La salud global ante la retirada de fondos a la OMS
La reciente publicación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la “emergencia financiera sanitaria” ha pasado casi desapercibida entre la avalancha de noticias diarias. Sin embargo, su importancia es extraordinaria. El documento responde a un hecho que ya está teniendo consecuencias palpables: la retirada o reducción repentina de fondos internacionales para programas sanitarios, especialmente tras el anuncio de Estados Unidos, a comienzos de 2025, de suspender y disminuir de forma drástica su ayuda a la cooperación internacional en salud. A este movimiento se han sumado, con mayor o menor intensidad, otros países donantes. El resultado es una reducción estimada de más del 30% de la ayuda sanitaria externa para este año.
Es cierto que ayudas de la OMS en algunos países en vías de desarrollo han acabado en circuitos de corrupción y, aunque no sea una regla general, esos casos aislados han pesado mucho en la administración Trump, que ya sabemos cómo se las gasta, en temas sanitarios y organizaciones que considera ideologizadas, aunque no lo sean.
En Malawi, por poner un ejemplo, más del 45% de los fondos destinados a combatir la malaria provenían de programas internacionales. Algo parecido sucede en Camboya, donde la abrupta disminución de fondos ha obligado a suspender parte de los programas comunitarios de vigilancia epidemiológica y control de enfermedades infecciosas, esenciales en zonas rurales. Allí, la pérdida de profesionales y de intervenciones preventivas tiene un efecto que no se ve de inmediato, pero aparece apenas pasan unos meses: reaparición de brotes e incremento de la mortalidad
La OMS, consciente de la magnitud del problema, propone en su informe una respuesta prudente: proteger los servicios esenciales, concentrar recursos en lo urgente, reforzar la financiación pública interna y evitar la proliferación de estructuras paralelas o duplicadas.
Además, las consecuencias no se limitan al ámbito estrictamente sanitario. El turismo, motor económico clave para muchos países, también se resiente. Cuando se detecta un brote de malaria descontrolada o de enfermedades infecciosas transmisibles, los gobiernos y las agencias internacionales de viaje emiten alertas.
El recorte de ayudas puede parecer, en algunos países donantes, una decisión económica o políticamente conveniente; pero sus efectos a medio plazo serán costosos, también para ellos: mayor riesgo de brotes, mayor presión migratoria por motivos sanitarios y menor estabilidad internacional.
La salud pública, hay que considerarla una forma de solidaridad organizada. Cuando se debilita, todos perdemos. Y eso, conviene recordarlo, no es una opinión: es una realidad histórica.