Notre Dame
Hace cinco años, el 15 de abril de 2019, ardía Notre Dame, una catedral señera del estilo gótico, puntal católico que se yergue a los pies del Sena, en París, como una nave celestial que atravesara las aguas del ecumenismo cristiano. Fue una dolorosa visión, ver cómo ardía el templo parisino de la cristiandad por un incendio, aparentemente accidental. Lo que no es un accidente es la ausencia de toda representación española en el acto de reapertura de Notre Dame, el pasado 7 de diciembre. El ministro de cultura, Ernest Urtasun, ha rechazado la invitación a este evento de magnitud mundial; sin embargo, si asistirá a una función de circo en el recinto ferial IFEMA.
La reapertura al público de Nuestra Señora de París congregará a jefes de Estado, monarcas, diplomáticos y altos dirigentes de todo el planeta, desde Donald Trump al príncipe Guillermo de Inglaterra. La ocasión bien lo merece, Notre Dame es un referente en la historia de la humanidad, dejando aparte confesiones religiosas. Aquí no se trata sólo de espiritualidad, que también, sino de una manera de conducirse en la vida, del respeto por las instituciones, por las naciones, por el cargo que uno ostenta, más allá de si es una catedral, una mezquita o una sinagoga la que ha sido reconstruida luego de un fatal incendio.
La ausencia de representantes del Gobierno español en París para tan magna ocasión, es otra mancha indeleble en su hoja de servicios. El señor Urtasun prefiere ir al circo; no es de extrañar, siendo como es del ramo comunista del ejecutivo. Aun así, por lo ya mencionado, hasta un comunista como él, debería tener la altura de miras necesaria para acudir a la reapertura de Notre Dame; debería asumir las responsabilidades de su ministerio; debería escamotear sus prejuicios en pro de la solidaridad con el pueblo francés, y, por ende, con la cultura universal.
Es mucho pedir, lo sé, para un ministro de rancio sesgo comunista. Qué le importa a este Gobierno el culto católico, qué le importa que arda una catedral cristiana; qué le importa lo que simboliza la monumentalidad de Notre Dame. Qué le importa al ministro de cultura, sí, al de cultura, el tesoro que guarda el mayor templo cristiano de París. Urtasun ha sido invitado, pero prefiere ir al circo. Lo fácil es decir que ha hecho el payaso, pero no, ellos no tienen la dignidad de un payaso. No tienen vergüenza, no tienen ni una pizca de empatía por el sentimiento del prójimo, de los que celebramos la reapertura de la catedral que Víctor Hugo hizo protagonista en su popular novela. En la ficción, el jorobado Quasimodo siente la catedral como su refugio; en la realidad, el ministro de cultura español, el bolchevique Urtasun, ha jorobado el buen nombre de su ministerio declinando la invitación a ser testigo de un evento histórico, primando su sectarismo por encima del cargo. Un cargo que le impone un compromiso con la cultura, también la de origen cristiano. Pero, qué sabrá él de compromisos, ni de cristianismo, ni de cultura. En fin, que disfrute del circo, más acorde con su espíritu titiritero.