Sencillamente irresistibles

Trastorno histriónico de la personalidad

Se perdió el respeto:

A los límites, a los mayores, a los maestros, a la religión, a los guardianes del orden, a los padres (los de verdad y los de la patria), a la educación… 

Se perdió el respeto, incluso, a las antaño sabrosas chistorras y a las verdes lechugas. 

Se perdió en un acontecer diario de falsedades, corrupción y descontrol político.

En un maremágnum de despotismo y carcajadas en el Congreso por parte del presidente y sus secuaces, empeñados en mostrar al pueblo asombrado, sus blancas carillas dentales (enhorabuena a los profesionales que se las colocaron), porque así, al menos, y ya que no lo hacen con otras cosas, dan ejemplo de acudir al dentista con frecuencia.

Y es que existe una patología denominada “Trastorno histriónico de la personalidad” (histeroide) (THP) que se caracteriza porque sus afectados  necesitan buscar hasta el paroxismo la atención de todos, mostrándose o simpatiquísimos, o dramáticos a tope. 

Esas premisas, esos síntomas, los cumple al dedillo Sánchez, que pasa de un estado a otro sin despeinarse.

En el dramatismo basta recordarle en sus cartas de “estoy enamoradísimo de mi mujer” y “no sé si merece la pena continuar en el cargo”, o en su aparición con el rostro contrito, enjuto y cetrino por el maquillaje, portando un traje diez tallas más grande de la habitual, para dar sensación de delgadez extrema, con una voz entrecortada para colarnos que Cerdán y Ábalos le habían engañado, a él, a su generosidad, a su bondad, y a su confianza en la humanidad, en general, y en la de los del Peugeot en particular.

Se estudiará y quedará para la historia su frase –también de ese día- apocalíptica, terrible y repleta de un sacrificio ilimitado: “Son las cinco, y no he comido”.

En la segunda premisa, la de simpatiquísimo, es suficiente en esta ocasión con verle ahora, vivaz y  entusiasta, deshaciéndose en risotadas forzadas hasta la exageración, como las que le hemos escuchado, buscando como siempre los aplausos de sus coros y danzas. 

Si, el presidente del gobierno de España, perdió el respeto, ignorando los límites, los derechos y las virtudes de sus interlocutores parlamentarios, en definitiva, de los demás, sin mostrar por ello, ninguna sensación de dimisión ni culpa, sino todo lo contrario.

Estalló en risotadas (metafóricas bofetadas) debidas a su presunto histrionismo, cuando  el líder del PP Alberto Núñez Feijoo anunció  en el Congreso que este mes de octubre se le citará en el Senado, en la comisión de investigación sobre el caso Koldo, para que dé explicaciones sobre lo que ocurre en el país y en su dudoso entorno, obligado a decir la verdad, o sea un imposible en quien reina y amasa y se revuelca y regocija sobre la mentira, que se mofa de quienes difieren diametralmente de su pensamiento, es decir, de su discurso a conveniencia propia, de su afán desmedido por mantenerse en el poder, ya que realmente no puede hacer otra cosa: ¿Dónde va a ir, siendo, como se comenta, un don nadie? su ego no se lo permitiría.

Además desde su narcisismo, o cinismo, o los dos trastornos de la personalidad juntos, se considera inocente, de todo, de cualquier atisbo de corrupción, de cualquier acto incriminatorio, de cualquier apagón, que por cierto, parece ser, según los técnicos que existen cada vez más señales de que otro se nos viene encima, cuando todavía nadie nos ha dado explicaciones del que ya padecimos.

Cada día “fundimos a negro” ("fade to black") y la pantalla de nuestra existencia aparece vacía, vaciada por quienes nos desgobiernan, que manifiestamente, cobrando ¿en metálico?, ¿en sobres?, ¿en chistorras y coles y lechugas?,  se ríen de nosotros manejándonos como títeres.   

¡Que no!, no hay respeto, ni culpa, ni información, ni verdades, ni presupuestos, ni un mínimo de vergüenza, ni una gota de gracia, solo el grito de  ¡Ánimo Alberto! que parodiando a Rajoy con Bárcenas, le ofreció a Feijoo el elegantísimo yerno de Sabiniano el de las saunas&prostíbulo, previo a estallar en risas impetuosas y ruidosas.

Pues ¡ánimo a los españoles!, nada de desanimarse, que “el Furor”, la patrullero de altura de la Armada Española, tras acompañar a la “Flotilla”, surca de nuevo los mares, a las órdenes del capitán Sánchez, para protegernos de todo, menos del enemigo.