La riada no preguntó a nadie qué votaba: Sergi Pitarch reconstruye las 24 horas que cambiaron Valencia

Sergi Pitarch - Foto de Jesús Císcar
El periodista Sergi Pitarch reconstruye en Las horas del caos minuto a minuto la peor catástrofe del siglo XXI en la Comunidad Valenciana y revela documentos, decisiones tardías y avisos ignorados que pudieron cambiar el desenlace.

El periodista Sergi Pitarch no habla del 29 de octubre de 2024 como una fecha más. Mientras recuerda aquel día, a veces detiene la frase, respira hondo y mira hacia un punto que no está en la habitación. Quien tiene delante no es solo el delegado de eldiario.es en la Comunidad Valenciana ni un antiguo jefe de Economía y Política en Levante-EMV; es un testigo directo —y obligado— de lo que describe como “la mayor catástrofe del siglo XXI en la región”.

229 personas murieron en unas horas que todavía resuenan en la memoria valenciana. Más de 17.000 millones de euros en daños. Y un sentimiento generalizado de que algo falló allí arriba, en los despachos donde se toman decisiones en situaciones críticas.

Pitarch acaba de publicar en octubre Las horas del Caos (Península) —una reconstrucción milimétrica de esas 24 horas— que se está convirtiendo en documento imprescindible para comprender no solo la magnitud de la tragedia, sino cómo se administró políticamente. Un libro que no pretende consolar, sino levantar acta. Para que nadie pueda reescribir lo que ocurrió.

“No soy novelista. Soy periodista. Y lo que necesitaba esta tragedia era una crónica hora a hora.”

Antes de entrar en el libro, cuéntame por qué eras la persona que tenía que escribirlo.

Bueno, yo llevo toda mi vida profesional en la prensa valenciana. Fui jefe de Economía y Política en Levante-EMV, también trabajé en Las Provincias, y mi base siempre ha sido la Comunidad Valenciana. Salvo esos cuatro años que pasé en Bruselas trabajando en la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo. Esa experiencia internacional también te da perspectiva, claro.

Cuando volví y retomé la dirección de eldiario.es en la Comunidad Valenciana, llegó el 29 de octubre de 2024. Y aquello fue… —abre las manos en un gesto que deja la frase suspendida—. Fue la mayor catástrofe de este siglo aquí. 229 muertos. Más de 17.000 millones en daños. Calles arrasadas. Nombres que dejaron de existir en cuestión de minutos. No podíamos dejar que eso se contara mal o que se olvidara.

La editorial Bromera me propuso hacer un libro. Y yo dije: no soy novelista, soy periodista; si escribo algo, será crónica. Y eso es lo que he hecho: una narración periodística, minuciosa, que empieza a las 7:31 de la mañana —cuando se activa el aviso rojo de lluvias, el primero del año— y termina veinticuatro horas después, cuando muchos nos despertamos sin saber aún la dimensión real de lo que había ocurrido.

El libro se lee con ritmo de ficción, pero todo lo que hay dentro es real. ¿Cómo se consigue eso?

Yo me inspiré en Hiroshima, de John Hersey. Salvando las distancias, claro. Me interesaba esa forma de contar una tragedia desde dentro, desde las personas, sin artificios y sin discursos grandilocuentes.

Por eso la estructura está dividida por horas, casi por minutos.

Y por eso entrevisté a quince personas clave: víctimas, testigos, responsables operativos, técnicos, alcaldes, sociólogos, geógrafos, una teleoperadora del 112, el jefe del operativo de la Guardia Civil…

Todo lo que aparece es no ficción: llamadas reales —hasta 2.500 por hora en los momentos críticos—, actas del Consell, agendas institucionales, declaraciones ante la jueza, todo lo que se dijo y lo que no se hizo. También lo que contaron otros medios, la televisión pública, las primeras imágenes.

Y hay algo más: la tragedia ya era casi incomprensible por sí sola. No había que adornarla. Bastaba con mostrarla.

“El Gobierno valenciano tenía información. Lo que no tuvo fue reacción.”

En tu libro hay una crítica clara a la gestión política. ¿Cómo la sostienes sin editorializar?

Muy sencillo: pongo los hechos. Pongo los documentos. Pongo los horarios. Pongo las declaraciones.

Uno de los momentos más reveladores es comparar, una al lado de la otra, las declaraciones de la delegada del Gobierno y las de Mazón. Ella, a las 11:30, describe con precisión lo que está pasando, qué zonas corren más riesgo, qué puede ocurrir en las siguientes horas. Él, quince minutos después, intenta quitar gravedad, minimizar, restar importancia…

No hace falta que yo diga nada. Lo leen y lo ven.

Ahí está la diferencia entre buena política y mala política.

Y otra cosa: la Generalitat dijo que no tenía información. Eso es falso. El libro está lleno de la información que tenían encima de la mesa. El problema no fue la falta de datos. Fue la falta de decisiones.

