El peligro
El peligro tiene muchas formas y se presenta cuando menos lo esperas. El peligro es un cuchillo en mano indebida; una pistola que apunta por la espalda; un veneno en el vaso equivocado; una serpiente bajo la hojarasca que pisamos; un tiesto que se escurre desde lo alto de un alfeizar... El peligro llega a deshora, sin ser convocado, actúa y huye, como un ladrón pillado in fraganti.
Aquí, en España, el peligro tiene nombre y apellidos: Pedro Sánchez Castejón. Es un peligro esperado, ya le conocemos. Eso sí, a la mitad de los españoles les parece perfecto que alguien empeñado en destruir la convivencia se perpetúe en la presidencia del país. Agitar el espantajo de la ultraderecha les resulta muy rentable, nada mejor que la falta de memoria para cometer los mismos errores una y otra vez. La izquierda española es amoral, esa es una verdad objetiva. Otrora no lo fue, pero el sanchismo entiende que la gobernabilidad de una nación se sustenta en la discordia.
Sánchez está encantado de llevarnos al estercolero de la sinrazón. Disfruta erosionando la democracia, en la esquizofrenia política, él sale siempre ganador. Toda bellaquería es poca: da igual que le acorrale la justicia, da igual que blanquee y sea refrendado por aquellos que desean dinamitar España, da igual que manipule las instituciones, las públicas y las privadas, en aras de apuntalar lo que ya es un totalitarismo sin disimulos. El peligro es Sánchez, es la gran amenaza que sobrevuela nuestras cabezas como una espada de Damocles. Sus aduladores parecen entusiasmados con el horizonte de ruptura nacional, con el guerracivilismo recurrente, con la carta del franquismo que tiran sobre el tapete cada vez que ven perdida la jugada.
Ni el cuchillo, ni la pistola, ni el veneno, ni la serpiente, ni el tiesto, nada hay tan peligroso como el actual huésped de la Moncloa. Se siente invencible en su papel de estratega del mal. Es incuestionable que, en ese rol maléfico, es único. Ni siquiera tras perder las primarias del PSOE en 2016 cayó en el desaliento, su afán de medrar le hizo retomar el poder orgánico del partido socialista, el resto de su perversa historia política es de sobra conocida. No alberguen dudas, Sánchez es el mayor peligro para la cohesión y desarrollo de nuestro país. Una sociedad no progresa en la falsedad, no mejora con los bulos, no avanza a golpe de malicia.
Los que caricaturizan a Donald Trump, no reconocen que la política sanchista es pura caricatura. Una caricatura sin gracia, cuyos derroteros nos conducen a una insania social, allí donde el doctor Sánchez desea instalarnos. Nos quiere ver atribulados, desamparados, desorientados, confusos, solo así él puede representar a ese mesías demencial que habita en su imaginario.
En la bronca política, Sánchez respira. Nada le gustaría más que lavar el cerebro a todos los españoles. La ciudadanía como un ejército civil a su servicio. Sin criterio, sin capacidad de reflexión, sin resquicio ético alguno, sin atisbo de asombro frente a sus vesanias. Es cierto que, en parte, ya lo ha conseguido, la mitad de los votantes padecen amnesia electoral. Les parece correcto que tengamos comunistas en el ejecutivo, que filoetarras y sediciosos sean socios de gobierno, hecho intolerable que se convierte en moneda de cambio para blindar los fines sanchistas. Han parido un monstruo que juega con la democracia.
El peligro es Sánchez. Capaz de cualquier atrocidad para salvar el pellejo y eternizarse en el poder. Lo último, poner a su particular capo en Telefónica (una invasión más que sumar a la larga lista de colonizaciones sanchistas: Indra, Correos, Hispasat, RTVE, el CIS, el INE, el Constitucional). Mantengamos la alerta social, velemos por la seguridad del Estado de derecho, seamos conscientes del peligro al que nos enfrentamos. Luchemos por impedir que el mayor embustero de la democracia española moldee nuestro país a su imagen y semejanza, no se me ocurre otro peligro que comprometa más la libertad del reino de España. No será porque no estemos avisados.