Entrevista

“España vive un proceso de argentinización: cada vez somos más pobres y menos libres”

El director del Instituto Juan de Mariana alerta del deterioro institucional, la asfixia fiscal y el adoctrinamiento ideológico que vive España desde hace dos décadas.

Manuel Llamas, Director del Instituto Juan de Mariana
photo_camera Manuel Llamas, Director del Instituto Juan de Mariana

La economía española no solo se estanca: retrocede. Y lo hace, según Manuel Llamas, de la mano de un Estado cada vez más grande, más ineficiente y más intrusivo. Director del Instituto Juan de Mariana y una de las voces liberales más reconocidas del país, Llamas traza en esta entrevista un diagnóstico claro: desde 2004, con el cambio de rumbo político e ideológico iniciado por José Luis Rodríguez Zapatero y agudizado por Pedro Sánchez, España ha entrado en una espiral de deterioro institucional, fiscal y educativo. Aun así, ve razones para el optimismo: “Del socialismo se puede salir, y el caso de Javier Milei en Argentina lo demuestra”.

La situación que tenemos en España de regresión de libertades individuales y económicas, ¿es comparable a otras etapas anteriores? ¿Hay alguna referencia histórica o dónde podemos situar un umbral de alarma?

Muy buena pregunta. Yo empezaría diciendo que no tiene precedentes esta etapa de regresión y declive a nivel político, económico e institucional. España llevaba liderando un proceso de mejora constante desde finales de los años 50. Han sido 50 años de crecimiento, desarrollo económico y social. Primero con el plan de estabilización de la dictadura franquista en el 59, que abrió la economía española al mundo. Pasamos de ser un país pobre a uno rico, prácticamente en los años 60. Después vino la democracia, la consolidación de una democracia liberal con la Constitución del 78, la entrada en la Unión Europea, el euro… Todo eso supuso avances.

Pero ese ciclo se rompe, en mi opinión, como explico en mi libro Socialismo, la ruina de España, en 2004, con la llegada de Zapatero. A partir de ahí empieza un proceso de declive. Primero con la crisis inmobiliaria, que no se afronta bien: no se opta por reformas estructurales ni por más libertad económica, sino todo lo contrario. Se incrementa el gasto público, el déficit, la deuda, el intervencionismo… hasta el punto de que el Estado prácticamente entra en quiebra. Y desde entonces seguimos por esa misma senda. Con Pedro Sánchez esto se ha profundizado aún más, sobre todo a nivel institucional, con ataques al Estado de Derecho, a la igualdad ante la ley, a la independencia judicial, a la prensa libre… todos los contrapesos del poder político. Hoy no podemos decir que España sea una democracia sólida, sino una democracia de segunda. Y encima nos estamos empobreciendo, aunque mucha gente no lo vea.

Ese gasto inmenso del Estado, que en muchos casos parece insostenible... ¿Tu visión es que se trata de un objetivo meramente recaudatorio o existe un interés en disciplinar ideológicamente al ciudadano desde lo fiscal?

Yo creo que es un doble objetivo. Por un lado, el Gobierno gasta dinero a manos llenas, nunca se ha gastado tanto. Pero aún así, no es suficiente. A pesar de que la recaudación es récord, no alcanza, porque tenemos uno de los déficits públicos más abultados de Europa y la deuda pública sigue aumentando: más de 1,6 billones de euros y creciendo por encima del 100% del PIB. Existe un ánimo puramente recaudatorio: el Gobierno exprime como un limón al contribuyente para seguir incrementando el gasto público a un ritmo inédito.

Pero también hay una parte ideológica. Desde el Gobierno se insiste en que la presión fiscal, Hacienda, el gasto público, los impuestos... son algo bueno. Y no lo son. El Estado gasta más que nunca, los españoles pagan más impuestos que nunca, y sin embargo los servicios públicos funcionan peor que nunca. Ni siquiera los esenciales. Estamos hablando de electricidad, transporte público… Y para que la gente tenga una idea: el Estado te quita, aproximadamente, la mitad de lo que ganas. El español medio trabaja desde el 1 de enero hasta junio exclusivamente para Hacienda.

Los ciudadanos perciben cada vez peores servicios y mayores impuestos. ¿Qué explica que no haya una revolución fiscal ciudadana? ¿Es miedo, desconocimiento o resignación?

Una parte deriva del desconocimiento. El español medio no sabe cuánto paga realmente en impuestos. Las nóminas no lo reflejan. Solo ven lo que les entra en el banco, pero no lo que paga la empresa en cotizaciones sociales. Y eso forma parte del sueldo: lo que la empresa está dispuesta a pagar por contratarte.

Mucha gente no es consciente de que si cobra 2.000 euros netos, su sueldo real roza los 4.000. Eso no lo sabe. Y eso interesa al poder político: tener una población desinformada e ignorante, porque es más fácil de manipular. También hay un reentrenamiento ideológico. El español medio se sitúa en la izquierda o centro izquierda. Hay una simpatía por el intervencionismo, aunque sea ruinoso. Eso viene del adoctrinamiento en las escuelas, en los medios, y desde el propio poder político.