Las Horas del Caos, Sergi Pitarch (Península)

“La única forma de salvar vidas era anticipar. Y no se anticipó.”

¿Qué te dijeron los expertos?

Todos llegaron a la misma conclusión: la única forma de salvar vidas era avisar antes.

La lluvia que cayó ese día tiene una recurrencia de 2.000 años. Eso significa que los daños materiales eran inevitables. Pero las muertes no.

Hablamos de que el 60% de L’Horta Sud es zona inundable. Y de que el Barranco del Pollo, por donde puede bajar seis veces el caudal del Ebro, atraviesa zonas urbanizadas. Esto lo saben geógrafos, ingenieros, técnicos de emergencias… Y nadie activó una alerta eficaz a la población.

Convocar reuniones de coordinación, mandar avisos para subir a plantas altas, cerrar zonas críticas…

Todo eso habría salvado vidas.

¿Hubo un segundo desastre dentro del desastre?

Sí. La desinformación.

Durante esos días trabajábamos catorce horas. Siete desmontando bulos difundidos desde la Generalitat —que también los hubo— y siete desmontando bulos de influencers.

Se llegó a decir que había miles de muertos ocultos. Y eso no se sostiene por ninguna parte. Los forenses trabajaron rápido y bien. Solo quedan dos cuerpos sin encontrar, declarados fallecidos para que las familias puedan recibir ayudas.

Si hubiera cientos o miles de desaparecidos, habría miles de familias tocando la puerta de los periódicos. Eso no ha existido.

El problema es que esas teorías generaron pánico. Y, en una tragedia así, el pánico es gasolina.

“Vi lo peor del ser humano… y también lo mejor.”

En el libro cuentas que hubo saqueos y robos mientras todavía había cadáveres en la calle.

Sí. Es de las cosas que más me costó escribir.

A las cinco de la mañana, cuando el agua bajó un poco y todavía había cuerpos en las calles, hubo gente saqueando comercios. Y luego, días después, viviendas anegadas.

Pero también cuento lo contrario: los voluntarios. Sin ellos, la desesperación habría sido insoportable. Muchas familias comieron gracias a ellos, porque el Estado tardó días en llegar. Los voluntarios fueron los primeros en sujetar a la gente cuando todo se caía.

¿Cómo se recupera una comunidad después de algo así?

A nivel macroeconómico, la inyección de dinero público está haciendo que la Comunidad Valenciana lidere el crecimiento en 2025. Pero cuando bajas a la realidad…

Mira: llegó a haber más de 5.000 ascensores estropeados. Eso significó que miles de personas mayores no podían salir de casa. Hoy aún quedan unos 350 por reparar.

A eso súmale los espacios públicos, la burocracia, los comercios cerrados.

Y lo peor: la salud mental.

Hace un mes, cuando sonó un S-alert por lluvias, hubo niños que se hicieron pis del miedo.

Eso te dice que el trauma está ahí, muy vivo.

“Esto puede volver a pasar mañana en Tarragona, en Girona, en Málaga o en Murcia.”

Una de las partes más inquietantes es cuando explicas que esto no es una anomalía local.

Exacto. El urbanismo mediterráneo es muy parecido en toda la costa: montañas cerca del mar, barrancos secos que de repente se convierten en ríos, urbanización masiva, zonas inundables.

Eso es Alicante. Eso es Tarragona. Eso es Barcelona. Eso es Murcia. Eso es Málaga. Eso es Cádiz.

Con el cambio climático, estos episodios van a ser más frecuentes.

Y si no nos tomamos en serio la gestión de emergencias, van a seguir muriendo personas.

Aquí no hay ideología. La riada no preguntó si eras del PSOE, de Vox o de Compromís antes de llevarte por delante.

Has estado muy cerca de las asociaciones de familiares. ¿Qué te han transmitido?

Dolor. Y una demanda muy razonable: verdad, justicia, reparación.

A veces se les acusa de politizar. Pero nadie quiere estar pidiendo explicaciones en una manifestación. Preferirían que su hija, su marido o su madre siguieran vivos. Lo que quieren es claridad.

Y nosotros, desde el periodismo, tenemos la obligación de ayudar a esclarecer lo que pasó.

Para que no se repita: “Las vidas no se pueden recuperar. Por eso hay que contar bien lo que ocurrió.”

Si este libro deja solo una enseñanza, ¿cuál sería?

Que las emergencias se tienen que tomar en serio. Los daños materiales se arreglan. La vida no.

Este libro no pretende señalar a nadie por venganza, sino por responsabilidad.

Si no decimos la verdad, si no ordenamos lo que ocurrió, volveremos a cometer los mismos errores.

¿Algo que te gustaría añadir?

Sí. Que esto puede volver a pasar. Y que ojalá la próxima vez no tengamos que escribir un libro como este.

Y, sobre todo, que cuando una tragedia así golpea a la sociedad, lo mínimo que les debemos a las víctimas es contar la verdad sin filtros. Ellos no están politizando nada. Están sobreviviendo a su dolor.