La galería

El criticón de Baltasar Gracián

Hace unos años, sin cumplir la treintena, compré en una librería de viejo una edición antiquísima del Criticón de Baltasar Gracián. Esa edición se la regalé a un buen amigo vasco, Germán Yanke, que falleció hace tiempo, íntimo amigo, a su vez, de Jon Juaristi. Hoy retomo, recordando a los dos, de la extensa obra del genial autor, un libro que debería estar en la mesilla de noche de todo político, escritor, profesor que se precie. Dadas las circunstancias actuales, con mucha más similitud con el Barroco de lo que algunos creen, debería ser también lectura obligatoria en institutos y universidades. ¿Por qué ahora?

La razón es sencilla: la burricie campa a sus anchas como nunca hemos visto en la España actual, la información, siempre sesgada y manipulada, no cumple, salvo excepciones, la función a la que está destinada, la educación, en unas décadas, se ha degradado de tal modo que los docentes debemos hacer grandes esfuerzos, amando la enseñanza, para sacar adelante a unos adolescentes abducidos por las redes, las pantallitas, la docilidad. Y así, sucesivamente. Sálvese quien pueda o ahora o nunca son las máximas con las que muchos forjan sus redes para captar a las personas menos formadas, inmaduras y crédulas. Hay que estar muy atentos a las señales. Siempre.

Baltasar Gracián propone mediatizar la imagen del hombre en más de un sentido, y el instrumento privilegiado de ese procedimiento es la palabra. Es esencial la idea de que no sólo en las coordenadas espaciotemporales se consolida la imagen de persona verdadera sino también en los juegos conceptistas de síntesis, elusión y sobreentendido. Estos y otros inteligentes recursos, como el juego bifronte y la convivencia de la alegoría con lo verosímil hacen que la imagen humana del Criticón sea capaz de contener, de manera problemática, la imagen del mundo. De manera que los múltiples accesos al sentido quedan cifrados, no solo en las coordenadas espaciotemporales, sino también en los juegos lingüísticos de la agudeza, las imágenes alegóricas, los periodos discursivos, en el proyecto total de la peregrinación de Critilo, un hombre experimentado, y Andrenio, el hombre natural: la peregrinación de todos nosotros, de todos los conscientes, la peregrinación a través del análisis de la moral y la ética de nuestro tiempo, un análisis pesimista al que salva el acercamiento a la sabiduría, el amor y la honestidad, virtudes que se hacen defectos en los regímenes totalitarios, las sociedades adoctrinadas y el desprecio a la lectura profunda.

Lean o relean a Baltasar Gracián. Ya me contarán…