Moléculas del vino

Pimiento Morrón 40 Aniversario de su Fiesta en Fresno de la Vega

Pimiento morrón

Disfrutando entre molécula y molécula vino y gastronomía.

Crónica de un día entre pimientos, vino y danzas lejanas 

Estuvimos en Fresno de la Vega, donde el corazón del pueblo latía al ritmo de su 40ª Fiesta del Pimiento Morrón. Allí, entre surcos y memorias, vivimos la esencia de una tradición que no se rinde: la cosecha del pimiento, ese fruto rojo y brillante que une generaciones en torno a la famosa pimentada.

La Plaza Mayor se convirtió en un escenario de aromas y complicidades. Compartimos con los lugareños el sabor profundo de los pimientos asados, ofrecidos con generosidad y orgullo, mientras una copa de Vino de León tintineaba en nuestras manos como un brindis a la tierra.

Ese año, como en los últimos, la fiesta se abrió al mundo con una alianza gastronómica internacional. La India fue la invitada de honor, y con ella llegaron especias, colores, danzas y perfumes que transformaron el aire. Saboreamos lo exótico, lo vibrante, lo inesperado. Cada bocado era un viaje, cada gesto un puente entre culturas.

Fue un día de celebración, de raíces y alas. Un día que nos recordó que la tradición, cuando se abraza con alegría y se comparte con el mundo, florece.

Cuando la India se encuentra con León: sinfonía de moléculas y memoria 

En el aire, las moléculas bailan. Desde los templos especiados de la India hasta los viñedos de León, los aromas se entrelazan como versos de una misma canción. La cocina india, exuberante y ancestral, libera terpenos, aldehídos y compuestos sulfurados que despiertan el alma: limoneno del cilantro, cinamaldehído de la canela, eugenol del clavo, anetol del hinojo. Cada especia es un latido, cada plato una invocación.

Y en la copa, el Prieto Picudo responde. Fruta roja, poleo, rosa, tierra húmeda. Ésteres como el hexanoato de etilo y alcoholes como el 2-feniletanol se elevan desde el vino como si quisieran conversar con el curry. El vino murmura con linalol y geraniol, mientras la cocina india canta con mentol y guaiacol.

Ambos mundos comparten moléculas, pero sobre todo comparten intención: provocar, acariciar, recordar. La pimentada de Fresno de la Vega y el biryani de Hyderabad no están tan lejos cuando se los huele con el corazón. En uno, el humo del pimiento asado; en otro, el incienso del cardamomo. En ambos, la memoria de lo que somos.

Así, cuando brindamos con Prieto Picudo mientras saboreamos los aromas de la India, no solo celebramos una fusión gastronómica. Celebramos la química del encuentro, la poesía de lo volátil, el arte de unir culturas a través del olfato.

El pimiento morrón (Capsicum annuum), protagonista de la pimentada y emblema de Fresno de la Vega, despliega una paleta aromática rica en moléculas volátiles que lo hacen inconfundible. Estas moléculas se concentran especialmente durante el asado, cuando el calor libera su alma sensorial. 

Tríptico aromático: pimiento, vino y especias en danza

En Fresno de la Vega, el pimiento morrón se asó como cada año, liberando hexanal, pirazinas y furanonas que perfuman la plaza con notas de tierra, brasas y dulzura vegetal. Esas moléculas, invisibles pero vivas, se elevan como plegarias al cielo, mientras el pueblo celebra su cosecha con vino en mano.

El Prieto Picudo, con su racimo apretado y alma profunda, responde en la copa: hexanoato de etilo, 2-feniletanol, geraniol. Fruta roja, rosa, poleo. Un vino que no solo acompaña, sino que dialoga con el pimiento, lo abraza, lo envuelve. Juntos, forman un paisaje olfativo que es puro León.

Y entonces, la India entra en escena. Con sus aldehídos especiados, sus terpenos cítricos, sus compuestos sulfurados que evocan ajo, clavo, cardamomo. El cinamaldehído de la canela se mezcla con el eugenol del clavo y el limoneno del cilantro, creando una atmósfera que vibra entre lo sagrado y lo festivo.

Las moléculas se cruzan, se reconocen. El pimiento morrón encuentra en el curry un primo lejano. El vino descubre en el chai una flor hermana. Y el aire se llena de una sinfonía aromática donde lo local y lo global se abrazan sin miedo.

Así, en la Fiesta del Pimiento, no solo celebramos una cosecha. Celebramos la química del encuentro, la alquimia de los sentidos, la poesía de lo volátil. Porque cuando el pimiento, el vino y la India se encuentran, el mundo huele a memoria, a mestizaje, a futuro.

Y así, entre brasas, vino y especias, nos despedimos con el alma perfumada de encuentro. 

"¡Felicitamos con entusiasmo a todas las personas que, año tras año, hacen posible esta tradición que une, emociona y celebra! Gracias por mantener viva la llama de este encuentro que ya cumple 40 años de historia, sabor y alegría compartida. ¡Que sigan los abrazos, los brindis y las memorias que nos reúnen!"  

Y la pregunta persiste, vibrante como un aroma en el aire: ¿Cómo se puede evaluar objetivamente una experiencia tan íntima como la degustación? ¿Qué arquitectura sensorial sostiene una creación gastronómica? ¿Es posible descifrarla con las herramientas que la ciencia contemporánea pone a nuestro alcance? ¿El placer estético nace de las armonías o de los contrastes? ¿Hay otras formas de interacción más allá de esa dualidad? ¿Podrían existir notas aromáticas aparentemente antagónicas que, sin embargo, se abracen en una armonía inesperada? ¿O acaso no son las notas en sí, sino ciertas moléculas volátiles las que propician ese encuentro entre opuestos?

Seguimos sumergiéndonos en este universo aromático, guiados por la curiosidad que nos define. Y cada descubrimiento, cada intuición revelada, será compartida con vosotros. Ojalá os animéis a explorar desde casa este fascinante y lúdico mundo del olfato.