos y las retículas enmarañadas.
Alhambras y Meninas: Geometría emocional
Entre 1980 y 1982, Soledad Sevilla fue becada en la Universidad de Harvard, en Boston. Al carecer de espacio para trabajar en sus formatos habituales, comenzó a experimentar con rollos de papel Kraft. Creaba progresiones lineales que llegaban a medir hasta 12 metros y los colocaba en las paredes y césped de la universidad, vinculando sus dibujos con el entorno. De este período surge la propuesta Seven Days of Solitude para el Fogg Art Museum, que aunque no se concretó, sentó las bases de sus futuras instalaciones. Además, asistió a cursos sobre la Alhambra y las obras de Velázquez, lo que influyó profundamente en su obra posterior.
Al regresar a España, Sevilla adoptó una perspectiva más subjetiva y emocional, lo que se reflejó en obras icónicas como Las Meninas (1982). En esta serie, la artista evolucionó de la abstracción geométrica hacia un uso más atmosférico de la línea y la trama, creando una geometría emocional que vibra y define el espacio. Según la comisaria Isabel Tejeda, Sevilla «crea una trama que se mueve y vibra, generando una geometría sensible y emocional».
Otra serie destacada es La Alhambra (1984-1986), donde Sevilla reinterpreta el conjunto monumental, pintando el aire a través de tramas cruzadas que evocan una profundidad figurativa dentro de la abstracción. Estas dos series se presentan en las salas tres y cuatro de la exposición. En Las Meninas, ocho pinturas dialogan entre sí, sumergiendo al espectador en una atmósfera envolvente. Mientras tanto, La Alhambra se exhibe en 12 obras, dispuestas en parejas con imágenes diurnas y nocturnas, acompañadas de títulos inspirados en la poesía nazarí de las inscripciones de la Alhambra.
De la pintura a las intervenciones tridimensionales
Las experiencias de Sevilla en Boston marcaron el inicio de sus intervenciones tridimensionales. La sala cinco documenta algunas de sus instalaciones más importantes, como Leche y sangre (1986), un montaje de claveles rojos en hileras paralelas, y Mayo 1904-1992 (1992), una intervención en el castillo de Vélez Blanco (Almería), donde luces proyectadas recreaban el claustro renacentista del castillo.
En la sala seis, encontramos un cambio en su técnica pictórica con En ruinas II (1993), donde la línea da paso a pinceladas cortas y texturadas que crean un efecto de relieve. La serie Insomnios (2002-2003), también de gran formato, refleja su lucha con el insomnio, explorando la oscuridad y la luz a través de tramas en blanco, negro y rojo.
En contraste con Insomnios, la sala siete presenta pinturas luminosas de los años 90, como Díptico de Valencia (1996) y Hotel Triunfo (1998), donde Sevilla explora vegetaciones colgantes y la interacción de la luz en la naturaleza.
El tiempo vuela y nuevas reflexiones
La primera instalación física en la exposición, El tiempo vuela (1998), se encuentra en la sala ocho. Inspirada en el género de la vanitas, consta de 1.500 mariposas de papel azul montadas sobre un mecanismo de reloj, simbolizando el paso del tiempo.
En la sala nueve, las series Nuevas Lejanías (2016) y Luces de Invierno (2018) reflejan un enfoque introspectivo. Sevilla, establecida en Granada, trabaja en estas obras con temas como los secaderos de tabaco y los plásticos de invernaderos, explorando lo efímero y las huellas del tiempo.
Reencuentro con los orígenes
En la sala diez, la obra más reciente de Soledad Sevilla se reencuentra con sus primeros referentes. La serie Horizontes y Esperando a Sempere (2022-2024), creadas específicamente para esta retrospectiva, representan un retorno a la línea pura, aunque ahora intervenida por gestos conscientes y variaciones manuales. Esta sala conecta el principio y el final de la exposición, simbolizando la constancia y libertad de su trabajo, como señala Isabel Tejeda.
Finalmente, entre los edificios de Sabatini y Nouvel, se exhibe la instalación Donde estaba la línea, compuesta por 160 hilos de algodón que forman una trama traslúcida interactuando con la luz y la arquitectura de la sala.
Sobre Soledad Sevilla
Soledad Sevilla, nacida en Valencia en 1944, ha dedicado su vida al arte, enfrentando las dificultades que afectaron a muchas mujeres de su generación. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi en Barcelona y fue parte del Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid. A lo largo de su carrera, ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1993, el Premio Velázquez de Artes Plásticas en 2020 y el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Granada. Sevilla ha sido una artista incansable, realizando más de 100 instalaciones y 70 exposiciones individuales.