Mascarada
La política tiene sus antojos y es de ver cómo guarda ciertos paralelismos con otras artes, por ejemplo, el cine. El caso “Koldo”, también conocido como el caso “Ábalos” y, por extensión, el caso “PSOE”, pudiera muy bien ser una secuela de la famosa saga Torrente, el brazo tonto de la ley.
Más allá del parangón físico entre el otrora ministro de Transportes y el personaje de Segura, observamos un evidente comportamiento estúpido del primero al frente de un cargo público. Delegar en Koldo ciertas responsabilidades no parece muy inteligente; si bien, la asunción de los hechos, la más que probable malversación ejercida durante la pandemia, es imputable al señor Ábalos, que dice no saber nada y muestra una sorpresa que desmiente su gesto torrentiano.
La película de las mascarillas es coral, tiene muchos personajes: Francina Armengol, presidenta del Congreso, el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, el de Interior, Fernando Grande-Marlaska, el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, y el que fuera ministro de Sanidad, Salvador Illa. Y, como peor director posible, el propio Pedro Sánchez. Éste último, todavía tuvo la desfachatez de aludir al caso del hermano de Isabel Díaz Ayuso, archivado el junio pasado por la Fiscalía Anticorrupción.
Esta de las mascarillas es una película de suspense, además de zafia, porque esconde tramas políticas que hacen reflexionar al espectador. Nos cuestionamos porqué cesó de manera fulminante el presidente del Gobierno al que fuera su hombre de confianza y número tres del partido. Desconocemos aún el alcance y si se convertirá, como la del Torrente genuino, en una saga que pase a los anales de la corrupción política española o tan solo quede en el imaginario popular, como acervo de la cultura suscrita al envilecimiento de la cosa pública.
De momento, Ábalos se ha visto obligado a dimitir como presidente de la Comisión de Interior del Congreso. Era demasiado escarnio que un presunto corrupto presidiera un foro de propuestas para combatir la corrupción.
En cualquier caso, es un episodio más de esa hipocresía que el Sanchismo atribuye a la oposición; ellos, los inmaculados que aprovechan una de las mayores tragedias de la historia reciente para lucrarse. Por eso, también resulta una película de terror, un thriller protagonizado por figuras que entran en política para el desprestigio de ésta. Es la otra pandemia, la de la mala praxis política, para la que no se ha inventado vacuna.
El asunto de las mascarillas es el trasunto de la mascarada permanente en la que vive el gobierno de España. Un sarao de políticos que encubren sus tropelías detrás de un visillo translúcido que deja sus vergüenzas a la vista. A decir verdad, la filmoteca socialista está dejando una turbulenta saga del peor cine negro, con las características propias del género: misterio, fatalidad, miedos, traición, y total carencia de optimismo. Lo peor de todo es que nosotros, los espectadores, agarrados a los brazos de la butaca, ya sabemos cómo termina la película, y no tiene un final feliz.