Los tragasables del presidente
Lo que está sucediendo alrededor del gobierno Sánchez es de todo punto increíble. Cuesta darle pábulo y, aunque parezca imposible que pueda ir a más, la realidad es que nuevas y estrambóticas realidades emponzoñan al actual gobernante a cada momento, a cada segundo, tal como se lee en los titulares de cualquier periódico mínimamente objetivo.
Cualquiera, claro, menos en el BOE, en la revista Temas —del ínclito Tezanos—, en tertulias con opinadores a sueldo, en medios mercenarios que reciben subvenciones, ayudas y rescates a troche y moche del aparato gubernamental —pero que salen de sus impuestos, no se despisten ustedes— y, obviamente, «Broncano y sus mariachis», que con 14 millones al año de mesada no muerden la mano que tan opíparamente les da de comer.
Del mismo tenor y duchos en mirar para otro lado y difuminar noticias —cuando la realidad se impone y no queda más remedio que referir algo del asunto de marras— están los medios informativos nacionalistas, cuyos partidos representativos, PNV, ERC Y Junts, apoyan y se comen los sapos que haga falta en un alarde inimaginable de «tragasablismo» con el gobierno Sánchez en sus respectivas demarcaciones, hecho este que, a fuer de justo, debo reconocer precisa altísimas capacidades estomacales, pues requiere de un titánico afán el realizar tan ardua labor. Atiendan.
Primero, se debe inclinar la cabeza hacia atrás hiperextendiendo el cuello y, al tiempo, relajar el esfínter esofágico superior con especial atención a las arcadas, pues deben controlarse mientras la espada, lubricada con saliva, se introduce por la boca y pasa por la faringe. Notable y riesgosa gesta que no todo el mundo estaría dispuesto a realizar. Y, claro, cuando observo a algunos de sus habituales practicantes —Rufián, Aitor Esteban o Miriam Nogueras, por ejemplo—, no puedo dejar de imaginar los agraces atragantones y arcadas que tienen que superar esos sufridos políticos a diario. Aunque, la verdad, me consuelo pensando que siendo vascos y catalanes —seres superiores y tocados por la inspiración de Sabino Arana y Francesc Maciá, respectivamente—, tal vez tengan otra biología distinta a la de los miserables charnegos y maquetos españoles, y sospecho que su esófago estará cauterizado a fuerza de práctica y no padecerá las convulsiones que cualquier ciudadano sufriría, de verse en tan enojoso trance.
Y si este espectáculo no fuera en sí mismo suficientemente escandaloso y clarificador, para rematar la faena también colaboran en la fiesta de silencios y encubrimientos diversos panfletillos de corte comunista, anarquista, feminista, pacifista, antirracista, antifascista, animalista, ecologista, naturalista, vegano, antisionista, procubanos, bolivarianos, antiheteropatriarcales, del pañuelo morado, del palestino, antitaurinos, amigos de infinitas causas y enemigos de otras tantas imposibles de reseñar aquí, pero de similar jaez. ¡Sí señores, un batiburrillo de tres pares, que diría un castizo!
Pero, allí arriba, en el proscenio, mayestático, como figura principal y ante tan numerosa comparsa, siempre el mismo actor: Sánchez Perez-Castejón, «el puto amo», «el uno» o «el héroe de Paiporta», según quién lo refiera.
Sánchez ha sido y es un fraude. Llegó mintiendo —recuerden la famosa tesis que no era suya—. Tampoco quería encamarse con Iglesias —lógico, en un hombre profundamente enamorado—, pero vaya si lo hizo. Y a partir de ahí no ha dejado de mentir a cada segundo. Si hubo un Pedro Navaja, este se ha ganado a pulso el pasar a la historia como «Pedro mentiras», «Pedro el trolas» o «Pedro bulos». Elija cada cual, que hay para todos los gustos.
Sí. Fraude, embeleco y timo.
Es la única manera de calificar a un político que llegó vendiendo honradez, que surgió precisamente como reacción a un caso de corrupción, como fue la Gürtel, infinitamente de menor rango, nivel y calado económico que la actual putrefacción provocada por él y su camarilla.
