Blog | Las raíces del tiempo

El legado poético de Vincent van Gogh

La singular y genial obra pictórica de Van Gogh está reconocida universalmente, es una obra que ha conseguido cautivar las miradas de millones de personas. Lo que no todos saben es que en la pintura de este artista hay también mucha poesía.

Vincent van Gogh fue un hombre que tuvo una vida infeliz, atormentada y muy difícil, una vida sin amor, sin recursos, que sobrevivió gracias a la ayuda generosa y constante que le prestó su hermano Theo. Fue un hombre con el deseo no cumplido en vida de hacer algo útil, de tener éxito personal. En una carta a su hermano le decía en agosto de 1888, “… Aquellos días en los que uno llega a casa sin nada y no por eso deja de comer, dormir y gastar dinero, entonces uno se siente insatisfecho consigo mismo, como un desgraciado o un inútil”. Van Gogh luchó por ser independiente y mantenerse por sus propios medios, pero no lo consiguió. Por otra parte, era un hombre de difícil trato, de mucho temperamento y poco hábil en las relaciones, no era sociable, siempre se sintió un gran incomprendido; además, era un hombre que estaba enfermo, con una enfermedad que en esos tiempos no tenía un tratamiento adecuado.

Sin embargo, pese a esta vida marginada y solitaria, dentro de él había una sensibilidad especial. Van Gogh era creyente y su talla espiritual estaba fuera de lo común, era apasionado, capaz de ver y sentir todo aquello que para la mayoría pasa desapercibido. Y era un hombre observador y estudioso que aprendía rápido. Estaba cargado de romanticismo, de amor, que lo quería entregar a quien le amara. En muchas de sus cartas aparece el amor como algo importantísimo, vital para la vida, “El amor es algo positivo, potente, tan profundo que es completamente imposible sofocar ese amor y luchar contra él”, escribía el pintor en 1881, con 28 años, cuando estaba enamorado de su prima Kate, a quien se declaró y esta le rechazó. 

Cuando se habla de Van Gogh tan solo se comenta su pintura, no hablamos de su literatura. Nuestro pintor escribió alrededor de novecientas cartas que se consideran una obra de arte lingüística en sí misma, además de un magnífico estudio sobre los colores. A su hermano Theo corresponde casi las tres cuartas partes de su epistolario. Los dos estaban muy unidos. Curiosamente, cuando murió Van Gogh su hermano le siguió en la muerte seis meses después. “Tenemos que escribirnos con mucha frecuencia”, le dijo el 13 de diciembre de 1872, cuando tenía diecinueve años. Tampoco hablamos, ni pensamos, que sus cuadros son una derivada de su sensibilidad, de los sentimientos y emociones que el artista sentía con aquello que le rodeaba, que era lo que inspiraba sus pinturas. Al profundizar en la correspondencia, vemos que este artista es un ser excepcional que nos emociona, y nos emociona por los testimonios que cuenta de su vida, por los valores personales que demuestra y por la nobleza con la que escribe y detalla todas las vivencias que le conmueven. Cuando ponemos en relación su pintura con las cartas, comprobamos la gran conexión existente y al mismo tiempo toda la poesía que hay en su obra.

Las expresiones de las cartas de Van Gogh tienen un gran contenido lírico. Son muchos los escritos en los que Van Gogh manifiesta su sensibilidad de poeta. Los argumentos de este artista están descritos con una carga lírica y filosófica que impresiona, tienen un alto nivel literario, en estos argumentos se manifiesta claramente la conexión entre la pintura y la poesía que hay entre sus escritos y sus cuadros. Esta poesía aflora cuando habla del color, de los paisajes, cuando describe a las personas, de sus razones para interpretar a otros pintores que le atraían, y otros muchos e interesantes temas.

La estrecha relación entre literatura y pintura es un tópico popular en la historia del arte; esta idea del poeta romano Quinto Horacio de ver “La pintura como la poesía”, o, “La poesía como la pintura”, como se dijo después, ha estado presente a lo largo del tiempo en la concepción del arte y de los artistas. El modo que Van Gogh tenía de tratar el arte fue bastante literario. En sus inicios, las láminas que dibuja son historias que nos cuenta. Gran parte de los más de mil cien dibujos que realizó son los motivos que tenía a su alrededor, los telares, la mina, las personas, las calles… Vincent van Gogh está profundamente marcado por los sentimientos románticos de su época en su obra pictórica y literaria. Sus cartas tienen una gran dosis de melancolía y romanticismo, porque él era un hombre romántico. Como le dijo a su hermano Theo, había tomado partido por lo que llamaba la “melancolía activa”, una melancolía que sabe esperar y buscar, y le comentó que se sentía arropado en ella por la pintura, la literatura y el Evangelio. En ese estado melancólico se encontrará constantemente su vida.

La manifestación poética de Vincent van Gogh ya está presente en su etapa religiosa como pastor, en la que hay conceptos que aparecerán más tarde en su pintura. Escribe con una prosa poética adornada de palabras muy atractivas y ajustadas a la descripción que está realizando; en realidad, es una prosa poética que sale de su espíritu sentimental y apasionado. En una de las primeras homilías como pastor comienza con unas palabras son una declaración poética a la naturaleza, a su belleza y a la visión que él tiene de ella, pero lo realmente llamativo es que esas sensaciones las incardina en el principio de un sermón religioso, y ahí está su sensibilidad y su poesía. 

“Una vez vi un cuadro hermoso, era un paisaje al atardecer. 

A lo lejos a la derecha, una serie de colinas azules envueltas en la bruma de la tarde. 

Sobre estas colinas el esplendor de la puesta de sol, 

las nubes ribeteadas de plata, oro y púrpura. 

