Crónicas de nuestro tiempo

El origen histórico de Palestina

El término "Palestina" arrastra consigo siglos de historia, guerras, civilizaciones extintas y manipulaciones ideológicas. Para comprender su verdadero origen -lejos de los panfletos ideológicos y las proclamas revisionistas- debemos remontarnos a la Edad del Bronce, cuando las tribus amorreas, hurritas e hititas irrumpieron en el antiguo territorio de Canaán, habitado originalmente por pueblos semitas occidentales. Estas oleadas invasoras dieron lugar a un mosaico étnico y cultural que formaría lo que posteriormente serían denominados "los cananeos", un término general que la Biblia y los primeros textos egipcios usaron para describir a los pueblos que vivían en la franja del Levante oriental.

Los filisteos, fueron el origen del nombre de Palestina hacia el siglo XII a.C., cuando llegaron a aquellas tierras. Eran un pueblo de los llamados "Pueblos del Mar", probablemente originarios del mar Egeo, posiblemente de Creta o Anatolia Occidental. Se establecieron en la franja suroeste del actual Israel, entre Gaza, Ashkelon y Asdod, formando una pentápolis. No eran semitas, sino indoeuropeos. De hecho, su idioma y cultura eran distintos a los de los cananeos o hebreos. De ellos proviene, etimológicamente, la palabra "Philistia" o "Philistines", de la que derivaría siglos más tarde el término "Palestina", aunque para entonces ya no existían.

Paralelamente, otro grupo semita nómada, originario del otro lado del río Éufrates, migró hacia el oeste: los hebreos. Estos establecerían los reinos de Israel (al norte) y Judá (al sur), así como otros estados vecinos como Edom, Moab y Amón, que ocupaban los actuales territorios de Jordania y el sur de Siria.

Para el siglo VIII a.C., Asiria había conquistado el Reino de Israel; y en el 586 a.C., el Imperio Neobabilónico de Nabucodonosor II destruyó el Templo de Jerusalén y deportó a los judíos a Babilonia. Posteriormente, los persas permitirían su regreso bajo Ciro el Grande.

En el siglo I a.C., tras siglos de dominio persa, griego y asmoneo, Roma toma Judea en el año 63 a.C. mediante el general Pompeyo, estableciendo un protectorado que acabaría convertido en provincia.

Tras la revuelta judía del 66-73 d.C., sofocada por Tito con la destrucción del Segundo Templo, y la aún más devastadora revuelta de Bar Kojba (132-135 d.C.), el emperador romano Publio Elio Adriano ordenó borrar cualquier vestigio de la identidad judía de la región. El pueblo judío siempre ha sido perseguido por su capacidad intelectual y pragmatismo.

Como medida punitiva, renombró la provincia de "Judea" como "Syria Palaestina", en referencia a los ya extintos filisteos, enemigos bíblicos e históricos de los israelitas. El objetivo era claro: humillar y eliminar simbólicamente la memoria del pueblo judío en su tierra ancestral.

Desde entonces, la región conocida como "Palestina" -que siempre fue tierra de los israelitas- comenzó a ser dominada sucesivamente por poderes extranjeros: el Imperio Bizantino, los califatos árabes omeya y abasí, los cruzados cristianos, los mamelucos egipcios y, finalmente, el Imperio Otomano (1517–1917). 

Durante todo este tiempo, nunca existió un estado independiente llamado Palestina, ni un gobierno árabe autónomo. La región fue siempre una provincia subordinada: parte del vilayato de Siria o administrada desde Damasco o El Cairo.

Con la caída del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones encomendó a Gran Bretaña el Mandato de las tierras denominadas Palestina en 1920. El objetivo era administrar el territorio y facilitar el establecimiento de un "hogar nacional judío", según la Declaración Balfour (1917), pero también garantizar los derechos de las comunidades no judías.

Tras décadas de tensiones, la ONU aprobó la Resolución 181 en 1947, dividiendo el territorio en dos estados: uno judío y otro árabe. Los judíos aceptaron; los árabes lo rechazaron. Al día siguiente de la proclamación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948, cinco naciones árabes (Egipto, Siria, Irak, Líbano y Transjordania) lo invadieron con la intención de echarles al mar para exterminarlos a todos. Fracasaron y sucedió al revés, porque el pueblo judío, menos numeroso pero más inteligente y estratégico, que todos ellos juntos; aunque muy dotados de hombres y armamento, fueron derrotados país a país.

Desde entonces, cada guerra -en 1948, 1956, 1967, 1973 y en múltiples conflictos posteriores-  ha tenido como resultado el fortalecimiento de Israel y la autoderrota del liderazgo árabe-palestino, que, en vez de construir un Estado sobre la base del compromiso, optó por el terrorismo, el crimen, la propaganda y la victimización internacional.