Un presidente de gobierno que tiene investigada —procesada, para entendernos— a su propia esposa por tráfico de influencias y corrupción en los negocios (de momento); al que fue durante ocho años su principal apoyo en el partido y gobierno, Ábalos; al pintoresco y extravagante Koldo García, al que calificó como «inagotable aizkolari» contra las injusticias y, en un alarde de absurda adulación, hasta llegó a decir de él que era «un ejemplo para la militancia». Y ello a pesar del oficio de portero de prostíbulo —Rosalex, de nombre— que, seguramente con talento y magisterio, desarrollaba en su periplo de militante socialista de base en Huarte —Navarra— y que además, y a falta de otras virtudes, adornaba su currículo con alguna que otra condenilla penal, como una de dos años y cuatro meses de cárcel por patear a un vecino de la localidad —total, solo le rompió los huesos de la mano izquierda y dos costillas—, y por cierto que no era la primera, porque en 2010 también participó en otra paliza a un muchacho porque llevaba una camiseta con la leyenda «Independentzia» —en este caso la condena consistió en pagar 900 euros al joven—, y tuvo suerte el muchacho si su mano izquierda y costillas regresaron indemnes a casa. Y ahora me viene a la cabeza que otro que debe estar muy dichoso con lo acontecido al fornido «aizkolari» tiene que ser el alcalde socialista de León, al que amenazó públicamente: «tengo tres años pa joderte». ¡Menudo ejemplo para la militancia…!
Y si estos personajes y sus realidades judiciales no fueran suficientemente esclarecedoras, en el mismo combo también aparece el hermano de Sánchez, digamos «Sanchez bis» o «Sánchez orquesta», quien, mientras cobra un sueldo como contratado a dedo por la Diputación de Badajoz, con la excusa de un domicilio en Portugal no honra aquello de «Hacienda somos todos» y en consecuencia no paga un euro a las arcas ministeriales. Y a todo esto, la sinuosa Montero, la de Hacienda —la de Galapagar calienta en la banda—, ni investiga ni le dice aquello de «hay maaahhh…», «hay maaahhh…» que, con su innata telegenia y melosa voz gritaba a Rajoy —prevaliéndose de información confidencial—, desde el banco azul, para regocijo y júbilo de un Sánchez que, a su lado, feliz sonreía ante una amenaza tan ilegal y desvergonzada como mendaz.
Pues, además, ahora aparece el tal Victor Aldama y —como acredita la UCO y él mismo ha confirmado con bastantes dosis de verosimilitud— refiere que ha trabajado como conseguidor a la orden de la banda en todo el fango, lodo, basura, negocietes, negociotes, rescates aéreos cuestionables, embajadas, CNI, comisiones a tutiplén, bolsas a Ferraz, empleos para novias varias, lingotes de oro, apartamento para Delcy en El Viso, también para Ábalos y «sus cosas» en Madrid y Cádiz, fondos para Koldo y hermano, para algún Guardia Civil de la trama, para Venezuela, para concesiones de obras en México, para la República Dominicana, para establecer en Guadalajara un aeropuerto franco que recibiría envíos «opacos» desde Caracas, y vaya usted a saber para cuanta gente y cuántas cosas más.
Propongo formalmente que a este hombre, además de la medalla a la Orden del Mérito que le concedió Marlaska en 2022, se le otorgue ahora la medalla al Mérito en el Trabajo. Pues verdaderamente es difícil desempeñar más oficios y labores que las realizadas por el señor Aldama. ¡Todo un currante, sin duda y ejemplo, como no hay igual, de laboriosidad y celo!
Ironías aparte, estamos hablando de corrupción sistémica, pura corrupción y nada más que corrupción. Eso sí, en beneficio de Sánchez y su «gobierno de progreso», como absurda e inocentemente aún se traga algún candoroso militante socialista de base.
Y es en este postrer momento cuando me viene a la cabeza el hecho de que al tiempo que todo esto ocurría y los negocios, comisiones, mascarillas inservibles, innumerables viajes del falcon a Dominicana y los trapicheos estaban en plena efervescencia, Pablo Iglesias Turrión —otro que cabalga magistralmente sus propias contracciones— era vicepresidente de ese mismo Gobierno y no se enteraba de nada.
Pues como él mismo Napoleón hubiera dicho, «un universo de tragasables nos contemplan»