El paisaje es una llanura o una pradera… 

Lejos, muy lejos… se eleva una ciudad iluminada por los brillantes rayos del crepúsculo… "

Hay muchos ejemplos sobre la conexión y la existencia de motivos poéticos en la pintura y en la correspondencia de Vincent van Gogh. En una carta a su hermana Wilhelmina en 1888, hablándole del color y describiéndole un jardín, le manifiesta claramente ese sentimiento poético y literario que también capta con los pinceles. Le describe el cuadro y habla del arriate de coles verdes, pálidas y rojas, del sendero de arena anaranjado crudo, de los geranios escarlatas rodeados de hierbas muy verdes, de las plantas con exuberantes flores blancas, rosas, amarillas y rojo bermellón. Y textualmente le dice: Ya sé que quizás no sea muy parecido (…) pero a mí me muestra el carácter poético y el estilo del jardín, tal como lo siento. Van Gogh sigue con ese toque poético en la explicación de cómo imagina a su familia, y con una pirueta de soñador, le dice que el tono violeta oscuro, salpicado por el limón de las dalias, le sugiere la personalidad de su madre. En ese salto ingenioso comenta: “La figura con el chal escocés a cuadros anaranjados y verdes, destacándose sobre el verde oscuro del ciprés, ese contraste exagerado aún más por la sombrilla roja me da una idea tuya, como las novelas de Dickens, vagamente una alegoría”, rematando con esta frase: No sé si entenderás que pueda hacerse poesía únicamente mediante una buena disposición de los colores, (…) 

En otra ocasión, en una carta a Theo le habla de su romanticismo, le cuenta que estuvo a la puesta del sol en un brezal pedregoso en el que había encinas muy pequeñas y retorcidas junto a unas ruinas y un valle de trigo. Y le dice que el espectáculo “era romántico a más no poder”. Le relata que el sol derramaba sus rayos, muy amarillos, sobre los zarzales y la tierra como una lluvia de oro. Y vuelve a hacer una cabriola visionaria con su imaginación comentándole textualmente: “Nadie se hubiera sorprendido al ver aparecer, de repente, unas damas y unos caballeros de regreso de una cacería con halcón, y tampoco se hubieran sorprendido al oír la voz de un viejo trovador provenzal”. Estas ensoñaciones, estas frases llenas de sensibilidad, romanticismo y poesía, son espontáneas y limpias, fruto de un cerebro enamorado de la vida. Conviene saber que las cartas no las escribía en el momento, sino al día siguiente, o incluso después de varios días, apoyándose en sus recuerdos, con gran imaginación veía los colores, tergiversando la realidad, igual que el poeta ve y siente en su interior las palabras que pueden formar el verso que anda buscando. 

Sobre un cuadro que pintaba para decorar la habitación en la que dormiría Gauguin, le escribió a su hermano Theo con unas palabras que, en sí mismas, son un pequeño poema de siete versos si ponemos el texto como una estrofa:

Este cuadro es un croquis muy vago de mi último lienzo, 

una hilera de cipreses contra un cielo rosa, 

con una luna creciente limón pálido. 

Un primer plano de tierra imprecisa…

y arena… y algunos cardos. 

Dos enamorados…

el hombre azul pálido con sombrero amarillo…

la mujer con un corpiño rosa y una falda negra.

Van Gogh sentía un atractivo especial con la visión de la noche y pintó varios cielos estrellados. En otra de sus cartas a Theo, con gran sentido de la imaginación le decía: “Declaro no saber nada de nada, pero la vista de las estrellas me hace soñar. Me hace soñar igual que los puntos negros de los mapas geográficos que representan pueblos y ciudades. Y me pregunto… ¿Por qué habrían de ser menos accesibles esos puntos luminosos del cielo que los puntos negros del mapa de Francia? Si tomamos el tren para ir a Tarascón o a Rouen… Podríamos tomar la muerte para ir a alguna estrella.” Lo que dice es algo transcendente, piensa en la eternidad, en el más allá, en la relación entre la vida y la muerte. Con sus creencias es una visión poética, romántica, y en cierto modo espiritual de la existencia. El famoso cuadro “La noche estrellada”, está pintado en el asilo/hospital de Saint-Remy durante el día, no se pintó de noche, es un cuadro visionario, es una forma romántica y poética de reflejar el recuerdo que él tiene del cielo y de las estrellas. Van Gogh le da una estructura pictórica y cromática singular, como podría ser la de unos versos configurando un poema en diferentes estrofas; en realidad, lo que hizo fue poesía con los pinceles mediante una buena disposición de los colores como le comentó a su hermana.

La obra que crea en Arlés es extraordinaria y colorista a la par que muy “natural”, su sensibilidad artística resuelve la ecuación de los cuadros con “golpes” de los pinceles sobre la tela, igual que el poeta “golpea” con su cadencia y ritmo los versos de un poema. En la variada serie de cuadros que realiza sobre los “huertos”, la poesía aflora en los colores, en los rayos de luz, en la individualidad de las plantas captadas en su claridad y en su brillo. Decía Charles Baudelaire respecto de la moda y lo moderno, bajo el romanticismo de esos tiempos, que se estaba pasando de lo eterno a lo efímero o transitorio, y Van Gogh, en la obra creada en la época de Arlés, invierte este planteamiento, yendo de lo efímero a lo eterno, del instante captado por su mirada, a la realidad del cuadro que permanece, el artista pasa de aquello que la imaginación ha pensado con intensidad y pasión, al lienzo fijo y permanente, y además cargándolo de poesía cromática y de sutileza. Este legado lo tenemos repartido por los museos de medio mundo.

José Luis Marín Aranda

Escritor y pintor.