“The dark lady” en Madrid
A mi sobrina Carlota, la radióloga.
En abril de 1956, Rosalind Franklin, conocida como ‘the dark lady of DNA’, visitó Madrid. Acudió a la reunión de la Asociación Internacional de Cristalografía acompañada, entre otros, de Francis Crick y Aarón Klug, futuros premios Nobel de Medicina (1962) y de Química (1982); el primero por describir la estructura tridimensional del ADN y el segundo la del ARNm. Si Rosalind no hubiera fallecido prematuramente en 1958, hubiera podido ser premiada también con el Nobel . Ella no descubrió la cristalografía de rayos X , pero desarrolló una capacidad con esta técnica que consiguió imágenes de tal calidad que facilitaron el conocer la estructura de los ácidos nucleicos. Debería ser conocida por esto, pero una injusta leyenda negra ha desdibujado su perfil.
El causante de este mal entendido fue James Watson, que junto con Crick y Wilkins obtuvo el citado Nobel en 1962. Escribió ‘La doble hélice’, un libro donde se relataban los avatares del descubrimiento del DNA en el que dio una imagen fantasiosa de la Franklin, a la que llamaba con desprecio Rosy acusándola de entorpecer la investigación y ser poco menos que una bruja. Reprodujo una carta de Wilkins en que la calificaba de ‘Dark lady’ y con esa fama se quedó. Watson fue un genio desequilibrado y nadie entendió aquella versión de los hechos que no se correspondía con la realidad, muy al contrario, mantuvo durante años una excelente relación profesional con el mismo Watson y con Wilkins, e incluso personal y profunda con Crick.
Cuando vino a Madrid estaba trabajando en la Universidad londinense de Birkbeck con John D Bernal, conspicuo cristalógrafo cuyo exacerbado marxismo le impidió alcanzar el Nobel, aunque a cambio obtuvo el Premio Stalin de la Paz en 1953. Rosalind, al igual que los citados Crick y Klug, entre otros, no hizo caso de las reticencias de Bernal hacia Franco, por lo que decidieron atender el congreso y visitar España. Fueron a Sevilla , Toledo y Córdoba, pero con gran disgusto de la Franklin, Krug no quiso acompañarles pues se empeñó en quedarse en Madrid para ir a los toros. Ambos eran judíos y muy cercanos tanto profesional como personalmente, llegando a ser amantes en el último verano que compartieron en 1957.
Al final de ese verano, Rosalind fue diagnosticada de cáncer de ovario, tenía tan solo 37 años. Había trabajado toda su vida profesional con rayos X y se preocupaba poco por las medidas de autoprotección, lo que hace sospechar que esto le hubiera provocado el tumor ovárico. Tras unos pocos meses de infructuoso tratamiento, falleció. Esta temprana muerte contribuyó a su leyenda que todavía es motivo de controversia. Sin embargo, lo que el tiempo ha sancionado es que fue uno de los científicos más importantes del siglo XX.