Cuando fuimos peces

Del tiempo de los moros

Allá por los años noventa del siglo pasado, colaboraba en la excavación de una cueva neolítica en el término municipal de Borja (Zaragoza). Mucho antes de la venida en carne mortal del Ecce Homo —esa intervención espontánea que convirtió a Borja en fenómeno global gracias al entusiasmo restaurador de doña Cecilia.

Un día recibimos aviso del Servicio de Patrimonio: en el municipio cercano de Agón, durante la labranza de un campo, habían aparecido restos humanos. La Guardia Civil, tras inspección, concluyó que eran muy antiguos. “Esto es cosa de arqueólogos”, dijeron. Así que cogimos los bártulos y nos plantamos allí.

Eran enterramientos romanos. Nos pusimos en modo faena. Al poco, corrió la voz y empezó a llegar gente. Tanta, que el campo recién arado, al final de la jornada, parecía más una era para trillar que un terreno para sembrar.

En medio del trasiego, tras delimitar una sepultura, tomar las medidas de rigor y hacer las anotaciones precisas en el diario de campo, me encontraba absorto limpiando un cráneo, buscando entre la dentadura el óbolo para Caronte. Esa moneda, colocada en la boca del difunto, servía para pagar al barquero el paso del alma por la laguna Estigia hasta las puertas del Hades. Y si aparecía, nos daría además el terminus post quem de la muerte: la fecha de acuñación indica que el difunto no pudo morir antes de que existiera la moneda. Una datación modesta, pero eficaz. Nadie muere antes de que le fabriquen la calderilla.

Entonces, uno de los curiosos me preguntó si sabíamos de cuándo eran. Me levanté, estiré la riñonada y, con ánimo pedagógico, le expliqué:

—Sin duda, época romana. La fosa está delimitada por tegulae, la orientación norte-sur descarta enterramiento cristiano, y la colocación del cuerpo en decúbito supino con la cabeza al norte, descarta el islámico.

El hombre me miró, se rascó el cocote bajo la boina, recolocó el palillo en la boca y sentenció:

—¡Quiá! ¡Esto es mucho más antiguo! ¡Por lo menos del tiempo de los moros!

Y así, en nuestra cronología popular, al “cuando fuimos peces” le siguió “el tiempo de los moros”, y más tarde vendría el de “antes de la guerra”.

Pero esa… ya es otra historia.