El siglo XXI pertenece a Asia
América Latina seguirá esperando en la cola de la historia a que le llegue su oportunidad por mucho tiempo y África sigue inmersa en una crisis perenne a la que no se le ve ninguna salida, mientras Asia se encamina en este siglo como un cohete por la senda del desarrollo económico y social y la prosperidad.
Después de vivir durante casi dos décadas en América Latina, concretamente en Colombia, he perdido todas las esperanzas en ese continente. Latinoamérica es una suerte de magma conformado por el populismo de los dos extremos, la retórica vacía y barata sin contenidos productivos, el despilfarro de sus recursos, una corrupción crónica y endémica y unas élites indolentes, estúpidas, superficiales y mediocres, sumidas en los peores vicios y un ombliguismo que les impide mirar más allá de su congénita imbecilidad.
Solamente tengo esperanzas en Javier Milei, pero no porque sea de derechas, sino porque me parece un hombre práctico, sencillo, directo y que va al grano del problema. Creo que como avezado doctor ha sabido dar con precisión y certeza con el diagnóstico de los males que aquejan a Argentina, que no son de este siglo por supuesto, sino que tienen su origen en la irrupción en la escena político del peor populismo del siglo XX: el peronismo. Ojalá Milei tenga suerte y se convierta en el faro continental que alumbre a ese continente plagado de sombras siniestras y tenebrosas y llegue, ¡al fin!, la esperada aurora que devore a los monstruos del pasado. También tengo algunas esperanzas en Bukele, pero esa historia la dejo para otro capítulo.
Luego está África, otro soberano desastre sin solución, donde gobiernos despóticos, corruptos y criminales campan a sus anchas sin ningún miramiento hacia sus respectivos pueblos y desangrándose en interminables guerras tribales más propio del medievo que de la modernidad. Es cierto que muchas de las carencias que acechan en esta indómita y abatida tierra tienen que ver con nuestra colonización y con una pésima descolonización que no dejó sólidas instituciones políticas y económicas que permitieran la transformación de estos países en naciones modernas. Pero no toda la culpa es de Europa, ya que es muy propio de muchas naciones culpar de todos sus males a los colonizadores, como hacen los ineficientes dirigentes de izquierda en América Latina, y hay que analizar los elementos endógenos que explican la crónica crisis del continente africano, como la carencia de una verdadera élite política interesada en modernizar sus países y no en llenarse los bolsillos a raudales.
A diferencia de América Latina y África, en Asia las cosas pintan bastante mejor y se detectan avances muy notables, tanto en los países de economía capitalista como socialista -China y Vietnam-, y dos países asiáticos, el gigante chino y la India, son los dos más grandes del mundo en términos demográficos y se sitúan en el podio entre las cuatro mayores economías del planeta. En total, Asia representa el 48,/% de la economía mundial y lidera el crecimiento económico a nivel global, que se espera en torno al 4,5% para este año, el doble del esperado para América Latina.
Uno de los países que despunta claramente en la escena asiática es Vietnam, un país socialista que se subió al carro de la perestroika impulsada por Mijail Gorbachov y que ha alcanzado un notable éxito económico en estas últimas tres décadas. El éxito económico de Vietnam se debe a una combinación de factores, incluyendo el crecimiento económico sostenido, la integración en el comercio internacional, la inversión extranjera directa y la implementación de reformas económicas, pero sobre todo al carácter pragmático, tan ajeno a la retórica hueca de los líderes latinoamericanos, de su élite política. Otro detalle del gran desempeño de la economía vietnamita es el notable desarrollo de su industria turística, con más de 17 millones de turistas en su haber en el 2024, y habiéndose convertido en un destino codiciado, atractivo y seguro.
Termino estas reflexiones con Taiwán, otra economía potente, sólida y competitiva en Asia, cuyo PIB total supera al de todas las economías de América Latina excepto Brasil y México, pese a contar con apenas una población de 23 millones de habitantes y un territorio de 32.000 kilómetros cuadrados. Además, la economía de Taiwán es vital en el mundo por su fuerte presencia en la industria de semiconductores, siendo un líder mundial en la producción de chips. Esta posición otorga a este pequeño país una gran influencia en las cadenas globales de suministro de tecnología y le convierte en un socio clave para los intereses económicos de Estados Unidos y otros países. Una invasión por parte de China de esta isla provocaría, seguramente, el colapso de la economía norteamericana y buena parte de la europea. Atentos