Es posible que el lector esté familiarizado con el inicio de “La Celestina”. Para quienes no lo recuerden, hagamos un breve repaso de esta obra escrita por Fernando de Rojas: el noble Calisto se enamora a primera vista de Melibea y, tras ser rechazado, decide recurrir a la alcahueta Celestina para que intervenga y logre que Melibea se entregue a él.
Al igual que sucedería un siglo más tarde con “El Quijote”, “La Celestina” triunfa en gran parte porque parodia géneros y temas que ya estaban desgastados en la tradición literaria de su tiempo. En concreto, Fernando de Rojas decide satirizar el tópico del amor cortés a través del personaje de Calisto. El amor cortés, nacido en la lírica provenzal del siglo XII, pronto se extendió por las literaturas europeas, incluidas la castellana, la galaico-portuguesa y la catalana. Esta moda literaria equiparaba las relaciones amorosas a las relaciones de vasallaje, donde el poeta se declaraba sirviente de una dama, incluso si ella no correspondía a sus sentimientos. Se consideraba que este amor no correspondido elevaba moralmente tanto a la dama como al poeta. A la dama, por no ceder ante los requerimientos amorosos de nadie y, al poeta, porque demostraba que sus sentimientos estaban por encima de cualquier rechazo.
La parodia en “La Celestina” nace de la incongruencia entre lo que Calisto dice y lo que realmente hace. Aunque habla como un perfecto enamorado del amor cortés, idolatrando a Melibea de manera aparentemente platónica (“¿Yo? Melibeo soy y a Melibea adoro, y en Melibea creo y a Melibea amo”), sus actos dejan claro que no es amor lo que siente, sino simple lujuria. Calisto se comporta como un vulgar libertino, ya que, en lugar de tratar de conquistar a la dama dignamente, decide pagar a terceras personas para que esta acceda a yacer con él. En definitiva, Calisto está tratando a Melibea como una mercancía que se puede comprar.
En esta época prerrenacentista, se creía que solo los miembros de los estratos más altos poseían la moral suficiente como para sentir un amor que trascendiera el mero impulso sexual. Por el contrario, se consideraba que las personas de las clases más bajas estaban dominadas por sus instintos y eran incapaces de experimentar un amor puro. El autor desafía esta concepción al presentarnos a un personaje noble y adinerado, Calisto, que actúa impulsado únicamente por la lujuria. Este contraste es aún más evidente al compararlo con los personajes de las prostitutas Elicia y Areúsa, quienes a pesar de su bajo estatus social, demuestran un amor sincero y auténtico por sus amantes. De este modo, el objetivo de Fernando de Rojas al concebir esta sátira no es únicamente provocar humor, sino también llevar a cabo una crítica de la visión clasista del amor en su tiempo.