Crónicas de nuestro tiempo

El silencio tiene un precio

Tal como se veía venir, el futuro inmediato de Venezuela -y, de paso, el ascenso imparable de Trump- nos coloca en un momento de esplendor, noticia y esperanza para quienes hemos soportado con dolor e impotencia la indecente actitud sanchista: ese servilismo vergonzante hacia el criminal dictador venezolano y ese desprecio absoluto por Corina Machado y Edmundo González, vencedores legítimos de los comicios de julio de 2024.

Maduro lo sabe. Sabe que Trump va en serio. Sabe que no tiene salida. Sabe que puede vociferar cuanto quiera el supuesto arrojo de su ejército y de la población civil, pero también sabe - porque todos lo sabemos- que morirán algunos y que la mayoría se rendirán en cuanto la realidad del miedo aplaste el teatro del farol bolivariano. A Maduro solo le queda pactar con Trump su salida de Venezuela.

Delcy Rodríguez ya ha empezado a lanzar mensajes al mundo dejando caer que nadie empuñará las armas. Delcy sabe que la única opción que les queda es mendigar el perdón de Trump para huir a algún país amigo antes de que se les cierre la puerta del infierno que ellos mismos crearon.

Pero el problema real para el dictador bolivariano llegará cuando deba elegir qué bestias bípedas de su círculo le acompañarán en esa fuga, para evitar ser juzgados y condenados como lo fue el panameño Noriega. Y sabe también Maduro que Trump no permitirá que escapen indemnes los cabecillas del cártel de los Soles, que han podrido el ejército, la inteligencia, la legislatura y la judicatura de Venezuela, corrupción que ya empieza a asomar sus tentáculos en nuestro propio país.

Para Trump sería un triunfo encontrar un país dispuesto a brindarle asilo político a Maduro por “compasión humanitaria”, evitando una entrada militar directa -costosa en vidas- y permitiéndole presentar la operación como una liberación sin sangre. Incluso, en ese escenario, no faltaría quien lo propusiera para un Nobel de la Paz.

Además, Trump, en su cruzada contra la inmigración ilegal -esa misma que Sánchez necesita convertir en votos para el 2.027- tiene el interés añadido de devolver a Venezuela a miles de delincuentes liberados por el régimen para sembrar el caos en Estados Unidos. Trump y Maduro saben perfectamente que una entrada militar en Venezuela podría ser un paseo, jaleado desde balcones y aceras como un auténtico ejército de liberación.

A Maduro solo le queda escapar con el riñón cubierto: el oro saqueado y los más de 800 millones de dólares que, según la web venezolana El Expediente, tiene en el Banco Vaticano. Esa misma publicación asegura que otros expresidentes latinoamericanos como Juan Manuel Santos, Cristina Fernández, Lula da Silva, Evo Morales, Rafael Castro y Daniel Ortega seguirían la misma ruta financiera. El Expediente afirma que todos ellos tendrían cuentas en el IOR, el famoso Banco Vaticano que lógicamente lo niega.

Y ahora viene una hipótesis que podría ocurrir:

Si reaparece el eterno “amigo” y socio sentimental de Maduro, José Luis Rodríguez Zapatero, para mediar -cómo no, “por razones democráticas y humanitarias”- con el gobierno de su socio Pedro Sánchez y ofrecer en nombre de la democracia con el pueblo venezolano  un modelo de paz para evitar una guerra;  el exilio dorado del dictador en España.

¿Y por qué lo haría?

Porque Maduro guarda información suficiente para arrastrar a más de uno de esos personajes políticos españoles de los que siempre hemos sospechado de trapichear con el régimen bolivariano. Podría finalmente saberse quién, además de las saunas financió la campaña de Pedro Sánchez para empezar, y al PSOE después (.!.) y al igual que el Vaticano niega..., ellos, refugiados en el mismo lema de ocultación y silencio, asegurarse el secreto de su supuesta corrupción.

De esta manera, una vez más, Pedro Sánchez -de la mano de su infatigable aliado, Felipe sexto izquierda- volvería a colocarse en el centro del escenario internacional junto a Trump, que es, en el fondo, lo que él quiere y alimenta a los narcisistas sin escrúpulos, al tiempo que embelesa a las Margaritas Robles de su corte de secuaces.