“Los personajes me pedían más espacio”, Maribel Barreiro presenta Jaque a Lucifer, un thriller que nace del Retiro, la memoria y el ajedrez

Maribel Barreiro durante la presentación de Jaque a Lucifer

Con Jaque a Lucifer, Maribel Barreiro da el salto a la novela negra después de publicar Príncipes azules y otros cuentos. La autora madrileña de origen asturiano sitúa su nueva obra en un escenario que conoce desde la infancia: el Parque del Retiro. Allí, junto a la estatua del Ángel Caído, mezcla ajedrez, mafia rusa, criptomonedas, humor e incluso un perro cibernético que se convierte en uno de los personajes más inesperados del libro.

Hablamos con ella sobre el origen de esta historia, su proceso creativo y la fuerza de unos personajes que —según confiesa— “se rebelan y piden espacio”.

La novela arranca en un lugar muy concreto: la estatua del Ángel Caído del Retiro. ¿Por qué eligió ese escenario?

El Retiro ha sido siempre parte de mi vida. Me crié cerca, lo he paseado desde niña y lo he visto cambiar y permanecer al mismo tiempo. La estatua del Ángel Caído siempre me llamó la atención: es una de las pocas dedicadas a Lucifer y tiene una altitud simbólica asociada a su nombre. Era un punto perfecto para empezar una historia con misterio, ironía y ese toque inquietante que buscaba.

Y además el Retiro tiene algo que mucha gente no conoce: pequeñas “bibliotecas populares” que hoy se conservan. Construcciones en las que los vecinos dejaban los libros que ya habían leído para que otros los cogieran. Era casi un bookcrossing de lectura improvisado. También hoy, aunque creo que son poco conocidas, hay varias opciones de préstamos de libros en algunas estaciones de metro como los bibliometros en Chamartín o Moncloa  y las metrotecas que son estanterías de intercambio de libros entre usuarios en otras estaciones como en las de Ibiza o Príncipe de Vergara . Todo eso forma parte de mi memoria del parque y quería que fuese parte de la novela.

En ese lugar aparece el cuerpo de un joven. ¿Qué desencadena su muerte en la trama de Jaque a Lucifer?

La historia empieza con un inspector y su ayudante que encuentran el cadáver de un joven en el Retiro. Ese hallazgo abre una investigación que les lleva a mundos sorprendentes: los niños de rusia, la mafia, las criptomonedas y la inteligencia artificial representada por Doyle, el perro cibernético que será crucial para avanzar en el caso. A lo que se suma un grupo de personas que juega al ajedrez en el chiringuito frente al Ángel Caído. El lector tendrá que descubrir si su presencia allí es casual o no.

El ajedrez es central en la novela. ¿Qué representa para usted?

Forma parte de mi vida. De pequeña jugaba con mis padres y mis hermanos, y aunque no hacíamos aperturas como la del loco o defensas pasábamos tardes muy entretenidas . No soy una gran jugadora, pero siempre me ha parecido un juego limpio, estratégico y lleno de inteligencia. En la novela es el hilo conductor: todo se mueve como en un tablero, con jugadas pensadas, sacrificios, trampas y anticipación.

Los protagonistas, el inspector López y Alfredo, ofrecen un contraste generacional. ¿Cómo los construyó?

López representa el pasado: es reflexivo, intuitivo, marcado por cicatrices antiguas que se reabren. Alfredo es el presente: impulsivo, ingenuo, amante de las nuevas tecnologías y de la velocidad. Ese contraste permite diálogos irónicos y momentos de humor. A veces, en medio de la investigación, Alfredo está pensando en que no tiene nada en la nevera o que tiene que llevar la ropa sucia a casa de su madre o que lleva un mes sin ligar. Esa mezcla me divertía mucho.

Hablemos de Doyle, el perro cibernético del inspector. Es un personaje tan inesperado como entrañable. ¿De dónde sale?

De un perro cibernético real (ríe). Un día fui a casa de mi hijo y tenía uno: te miraba, decía “hola, soy Lua” y daba una cabriola. Me quedé fascinada. De ahí salió Doyle, que en la novela tiene alma, pero también es una especie de “libro gordo de Petete”. Lo sabe todo. Y la relación entre él y Alfredo es divertidísima: uno es tecnología pura y el otro, un gigantón despistado. Se complementan sin quererlo.

