Vamos a contar mentiras, tralará
Hablando se entiende la gente era uno de nuestros lemas preferidos hasta que la realidad nos demostró lo contrario. Según el lingüista Noam Chomsky, creador de la gramática generativa, y el profesor de psicología Steven Pinker, el lenguaje puede servir para entenderse, pero, sobre todo, está diseñado para confundirnos. También otras especies, como pájaros, mamíferos marinos y primates, se comunican mediante él, sí, aunque hay una diferencia, y es que nosotros lo utilizamos, además de para expresar estados emocionales, para intuir la mente de los demás con el ánimo de modificarla y manipularla.
En efecto da la impresión, más que nunca en la actualidad, de que el lenguaje vocalizado, que permitió la fabricación de máquinas y herramientas al liberar a las manos de la gesticulación, se emplea con preferencia con animus manipulandi. Ya no es que sea difícil encontrar las verdades, pues estas son diversas y están compuestas de una gran cantidad de pensamientos difusos, sino que se miente delante de nuestras narices descaradamente, es decir, a bocajarro. Con el agravante de que quien lo hace presume de héroe cuando no de superhéroe. Albert Camus opinaba de una manera muy diferente, sin embargo. Para él el héroe no era “el que toma con sus manos la ametralladora del enemigo arriesgando la vida. Eso lo hace cualquier cobarde con dos onzas de alcohol en la sangre. El héroe es el que dice la verdad”. También nos habían hecho creer, con la regla de las matemáticas en la mano, que dos más dos eran cuatro, que la distancia más corta entre dos puntos era la línea recta o que era imposible que Ulises alcanzara a la tortuga, hasta que la experiencia nos demostró que naranjas de la China. Y nos decían también que se coge antes a un mentiroso que a un cojo, porque las mentiras tienen las patas muy cortas, pero acordaos de cómo corría el cojo Manteca.
No, la sinceridad no solo no es un valor en alza en estos tiempos, sino todo lo contrario. Ahora hay especialistas en mentir que, infiltrados en la gruta del tesoro del lenguaje y apoyándose en sus imperfecciones, tienen como único objetivo dinamitar sus verdades desde dentro; al estilo del astuto zorro que logra meterse en el gallinero y consumar su desaguisado. ¿Miente, acaso, quien asegura tener 20 años aunque exponga a la vista de los demás las arrugas de sus 80? En puridad no, porque desde luego 20 tiene (y 30 y 40 y 50, hasta llegar a los 80).
Sí, el lenguaje es complicado. A unos recolectores de setas les pasó una vez que, estando ya despreocupados comiéndoselas en un restaurante de carretera después de habérselas dado a probar primero a un gato, uno de los camareros anunció sin más la muerte del minino. Cuando quiso añadir que a causa de haber sido atropellado por un coche, ya había cundido el pánico.
Ah, y solo sí es sí y la cerveza no engorda...