Incendios Forestales

Agricultores y ganaderos los héroes en la lucha contra los incendios forestales

Cada verano, agricultores y ganaderos se convierten en un escudo contra el fuego. Con tractores, rebaños y experiencia, limpian montes, abren cortafuegos y colaboran en la extinción de incendios forestales. Su labor, muchas veces voluntaria y a riesgo de su propia vida, salva hectáreas, pueblos y ecosistemas enteros.
Tractor trabajando en las labores de extinción de un incendio forestal - EDdM
photo_camera Tractor trabajando en las labores de extinción de un incendio forestal - EDdM

El sol caía a plomo, el termómetro rozaba los 37 grados y el viento del suroeste alimentaba unas llamas que avanzaban sin control. Entre los efectivos profesionales, un joven agricultor se abría paso con su tractor, arando la tierra para levantar un cortafuegos improvisado. Era uno de los muchos vecinos que, en pueblos pequeños, acuden sin pensarlo dos veces cuando el fuego amenaza sus campos y su hogar. Ese día, el humo y el calor extremo le arrebataron la vida. Su muerte, como la de otros agricultores y ganaderos en incendios anteriores, pone de relieve un hecho incómodo: la labor del sector primario en la defensa del territorio es esencial, pero a menudo no está protegida ni reconocida como merece.

Una fuerza de choque improvisada pero esencial

Cada verano, mientras las brigadas forestales, bomberos y la Unidad Militar de Emergencias (UME) luchan contra las llamas, en el frente de batalla aparecen tractores, remolques cisterna y rebaños que nada tienen que ver con la maquinaria oficial. Son los recursos de agricultores y ganaderos que, con sus medios, colaboran en tareas de extinción o, durante el resto del año, en la prevención del fuego.

Su papel no es menor. Según datos del Ministerio para la Transición Ecológica (MITECO) y del EGIF (Estadística General de Incendios Forestales), gran parte de los incendios en España se originan o se propagan en zonas de interfaz agroforestal. Ahí, el trabajo del sector primario es decisivo: un cortafuegos abierto a tiempo con un tractor puede frenar el avance de un frente, y un pastoreo bien planificado puede reducir de forma significativa la carga de combustible fino que alimenta las llamas.

Coste humano: vidas que no deben olvidarse

La tragedia de Molezuelas de la Carballeda se suma a una lista negra de pérdidas humanas en la que figuran agricultores, ganaderos y voluntarios rurales. En 2021, un ganadero falleció en Ávila mientras ayudaba a frenar un incendio con su tractor. En 2022, durante los devastadores incendios de Zamora, murieron dos personas que participaban en labores de contención. Y en 2012, en Valencia, otro agricultor perdió la vida por inhalación de humo mientras intentaba salvar sus tierras.

Estos casos comparten un patrón: personas que conocen el terreno mejor que nadie, que actúan movidas por el sentido de comunidad y que, en muchos casos, no cuentan con la formación, el equipo de protección o la cobertura legal que tienen los profesionales. El sacrificio es incalculable, pero el riesgo también.

Prevención: el valor del trabajo diario

Más allá de la extinción, el sector primario desempeña un papel silencioso en la prevención. Programas como Ramats de Foc en Cataluña, la iniciativa de pastoreo en la Sierra de Segura (Jaén) o las experiencias con caballos salvajes en Galicia demuestran que el manejo ganadero puede ser una herramienta eficaz y sostenible para mantener a raya el combustible vegetal. Estos modelos no solo reducen el riesgo de incendio, sino que aportan beneficios ecológicos y económicos a zonas rurales amenazadas por el abandono.

La ciencia respalda esta práctica: estudios del CSIC y del European Forest Institute muestran que un pastoreo bien gestionado puede reducir hasta un 50 % la biomasa inflamable en áreas críticas, generando mosaicos de vegetación que actúan como cortafuegos naturales.

La balanza desequilibrada: prevención vs. extinción

Uno de los grandes retos es el reparto del presupuesto. En España, según estimaciones del MITECO y análisis comparativos internacionales, alrededor del 20 % del gasto en incendios se destina a prevención y el 80 % a extinción. En Portugal, tras los incendios de 2017 que costaron la vida a más de 100 personas, esta proporción cambió drásticamente: en 2022, un 61 % del presupuesto se dedicó a prevenir y solo un 39 % a apagar.

Gráfico de presupuestos prevención incendios Portugal
Gráfico de presupuestos prevención incendios Portugal

Especialistas como WWF, la Fundación Pau Costa o la propia UME coinciden: aumentar la inversión en prevención es más barato, más seguro y más eficaz que centrar el grueso del esfuerzo en la extinción.

Integración en los operativos: una deuda pendiente

A pesar de la evidencia, en muchas comunidades autónomas la participación de agricultores y ganaderos en los planes de prevención y extinción sigue dependiendo de la iniciativa personal o de acuerdos locales. La falta de protocolos oficiales claros, la ausencia de seguros específicos y la escasez de formación adaptada limitan el potencial de este recurso.

Modelos como el de Italia, donde se integran formalmente asociaciones rurales en la vigilancia de zonas forestales, o el de Grecia, que ofrece incentivos económicos por mantener pastos estratégicos, demuestran que es posible formalizar la colaboración.

Proteger a quienes nos protegen

La muerte del joven agricultor en Zamora no puede quedar en una estadística más. Es un recordatorio de que el monte no se defiende solo con aviones y helicópteros, sino también con manos curtidas, tractores viejos y rebaños que pastan donde otros no llegan. Reconocer, proteger y formar a estos colaboradores es una obligación moral y una estrategia inteligente.

Como dijo recientemente un portavoz de la UME: “El mejor incendio es el que nunca llega a producirse, y en eso agricultores y ganaderos son aliados imprescindibles”. Convertir esa frase en política efectiva puede ser la diferencia entre un verano de humo y un verano de monte verde.