El muerto de la novela, Iván Ivanovich, es un personaje muy completo pese a aparecer sin vida desde la primera escena. ¿Quién era?

Iván es una mezcla de mundos. Su madre era una de las niñas españolas que se marcharon a Rusia y él crece con cuentos tradicionales como Las mil y una noches, Caperucita Roja o Los tres cerditos, pero también con la ironía de Chéjov o historias tan surrealistas como “La nariz” de Gogol. Es hacker, trabaja para la mafia rusa y además consigue engañarla mediante criptomonedas y certificados digitales.

Para crearlo tuve que leer muchísimo: operaciones reales de la mafia rusa en España, nombres de mafiosos condenados, el funcionamiento de los monederos de criptomonedas… Quería un personaje verosímil. Hace poco vi una entrevista a un hacker ucraniano y pensé: “Este podría ser Iván”.

También destaca la fuerza de los personajes femeninos. No son secundarios en absoluto.

Para nada. Si alguien ha leído mis relatos, sabe que mis mujeres son fuertes, independientes, inteligentes y, si hace falta, feroces. En esta novela siguen siéndolo. Tienen un papel fundamental, algunas veces incluso más relevante que los protagonistas oficiales.

La novela nace de un relato anterior. ¿Cómo decidió convertirlo en una obra larga?

Fue un proceso muy natural. Tenía un relato breve llamado Jaque a Lucifer y varios lectores, incluso algún escritor, me dijo: “Esto se te queda corto; tienes que desarrollarlo”. Era un reto y a mí los retos me encantan. Había leído una frase de un motivador americano que decía algo así como que no tienes que ser grande para comenzar, pero tienes que comenzar para ser grande Y pensé: “Es mi momento de crecer”.

¿Es usted una escritora de planificación o de intuición?

De intuición. No tengo una brújula rígida. Cuando te metes en la historia, son los personajes los que piden sitio. Algunos que pensé secundarios acabaron diciendo: “Estoy aquí; hazme hueco”. Me ha pasado varias veces. Lo difícil es entrar en la historia; una vez dentro, fluye sola.

En la conversación habla de olores, colores, paisajes… ¿Qué papel juega la memoria sensorial en su escritura?

Un papel enorme. A veces estás escribiendo y sin querer estás describiendo la casa de tus abuelos, como me pasó en un relato donde describía la cocina como si fuese gigantesca, porque así la veía de niña. O recuerdas el olor de la tarta de manzana de tu madre impregnando toda la casa. También los verdes húmedos de Asturias, León o Galicia, tan distintos de los verdes secos de Madrid. Todo eso se va guardando en lo que Stephen King llama la “caja de herramientas”. No sabes que la tienes, pero sale cuando la necesitas.

¿Cuáles son sus principales influencias literarias?

En novela negra española me encanta Domingo Villar: su lenguaje, la humanidad de sus personajes, la ironía del inspector Caldas. Fuera de España disfruto con Andrea Camilleri. Me gusta el realismo mágico y creo que eso de nota más en De príncipes azules y otros cuentos. Hay libros que te enseñan mucho como El perfume, que te obliga a salir a la calle oliendo todo o Doña Perfecta que a través de diálogos e ironía desnuda el alma de los personajes. Incluso escritores como Stephen King, que pocos saben que tiene un libro que explica muy bien cómo funciona el oficio de escribir: observar, leer, absorber y luego dejar que la historia respire.

¿Con qué idea quiere que el lector se acerque a Jaque a Lucifer?

Quiero que disfrute. Que la lea de un tirón, porque no es una novela larga y creo que mantiene el ritmo. Tiene humor, misterio, ironía y un trasfondo más profundo de lo que parece. Lucifer, cuyo nombre significa “portador de la luz de la sabiduría”, era la mano derecha de Dios antes de caer. Para mí, ese cielo del que cae simboliza un mundo sin drogas, sin mentiras. En la novela nada es lineal: todo tiene más de una capa. Nada es lo que parece.

Y en un mundo donde reímos tan poco, que una historia nos arranque una sonrisa de vez en cuando me parece un regalo necesario. Además, ¿quién no ha conocido alguna vez a un discípulo de Lucifer?