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Madrid 2050: el desafío de diseñar una ciudad para un millón de habitantes más

Vivienda - wirestock

Si nada cambia, en 15 años vivirán en la Comunidad de Madrid más de un millón de personas adicionales. Esa cifra, tan rotunda como inquietante, define el mayor reto urbano de las próximas décadas en la región: cómo absorber ese crecimiento sin colapsar el mercado de la vivienda, sin desbordar infraestructuras, y sin destruir la calidad de vida que ha convertido Madrid en polo de atracción global.

Pero la realidad es tozuda: Madrid no está preparada. Así lo afirman sin matices urbanistas, arquitectos, promotores inmobiliarios y administraciones públicas, que coinciden en el diagnóstico de un sistema urbanístico desfasado, unos procesos administrativos eternos y una alarmante falta de suelo disponible para cubrir la demanda futura de viviendas.

Para abordar este reto ha nacido Madrid 2050, una plataforma de colaboración público-privada que agrupa a más de 80 entidades —empresas, colegios profesionales, universidades, ONG, administraciones— con un objetivo común: rediseñar colectivamente la ciudad que tendrá que soportar el peso demográfico, económico y ambiental del futuro.

“Hoy en día, el urbanismo madrileño no está preparado para absorber un millón de habitantes más. Nos faltan instrumentos de planificación adecuados y sobra complejidad burocrática. Si no actuamos con urgencia, no llegaremos a tiempo”, advierte Miguel Díaz Batanero, director de Suelo en Metrovacesa.

Una ciudad que crece… pero sin suelo ni viviendas

Las previsiones oficiales son claras. Entre 2025 y 2040, la Comunidad de Madrid pasará de los actuales 6,9 millones de habitantes a superar los 8 millones, impulsada por la inmigración internacional, el dinamismo económico y el atractivo de la capital como hub cultural, tecnológico y empresarial.

“Tenemos en marcha planeamientos para unas 240.000 viviendas, contando proyectos como Madrid Nuevo Norte o los desarrollos del Sureste, pero necesitamos cerca de 600.000. El desfase es brutal”, subraya Ángela Baldellou, directora gerente del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM).

Ese cálculo no es una exageración. Según el urbanista José María Ezquiaga, la Comunidad de Madrid afrontará en 2039 un déficit superior a las 296.000 viviendas, incluso duplicando el ritmo actual de producción. El diagnóstico se repite en foros profesionales, estudios privados y en las cifras del Instituto Nacional de Estadística.

La consecuencia es conocida: precios disparados, alquileres inasequibles y miles de jóvenes condenados a compartir piso incluso con trabajo estable. Hoy en Madrid el precio medio de la vivienda nueva ha escalado hasta superar los 5.500 euros/m². El alquiler, por su parte, ronda ya los 22 €/m² en áreas como Chamartín, Chamberí o Salamanca, un nivel récord.

El planeamiento urbanístico, encorsetado en 1996

¿Por qué Madrid no está preparada? La respuesta la comparten tanto las administraciones como los promotores privados: el modelo urbanístico sigue anclado en paradigmas del siglo pasado.

“Estamos planificando la ciudad con reglas del Plan del 96. Eso es inviable para responder a los retos actuales: sostenibilidad, equidad, resiliencia. Necesitamos un urbanismo integral y flexible que se adapte a los cambios sociales, demográficos y tecnológicos”, explica Baldellou.

“No tenemos instrumentos para planificar la ciudad metropolitana que es Madrid. Hoy cada municipio decide en solitario, y eso genera desequilibrios territoriales brutales”, coincide Díaz Batanero.

Madrid es ya una gran aglomeración urbana, donde la capital y los municipios de su entorno forman un solo tejido socioeconómico. Sin embargo, los instrumentos de planificación —principalmente los Planes Generales de Ordenación Urbana (PGOU)— son municipales, rígidos y excesivamente lentos. Un desarrollo urbanístico puede tardar entre 8 y 15 años en tramitarse, desde el inicio de la planificación hasta la entrega de llaves.

Más allá del ladrillo: el urbanismo como salud pública

El debate sobre Madrid 2050 va mucho más allá de construir más casas. Para el COAM, el urbanismo es, ante todo, una herramienta de salud pública.

“El código postal influye más en la esperanza de vida que el código genético. Eso significa que el entorno urbano condiciona nuestra salud. Necesitamos barrios donde se pueda caminar, vivir con calidad, tener equipamientos accesibles, incentivar la actividad económica, la actividad física, el encuentro y la eficiencia de los recursos. El urbanismo es un servicio público esencial”, destaca Baldellou.

No se trata solo de “levantar viviendas”. Una ciudad sostenible implica infraestructuras verdes, redes de agua resilientes, equipamientos polivalentes, movilidad sostenible y barrios inclusivos. Madrid, por ejemplo, sufre ya limitaciones en el ciclo del agua para atender a nuevos habitantes, y cada nuevo barrio exige enormes inversiones en redes de saneamiento, transporte o energía.

