Santos y corruptos
No tira la toalla, de ninguna de las maneras.
Sin embargo, asegura en tono compungido, que “tirará de la manta” a pesar del calor, o porque está un “poquito” perjudicado de la cabeza por ese mismo calor, o vaya usted a saber.
¿Quizás porque necesita paños calientes para aliviar el sudor frío de su limpísima frente, ante tantísimo error como ha cometido en estos siete años?
Siete, si, le han hecho un ”siete” sus más allegados.
Le han traicionado a tope, según dice, porque él se eleva por encima de cualquier consideración de culpabilidad.
Y es bueno cual hogaza de pan, y noble en su comportamiento, y bello por encima de cualquier mortal, y honesto más allá de un límite conocido.
Lo han hecho, le han mentido, se han aprovechado de su buenismo:
su pichona, su hermanito, su fiscal, su Ábalos, su Koldo, su Cerdán, su Francisco Salazar…
Cabe pues la sospecha al respecto, de que este ser inmaculado, no se encuentra capacitado para percibir las deslealtades, ni las falsedades, y por tanto ¡criatura! le seguirán engañando in aeternum, por lo que debería compartir cabaña con Heidi y su abuelito y las cabras, allá por las montañas del Tirol, o dedicarse a otra cosa, por ejemplo, charlatán de feria, que es un trabajo bien digno.
No tira la toalla, porque la encuentra mullidita y confortable y muyyy bien remunerada, y acopladita en ¿el armario? de Moncloa, y en los asientos de Falcon. Y se comenta que don Corleone, tenía otra parecidísima a la suya.
Además, ¿Cómo tirar la toalla?, no va uno por la vida tirando toallas, sería un insulto para los contribuyentes -machacados a impuestos- un derroche injustificable.
Considerarlo lo ha considerado, lo de dimitir y marcharse, pero inmediatamente (y no por ostentar el poder que le obsesiona, ni por los Falcones, ni por los cochecitos, las escoltas, ni la Moncloa), inmediatísimamente ha recuperado la cordura y ha decidido que no dimite, que sigue ahí porque eso es lo mejor para su familia y para los ciudadanos, que necesitan toallas y más toallas para empapar corrupciones y “mordidas” y prostitución y latrocinios, y mentiras en el desGobierno de España.
Ya no se disfraza de capitán de barco, ya no navega, ya no lleva la nave a buen puerto, ni salva arrecifes, escollos y abismos marinos y etc. etc. de cursilerías.
Debe ser que le han calado las olas del proceloso y ahora ya no quiere barco, se lanza a las toallas para secarse, o para que algún allegado con un negocio de las mismas se forre.
Pero que quede claro, todo el asunto de la dimisión Sánchez lo ha consultado incluso con un consejo de expertos (a lo mejor aquel inexistente al que acudían en pandemia).
Y lo más admirable del personaje es que pese a haber presuntamente “rozado” muy de cerca el negocio de la prostitución (el hermano del padre de Begoña parece ser que está condenado por lucrarse de once “sobrinitas” sin alta en la seguridad social y sin papeles), pese a ello y a que su suegro Sabiniano tenía una sauna de prácticas sexuales gays y a que presuntamente con dinero ganado en la misma les compro a hija y yerno la vivienda familiar en la que habitaban, él, don presidente reivindica su compromiso de presentar "más pronto que tarde" la ley para abolir la prostitución.
Dice el refrán que “cuando a los tuyos te pareces, honra mereces”, pero número uno se desmarca del tema y lo único que le merece la pena en la vida es quedarse con la toalla, aunque esté despeluchada y llena de manchas.
¡Con lo limpio que es él!
Sin embargo, una vez promulgada la ley ¿Cómo se enterará de los que la consumen?, si ni siquiera percibe en quienes confiar.
Si ni siquiera se da cuenta de que los suyos han comprado trenes que no caben por los túneles (la recién nombrada secretaria de Organización del PSOE Rebeca Torró los adquirió en su etapa con Ximo Puig).
Si ni siquiera asume la “fontanería” de Leire Diez.
Y ni siquiera tampoco puede esperar un milagro, porque se ha quedado sin Santos.