Tiempo de pensar

Tiempos de pensar

Vivir la Navidad: más que una celebración, una experiencia espiritual

El Adviento, la esperanza y el mensaje de Jesús como brújula en tiempos difíciles.

¿Cuál es el verdadero significado de la Navidad?

En tiempos complejos como los que vivimos, volver a plantearnos esta pregunta resulta más esclarecedor que nunca. La Navidad no es solo una fecha en el calendario: es un

recordatorio vivo de un acontecimiento que transformó la historia espiritual de Occidente.

Celebramos el nacimiento de Jesús en Belén, en lo que hoy conocemos como Palestina,

recordando que Jesús fue un niño judío, hijo de padres judíos del linaje de David. Un niño

que, como señala el Evangelio de Lucas (2,21), fue circuncidado según la tradición de su

pueblo. Esto nos recuerda que hace más de 2.000 años los judíos habitaban esa tierra y que el judaísmo fue la primera gran religión monoteísta, la base espiritual sobre la cual, siglos después, surgiría el cristianismo, la segunda gran tradición monoteísta,  difundido por el mundo de la mano de las enseñanzas de Jesús.El islam, con el profeta Mahoma, aparecería aproximadamente 600 años más tarde.

Pero más allá del contexto histórico, la Navidad es un tiempo lleno de simbolismo. Es un

momento de ternura, la llegada de un niño despierta siempre lo mejor de nosotros. De ahí

que se diga que en Navidad nadie debería pelear; es un tiempo que naturalmente nos llama a la fraternidad y al encuentro.

Belén, en hebreo, significa “Casa del Pan”. Esa imagen nos invita a comprender la Navidad

como un acto de compartir. Así como el pan se reparte en la mesa, nuestras alegrías,

esfuerzos y solidaridades también deberían repartirse con quienes nos rodean. El pan es

alimento, pero también vínculo.Antes de la Navidad llega el Adviento, un tiempo de espera y preparación espiritual que marca el inicio del año litúrgico cristiano. Durante cuatro semanas se encienden cuatro velas , cada una  con un significado especial.

La primera de ellas es la vela de la Esperanza.

Su luz nos recuerda que incluso en medio de las dificultades estamos llamados a confiar, a mirar hacia adelante y a creer en un futuro mejor. La esperanza es el motor que nos impulsa a levantarnos, perdonar, construir y seguir caminando. Encenderla es asumir un

compromiso interior: no renunciar a la luz aun cuando el mundo tenga sombras.

La Navidad inspira entrega. El mensaje profundo de la Navidad también es el de la entrega y el compromiso. Jesús dedicó su vida a ayudar a los más necesitados, a enseñarnos a ser virtuosos, como pedimos en la oración  del Padre Nuestro “no nos dejes caer en la tentación” y a practicar la caridad. Su enseñanza consistió en pensar menos en uno mismo para abrir espacio al otro, un acto radical de amor y servicio que sigue siendo, más de dos milenios después, una guía espiritual sin precedentes.

La Navidad nos deja así hitos de vida, ternura, fraternidad, solidaridad, humildad y amor.

No es solo una celebración; es una invitación a vivir de manera más compasiva y consciente. Por eso, más que decir “¡Feliz Navidad!”, podríamos decir:

“¡Vive la Navidad!”

Vívela con profundidad, con gratitud, y con la certeza de que este tiempo no debe pasar sin

tocar nuestro corazón. Seamos nosotros quienes atravesemos la Navidad abrazando su

espíritu: el de la esperanza, el amor, el entendimiento y la paz.

Un abrazo sincero con todo mi corazón.