Además, el sector de la construcción es responsable de casi el 40% de las emisiones de CO₂, lo que convierte su transformación en pieza clave para que Madrid cumpla su meta de descarbonización en 2050.

“Hoy, construir sin visión sostenible no es una opción. Nuestros nuevos proyectos ya parten de estudios de territorio, integración de infraestructura verde, materiales reciclados y eficiencia energética. Es la única manera de tener éxito empresarial y social”, apunta Díaz Batanero.

¿Puede la colaboración público-privada salvar el reto?

Pese al diagnóstico compartido, el sector se topa con una paradoja constante: todo el mundo sabe qué hay que hacer, pero casi nada se materializa. ¿Por qué? Principalmente por la falta de coordinación política y administrativa.

“En urbanismo, el largo plazo y la política no casan bien. Cada cambio de gobierno implica volver a empezar, modificar planes, frenar proyectos. Eso es letal para la ciudad”, señala Díaz Batanero.

Para solventar este bloqueo, Madrid 2050 apuesta por la colaboración público-privada como único camino viable. Metrovacesa, por ejemplo, está implicada en el Grupo de Trabajo de Habitabilidad y Vivienda de la plataforma, donde se exploran nuevas fórmulas como el build to rent, coliving, cohousing, senior living y otras alternativas habitacionales.

“Sin seguridad jurídica, es imposible atraer inversión privada. Podemos tener el suelo y la financiación, pero si no hay reglas estables, los proyectos no salen”, advierte Baldellou.

Un ejemplo señalado como caso de éxito es el Plan Vive de la Comunidad de Madrid, que mediante la cesión de suelo público ha permitido sacar al mercado miles de viviendas en régimen de alquiler asequible. Sin embargo, para el sector, se queda corto frente al volumen de necesidad real.

El peso económico del sector: del ladrillo al PIB

Más allá del impacto social, la construcción sigue siendo un motor económico crucial en España. Representa entre el 10% y el 12% del PIB y genera cientos de miles de empleos directos e indirectos.

“En el imaginario colectivo, se nos sigue viendo como especuladores, pero la realidad es que hacemos ciudad. Sin nosotros no habría viviendas, centros de salud ni colegios. Invertir en urbanismo no es un gasto, es inversión social y económica”, reivindica Díaz Batanero.

El futuro de Madrid como hub tecnológico, universitario y cultural también está vinculado al urbanismo. Sin vivienda asequible, el talento joven huye. Sin regeneración urbana, aumentan las bolsas de exclusión social y la desigualdad territorial. El modelo de la “ciudad de los 15 minutos” —en la que todo servicio esencial quede a un paseo— es visto como la gran solución para evitar barrios-dormitorio y favorecer la cohesión social.

El riesgo de un futuro fragmentado

El desafío de Madrid no es solo cuantitativo. Es también cualitativo. Si se deja en manos de intereses fragmentados, el futuro puede reproducir ghettos urbanos, barrios desconectados y problemas sociales profundos.

“Tenemos que evitar los barrios estancos y las “brechas urbanas”. Los agentes implicados deberíamos hablar entre nosotros” para que lo que se construya en cada parcela genere sinergias con el barrio. El urbanismo debe pensarse de forma integral y multi-escalar, vivienda, edificio, barrio y territorio”, defiende Baldellou.

Tanto el COAM como Metrovacesa coinciden en que Madrid 2050 es una oportunidad histórica para planificar la ciudad que se quiere, en lugar de improvisarla. Para ello, reclaman:

  • Instrumentos de planeamiento supramunicipales para planificar la región metropolitana.
  • Simplificación de trámites y ventanilla única.
  • Seguridad jurídica estable a largo plazo.
  • Modelos flexibles para el diseño urbano.
  • Integración de indicadores sociales y ambientales en la planificación.
  • Colaboración activa entre administraciones, empresas y ciudadanía.

Una visión compartida… pero con reloj en marcha

La jornada celebrada en mayo en el COAM dejó un sabor agridulce. Todos los ponentes coincidieron en el diagnóstico, pero el tiempo se agota. Cada año de retraso en sacar suelo al mercado o en desbloquear licencias supone un coste creciente en forma de precios inasumibles y mayor desigualdad.

“El enfermo está diagnosticado. Sabemos qué hacer. Ahora solo falta pasar a la acción… antes de que sea demasiado tarde”, concluye Díaz Batanero.

Madrid 2050 pretende ser precisamente ese paso adelante. No como un simple think tank, sino como un espacio de trabajo real, con propuestas viables, metas medibles y voluntad de permanencia. Porque lo que se decida hoy definirá si, dentro de 15 años, Madrid sigue siendo una de las grandes ciudades más deseadas del mundo… o se convierte en una metrópoli asfixiada por su propio éxito.