Y esa ausencia de una alternativa liberal conservadora... ¿es el principal problema político de España ahora mismo?

Sí. En España el gran problema no es solo que gobierne Pedro Sánchez, sino que no hay una verdadera alternativa. Lo vimos con el Gobierno de Mariano Rajoy: no cambió nada de lo que hizo Zapatero. Esa es la gran tragedia. No falta alternancia electoral, sino alternativa real.

Esto pasó en Argentina durante décadas: todos los partidos eran peronistas, es decir, socialistas. En Venezuela, igual: ningún partido era liberal o liberal conservador. Solo ahora, con María Corina Machado, hay algo diferente. Venezuela es ya una dictadura comunista, pero por fin hay alguien que representa otra cosa.

Habéis premiado recientemente a Javier Milei. ¿Qué lección podemos sacar desde España del caso argentino?

El fenómeno Milei acaba de arrancar, lleva poco más de un año, pero el cambio ha sido drástico. Ha recortado el gasto real un 30%, eliminado el déficit, empezado a reducir la deuda, levantado el cepo cambiario... Está haciendo la mayor liberalización económica en décadas. Y Argentina, que era un país en vías de desarrollo, puede volver a ser una potencia en menos de diez años si mantiene esta senda.

La lección es clara: todo tiene solución. Incluso del socialismo se puede salir. Pero se necesita un liderazgo político claro. Y Milei ha demostrado que se pueden ganar elecciones diciendo la verdad y defendiendo la libertad. En España tenemos un ejemplo: la Comunidad de Madrid. Aplicando políticas liberales, el PP lleva más de 20 años en el Gobierno. Madrid compite ya con Berlín, Londres o Nueva York.

El Instituto Juan de Mariana lleva años advirtiendo de lo que ahora ya es tendencia: deuda, pérdida de productividad, asfixia fiscal. ¿Os sentís escuchados?

Sí. Este año cumplimos 20 años defendiendo las ideas de la libertad gracias a nuestros socios, benefactores y simpatizantes. Lo hacemos con libros, artículos, conferencias, cursos, informes, vídeos, de todas las formas posibles. Cuando empecé, los liberales cabíamos en un microbús. Ahora hacen falta varios trenes.

Nunca había habido tanta difusión de estas ideas desde los tiempos de Thatcher y Reagan. Ahora, con Milei, se escuchan nombres como von Mises, Hayek, Rallo o Huerta de Soto en medios como Bloomberg o el Wall Street Journal. Eso es inédito. Por eso soy muy optimista: tenemos razón, y ahora tenemos también voz.

Uno de los principales campos de batalla es la educación. ¿Qué responsabilidad tiene el sistema educativo en una sociedad dócil fiscalmente y dependiente del Estado?

Mucha. Hay adoctrinamiento, tanto en la pública como en la concertada. La concertada también es pública, porque se financia con subvenciones. La educación debería centrarse en formar talento para que los jóvenes puedan ganarse la vida. Pero hay mucha política en los programas educativos, tanto en secundaria como en la universidad.

En España el Estado de bienestar está mal concebido. En otros países, incluso socialdemócratas, los servicios se prestan por empresas privadas y el Estado da un cheque o un bono a quien lo necesite. Aquí no: el Estado lo hace todo, mal, caro y de baja calidad.

La educación sirve más para crear votantes que ciudadanos. En el nacionalismo, por ejemplo, se usan lenguas, historia y geografía para fabricar votantes. Y además la calidad cae. Aunque tengas un título, no te garantiza nada. Ni un trabajo, ni un sueldo digno. Educación cara, política e ineficaz.

¿Existe una correlación directa entre el crecimiento del gasto público y el deterioro institucional? ¿Hay un punto de no retorno?

Más que el gasto público, el problema es el desequilibrio. Ni siquiera la recaudación récord cubre el gasto. Hay países con Estados grandes, pero con libertad económica. Aquí, no. Aquí tenemos impuestos confiscatorios, poca libertad, inseguridad jurídica, ataques a la propiedad privada… El cóctel es explosivo. Así no se crea riqueza, se destruye.

Y ya para terminar: si pudieras reformar una sola cosa hoy mismo, ¿dónde empezarías?

Lo primero, el respeto absoluto a la propiedad privada. Esa es la base. Si garantizas eso, se acaba la ocupación, los topes al alquiler, los impuestos confiscatorios. Y eliminaría también los impuestos sobre el ahorro. El ahorro ya ha pagado impuestos, gravarlo de nuevo es confiscatorio.

Solo con esas dos cosas, España daría un salto. Volveríamos a crecer con fuerza. España tiene una cultura de trabajo, esfuerzo y emprendimiento. Cuando hemos tenido gobiernos aperturistas, hemos pasado de país pobre a rico en 10 o 15 años. A poco que se hagan bien las cosas, volveremos a estar arriba.