Prisma Internacional

Tensión en el Caribe ante una previsible intervención contra Maduro

Mientras la dictadura de Nicolás Maduro anunció sus planes de movilización militar y política en toda Venezuela para hacer frente al gran.despliegue militar naval y aéreo de los Estados Unidos, el gobierno de Donal Trump ha informado que 19 narcolanchas han sido hundidas y han sido eliminados, al menos, 69 de sus tripulantes. La tensión sigue al máximo en la región y los nervios en Caracas, ante un previsible ataque norteamericano terrestre, están a flor de piel, pese a las bravatas del dictador Maduro y el capo de los capos del Cartel de los Soles, Diosdado Cabello.

Sin embargo, no hay que minimizar el poder de Maduro, sobre todo en términos exógenos, ya que cuenta con el apoyo de China, Rusia, Irán, Brasil, Colombia y las dictaduras comunistas de la zona (Cuba y Nicaragua). Colombia, incluso, ha reforzado su cooperación militar con un acuerdo binacional con Venezuela y el presidente de este país, Gustavo Petro, se ha mostrado solidario y aliado de la narcodictadura venezolana. Petro, que ya ha sido incluido, para su descrédito, en la “lista Clinton” por Washington por sus lazos con el narcotráfico, sigue desafiando al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en todos los foros internacionales e incluso, en una reciente visita a New York, megáfono en mano, llegó a pedir un golpe de Estado contra el máximo mandatario norteamericano, en un brindis al sol de escasas consecuencias pero de impredecibles resultados para el líder colombiano, ya en el punto de mira de Washington.

No obstante, tal como ocurrió con el reciente ataque militar de los Estados Unidos e Israel contra las instalaciones militares nucleares de Irán, es poco probable que Rusia vaya a inmiscuirse en el caso de que las tropas norteamericanas desplegadas en el Caribe ataquen a Venezuela o inicien acciones militares contra las supuestas bases del narcotráfico en este país. Sabemos muy poco de lo que pasó en la reciente cumbre entre Trump y el presidente ruso, Vladimir Putin, en Alaska, pero puede ser que ambos se repartieran zonas de influencia en el mundo, habiendo dejado Venezuela para los americanos y Ucrania para los rusos, aunque esto no son más que suposiciones en un momento de máxima tensión a nivel mundial con varios focos en plena ebullición (Taiwán, Ucrania, el Báltico, el Caribe, Moldavia y la frontera entre México y Estados Unidos) y la constatada escasa (o nula) voluntad política por parte de Moscú para sentarse a negociar el final de la guerra en Ucrania. 

En este contexto, cualquier chispa en el Caribe puede atizar el fuego de un conflicto pero no parece que el mismo fuera lo suficientemente intenso para que el mismo acabe en una conflagración mundial de consecuencias impredecibles, toda vez que Brasil ya está buscando el diálogo con Trump, tal como ha mostrado con varios gestos el presidente Luiz Ignácio Lula -mucho más pragmático, inteligente y calculador que el colombiano Petro, un personaje polémico y enfermo-  y Chile, Argentina, Perú y Bolivia no moverían ni un dedo por la suerte de Maduro, al que aborrecen, sino más bien lo contrario: facilitarían su salida, aunque fuera por la fuerza, y verían con satisfacción un cambio político en Caracas. 

También hay serias dudas acerca del alcance y objetivos de este dispositivo militar norteamericano en el Caribe, frente a las costas de Venezuela, pues, vistos los antecedentes históricos, no debemos de obviar que en la primera administración Trump no hubo intervenciones militares ni acciones arriesgadas durante su mandato, a diferencia de anteriores administraciones con una larga lista de arriesgadas y dudosas “aventuras militares” (Afganistán, Irak e Irán, por citar algunas), casi todas fallidas, todo hay decirlo. Ante qué estamos, por tanto, ¿ante una mera exhibición de fuerza frente dos países que cuestionan el poder político y militar de los Estados Unidos, como Venezuela y Colombia, o ante un plan detallado que contempla finalmente una intervención militar en el país caribeño para poner fin a la dictadura del narcodíctador Maduro? 

La respuesta es compleja pero, por lo que se percibe de cara a la galería, en la administración Trump conviven dos líneas de acción bien distintas con respeto al régimen venezolano: por una lado, la propia del presidente, mucho más prudente pese a sus exabruptos y declaraciones rotundas contra sus adversarios (como Petro), pero siempre reacio a opciones militares que impliquen soldados sobre el terreno y riesgos inciertos; y, por otro lado, la del Secretario de Estado, Marco Rubio, que siempre ha tenido en el punto de mira a Maduro y que contempla toda las opciones, incluidas las militares, para acabar con él que considera como el enemigo número uno de los Estados Unidos. ¿Cuál de esas dos líneas prevalecerá? El tiempo nos dará la respuesta.