No hay evidencia histórica, arqueológica ni documental de que haya existido un Estado palestino en la Antigüedad, ni tampoco un pueblo llamado así antes del siglo XX. El término "palestino" comenzó a usarse como identidad nacional diferenciada a partir de los años 60, con la creación de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en 1964, encabezada por Yasser Arafat (el mayor terrorista de la historia) cuyo mensaje era que de padres a hijos se transmitiese el odio a los judíos y el sacrificio de mujeres y niños ofreciendo su vida prestándose a realizar atentando en autobuses, colegios, establecimientos, etc., cuyas muertes serían compensadas por su dios Alá en el cielo.

Hasta entonces, los árabes de la región se definían como sirios, jordanos, árabes o simplemente musulmanes. Irónicamente, antes de 1948, el término “palestino” se aplicaba tanto a árabes como a judíos que vivían bajo el Mandato británico. Por ejemplo, el Palestine Post (hoy Jerusalem Post) era un periódico judío.

Negar el vínculo del pueblo judío con su tierra ancestral no es una posición política: es una forma camuflada de antisemitismo histórico.

Desde la Diáspora forzada por Roma hasta los pogromos de Europa Oriental, pasando por la Inquisición, los guetos, las leyes raciales y el Holocausto, los judíos han sido el chivo expiatorio predilecto de fanáticos religiosos, dictadores e ideólogos totalitarios.

El Estado de Israel fue la respuesta del pueblo judío al exterminio planificado por Europa y al abandono cómplice de muchas naciones occidentales. El sionismo no es colonialismo: es el derecho natural de un pueblo a regresar a su hogar ancestral.

Israel no se irá. No lo ha hecho en 3.000 años, pese a imperios, cruzadas, califatos, nazis y yihadistas. Y los palestinos -que sí merecen un Estado digno y viable- no lo tendrán mientras sus líderes prefieran la yihad, el atentado terrorista y el crimen organizado, a la convivencia, el victimismo al realismo y la destrucción a la construcción, junto a los cientos de millones de dólares que lamentablemente se les regala en nombre de la caridad y la torpeza.

El problema no es Israel. El problema es que, desde 1948, ningún dirigente palestino ha querido fundar un Estado. Todos han preferido destruir uno.

Palestinos con premio nobel solo ha habido uno; un terrorista llamado Yasir Arafat, otorgado por el afán de concordia, intentando vanamente conseguir la paz entre un estado democrático y un pueblo fanatizado por su dios y el engaño terrorista para conseguir fondos internacionales y sobrevivir en la incultura, la miseria, la vaguería, el crimen y el odio..., a quienes llaman infieles por no creer en su Alá; mientras que el mundo, ha concedido al pueblo israelí: 13 premios nobel a notables investigadores y científicos, amen de a 97 ciudadanos inventores de grandes adelantos que para el resto del mundo han sido cruciales, a partir de regresar a unas tierras áridas y desérticas que hoy son un vergel de industrias, tecnologías, grandes inventores, científicos y demócratas, mientras gazatíes y cisjordanos malviven con el dinero que les queda después de invertir en cohetes, armamento, chalecos bomba, misiles y toda clase de estrategias terroristas, sumergidos en el odio, atentados, ovejas, burros, vagabundos, incultura, fanatismo, entelequias divinas y sin piedad humana.

La prueba indiscutible del error de quienes por compasión dan la cara por gazatíes palestinos, es que ni  Egipto ni Jordania ni ningún país musulmán, esta dispuesto a acogerles, recordando su mala experiencia cuando en el pasado lo han hecho, como fuese el atentado que cometieron contra el entonces presidente de Egipto anwar el Saddat, o el "septiembre negro" en Jordania que a punto estuvieron de derrocar al Rey, sin olvidar el Líbano, donde durante más de 15 años mantuvieron a aquel pacifico país en situación de Guerra y atentados.

Los palestinos, salvo raras excepciones, son como los marroquíes y argelinos, en el mundo, que salvo excepciones también, su fama delictiva les acompaña, y ellos lo saben y reconocen.

En España, los sociocomunistas renegados no comentan las matanzas en Ucrania, ni los asesinatos de cristianos en Nigeria, ni los crímenes contra Drusos en Siria ni los crímenes en China, ni las dictaduras de Cuba, Venezuela, Nicaragua, etc. Solo culpan a Israel por defenderse y perseguir a los terroristas Gazatíes que junto con Irán, son los enemigos del mundo. Es el odio actual español a la democracia.