En memoria de José María Ballester
José María Ballester ha sido un español universal. Un español ejemplar en todos los órdenes y un señor en el más profundo sentido del significado. Su trayectoria es la de quien antepuso los principios y valores para el ejercicio de cualquier responsabilidad. Un modelo de comportamiento que dignifica a la persona por encima de cualquier posición en la sociedad o de cualquier trabajo y responsabilidad que uno pueda imaginar.
Deudo de la nobleza en sus más profundas exigencias y expresión máxima de compromiso en su ejercicio y en su comportamiento.
Tuvo una altísima responsabilidad en Europa en la que de nuevo supo anteponer los principios y valores imperecederos para acometer cualquier proyecto europeo. Impulsor de los itinerarios culturales del Consejo de Europa, como el Camino de Santiago, con una visión permanentemente humanista del patrimonio. Supo vincular el paisaje como elemento esencial y que devino en la firma del Convenio Europeo del Paisaje, firmado en Florencia, y unir a ello el territorio, los recursos naturales, las economías locales y la sabiduría popular ancestral .
Le debemos quienes hemos luchado, y seguimos haciéndolo, por la preservación de Numancia y la transmisión de sus valores incólumes a las siguientes generaciones, junto a otras muchas personas también, que la heroica ciudad haya ganado la batalla veintidós siglos después a quienes no creen en nuestra historia ni en nuestros profundos valores. A quienes no creen en la enseñanza de lo que Numancia representa como depositaria del honor, la dignidad, el sacrificio, la independencia, la paz, y como broche, del supremo valor de la libertad que Numancia encabeza como el mayor bien de la humanidad.
Tuve ocasión de acompañar en distintas ocasiones a José María Ballester a Numancia y de él aprendí lo que significa un paisaje cultural. Ese paisaje en el que se enmarca y que irradia desde su epicentro la heroica ciudad y que cuando lo contemplamos hemos de imaginar lo que allí aconteció hace veintidós siglos, donde un pueblo indómito se enfrentó al ejército más poderoso del mundo, derrotándole durante veinte años, y que cuando todo terminó Roma quiso honrar para siempre. A partir de ahí se acrisolo la cultura romana, y también su herencia de Grecia, aportando la religión, la lengua, el derecho, la ciudad , las infraestructuras, la ciudadanía…, junto a los valores intangibles de esos héroes numantinos… el honor, la dignidad, el valor, la independencia, el sacrificio, la paz, y el supremo valor de la libertad, que fundidos con la vertebración cristiana, junto al descubrimiento y la primacía de la dignidad de las personas, han devenido en la creación de los derechos humanos y de la propia democracia. En definitiva, desde ese paisaje numantino José María Ballester supo hacernos comprender lo que representa la custodia de los valores supremos que esa inhóspita colina guarda, y que constituyen, como él siempre quiso enseñarnos, lo mejor de nuestra civilización cristiana y occidental.
José María Ballester, un ejemplo para siempre de investigación y de acción, en la vanguardia del conocimiento cultural y humanístico, compilador de su esencia, y ejemplo del atesoramiento de la mejor herencia moral de la sociedad a través de los siglos, y de lo que un auténtico señor nos enseña en bien de lo que fue, de lo que es y de lo que ha de ser siempre el honor, la dignidad y los mejores valores de España.
A José María Ballester le deberemos siempre poder continuar, aunque humildemente en su labor, que con sutil maestría nos enseñó, para no desviarnos jamás del firme camino de la rectitud.