La Boca, Paese Genovés
La historia oficial de las artes plásticas en la Argentina ha sido escrita respetando a pie juntillas las imposiciones del criterio euro centrista reinante en el momento histórico en que nació, entendido como modelo de explicación basado en la tradición construida a partir del Renacimiento italiano y llega hasta el mismo siglo XX.
A pesar que, especialmente en los siglos XIX y XX, investigaciones científicas realizadas en los continentes asiáticos, africano y americano, permitieron dar a luz la existencia de valiosas civilizaciones desconocidas hasta entonces, en particular sus peculiares expresiones de arquitectura, escultura e inclusive pinturas, dichos acontecimientos trascendentes no alteraron los patrones de construcción históricos y culturales de la teoría artista de la Europa occidental hasta nuestros días
Este pequeño preámbulo parece indispensable adelantarlo cuando vamos a referirnos a la historia de las artes escrita en nuestro país desde finales del siglo XIX, que lo ha sido bajo el patronazgo intelectual de los mencionados supuestos.
Sabemos que nuestro país nació y se organizó en el siglo XIX político y jurídicamente bajo el influjo cultural del espíritu francés y en el orden económico dentro de los lineamientos impuestos por el imperio inglés.
Siguiendo esas coordenadas se creó el Museo Nacional de Bellas Artes antes que concluyera dicho siglo, al tiempo que se organizaban los cursos de enseñanza de las artes plásticas siguiendo el canon clásico.
Sintéticamente expuesto, imponía mostrar la oposición tradición /vanguardia, o arte central versus arte regional y muy tangencialmente arte cosmopolita versus arte marginal.
Nunca, en cambio, hasta donde llega mi conocimiento, se planteó en la época la aporía arte metropolitano/arte inmigrante.
Y en nuestro caso- me refiero al arte argentino- esa es la perspectiva más interesante para nosotros, si consideramos que cuando hablamos de “arte inmigrante” nos estamos refiriendo a la peculiar escuela que se desarrolló con una energía notable en los albores del siglo XX y se extendió hasta pasada su media centuria, en un pequeño pueblo de pescadores que no superaba en mucho los tres kilómetros de extensión y se encuentra localizado en el extremo sureño de la ciudad, que sin embargo sufrió la indiferencia y hasta el menosprecio de la mirada metropolitana, que no encontró sustento para comprenderla como problema estético a lo largo de sus décadas de existencia.
Pese a ello, fue definiéndose desde sus míticos comienzos en un asentamiento territorial que tenía como epicentro al Riachuelo de los Navíos, en torno del cual fue expandiéndose una sociabilidad que tuvo sus raíces en la Italia genovesa y terminó de cobrar fisonomía propia en sus orillas.
Sin duda que su geografía tanto como su conformación demográfica, que encuentra sustento en el mencionado predominio de la población itálica, explican su inclinación a “la lírica y a las artes plásticas” de muchos de sus habitantes, proceso que en su maduración produjo la aparición de un mundo de imágenes que responden a un complejo fenómeno humano que va mucho más allá de una simple explicación puramente estética.
Lo cierto es que para finales del siglo XIX, La Boca del Riachuelo se encuentra articulada en torno a su vía marítima y ha desarrollado una espiritualidad peculiar, vinculada a las ideas políticas, sociales y estéticas gestadas en su interior.
Su estructura institucional responde claramente al modelo de la ciudad autónoma antigua y el lenguaje, sobre el cual se teje el desarrollo de la sociabilidad, suena casi incomprensible para los foráneos, como lo atestigua el periodista del diario matutino “La Prensa” que en el año 1902 recorre sus calles y le resulta imposible comprender el habla que circula entre sus habitantes, según lo cuenta el historiador clásico del barrio, Antonio Bucich.
Para ese entonces, ya ha ocurrido veinte años atrás, el episodio obrero sindical que generó un conflicto de gran repercusión social, que llevó a sus trabajadores a rechazar la intervención del gobierno nacional, alegando que el mismo no tenía derecho a intervenir en “cuestiones de genoveses”, al tiempo que se declaraban “súbditos” del gobierno italiano, y pocos años más tarde la polémica política, económica e ingenieril sobre la instalación del puerto de la ciudad que culminó con “el triunfo de los políticos sobre los ingenieros”
Es ese el contexto social y cultural hace su aparición inesperada el maestro fundador de la escuela artística “inmigrante”, el luccense Alfredo Lazzari.