Ni Rusia es la URSS ni Trump es un matón
Para el observador objetivo y desprejuiciado –un marciano, por ejemplo- la detestación obsesivamente enfermiza de la prensa y medias en general para con Trump (o Putin) ha alcanzado tales abismos de profunda burricie y mala fe a instancia de parte que -haga lo que haga o diga lo que diga- será denostado, insultado, difamado y tratado de matón y mafioso. Como mínimo. Pues no, no es de recibo, hasta los relojes parados marcan exactamente la hora dos veces al día. Trump puede equivocarse en ciertas cosas pero no en todas, concedámosle al menos, elemental fair-play, clarividencia de reloj parado. Quiere decirse, Trump podría equivocarse en la aplicación tan perentoria, y aparentemente de visión cortoplacista, de aranceles (y creo que se equivoca si bien quizás oculte de momento consideraciones altamente estratégicas que a medio plazo generen un juego a suma positiva y todos salgan ganando) y, el mismo Trump, acertaría (y acierta sin duda alguna, en mi personal opinión) en poner fin al conflicto (o guerra, me da igual) que hoy día incendia Ucrania. No obstante, a tenor de la desinformación política y económica, altamente tóxica, que transita inmoderadamente por tierra, mar y aire prácticamente todos los medios de comunicación, Trump es un cantamañanas incompetente, supremacista blanco para más inri, traidor a aliados de toda la vida y oportunista urdidor de encerrona en el despacho oval de La Casa Blanca a Zelenski, ese menda. Lo único que no dijeron los columnistas argollados fue la verdad: que Trump (si Putin entra al trapo) pondrá fin definitivamente a la así llamada Guerra Fría. Y será un acontecimiento suntuoso para la humanidad de este siglo.
Con la esperanzadora reelección de Donald Trump, a estas alturas ya el más competente y virtuoso político del siglo XXI -no empezó guerra alguna y acabó con todas las que heredó, Girauta dixit y dice bien- son tantos los gacetilleros que, del uno al otro confín, se han cargado de razón revelando su insondable miseria moral, su tullida insuficiencia intelectual, su mala baba de incompetentes oficinescos adscritos al mandeusted síseñor, consuetudinariamente debido a las jerarquías, que desisto de citar uno sólo. Si tienen ustedes valor, lean al albur –en ABC o EP, por citar alguno de los engendros que ojeo y hojeo- cualquier pieza publicada respecto a la, así llamada, encerrona oval en la Casa Blanca. Omiten dichas piezas que ni Trump ni Vance rejonearon al alimón a Zelenski, insolente de manual engallado por los monosabios de la OTAN, hasta que el susodicho rompió, con verborrea completamente desubicada, todas las reglas al respeto debido a la hospitalidad y los usos diplomáticos en vigor. Además, previamente, desde Europa, el presidente ucraniano había insultado a Trump diciendo que vivía en una burbuja de desinformación. O sea, de encerrona oval, expresión corriente entre los gacetilleros anti-trumpistas (90% por lo bajo), nada de nada. Pues bien, toda la chusma al unísono coreando que Trump es un matón mafioso que tendió una encerrona a Zelenski con ánimo de expoliar los recursos naturales de Ucrania.
Entre tanta ruina, inesperadamente Sánchez-Cuenca se ha descolgado con un artículo de gran clase, absolutamente opuesto a la línea editorial de EP, radicalmente polar a lo que (no) está haciendo Sánchez por la paz y en completa oposición a las piezas de la cloaca mainstream. Sólo atento Sánchez-Cuenca a los imperativos de la razón, del humanismo mejor entendido y –por qué no decirlo- a las lecciones de la Historia. Uf, hasta los huevos de las referencias desatinadas y a destiempo a Hitler a Chamberlain a Múnich y al pato Donald que pasaba por allí. No digamos si las referencias históricas vienen de chusqueros catedráticos o generales expertos en geopolítica, entonces el timo mediático es de concurso de melonadas.
Reconozco que, en política doméstica como en el ámbito internacional, Trump despliega actividad tan febril que podría dar la impresión de improvisar sin tener las ideas muy claras. Y en parte es cierto, se hace camino al andar. Pero no lo es menos que si Trump se aleja del estilo parsimonioso que la tradición política (y mediática) concede en los cien primeros días de gracia a cualquier jefe de estado, con poderes ejecutivos, o jefes de gobierno es porque: a) Trump sabe que en su caso los días de gracia no existen: desde el minuto uno se le juzgó descaradamente a ultranza; b) Trump sabe que de nuevo intentarán asesinarlo y esta vez quizás les salga bien: mejor marcar el camino que deberá seguir su sucesor.
Y siendo un principio lógico fundamental entender que no es lo mismo fumar cuando se reza que rezar mientras se fuma (me instruye mi buen amigo Zeppi) conviene no mezclar y comparar sólo lo que es comparable. Esto es, hay que tratar independientemente, una por una, las medidas propuestas por Trump –y las impuestas en función de sus prerrogativas- pues pudiendo tener cierta relación entre sí todas ellas no proceden las amalgamas analíticas. En cuanto a Ucrania –ya lo dejó claro en su campaña electoral- Trump no pretende favorecer a Putin (aunque no oculta su simpatía hacia él y yo lo entiendo y comparto) ni perjudicar a Europa (aunque Vance se las cantó a los gnomos de Bruselas y la ideología que los ahorma y yo lo entiendo y aplaudo) ni perjudicar a Ucrania (lo que no impide su detestación de Zelenski y yo también pues ha convertido Ucrania en el principal mercado mundial de tráfico de órganos humanos y prostitución exportada) ni romper el statu quo atlantista (aunque no durará mucho al no tener razón de ser en aras de mantener la paz: ¿qué pinta la OTAN tras la disolución del Pacto de Varsovia?).
En definitiva, otras consideraciones y decisiones aparte, lo que prometió Trump fue acabar con la guerra en Ucrania. Promesa cumplida: la guerra ha acabado. El resto serán fuegos de artificio y postureo de gallitos. Se pongan como se pongan los halcones belicistas europeos con Macron en cabeza exhibiendo los espolones nucleares y las promesas de crear una superpotencia militar europea ¿ Superpotencia militar europea? Si no se atienden las verdaderas necesidades de los europeos y despilfarramos en armamento (800.000 millones de euros pretende la Von der Lerda, pero no hay dinero para construir casas que alberguen a la precaria juventud), antes de treinta años habrá un presidente (o presidenta) musulmán en Francia, probablemente de ojos azules (heredados de su madre convertida al Islam) brillante ingeniero/a, según las previsiones del inteligente y desinhibido Houellebecq. Es decir, los gnomos de Bruselas quieren levantar un súper-ejército que acabará bajo mando musulmán por simple dinámica demográfica y desatención a las necesidades de la juventud. Bien sabemos que Hamás se ha impuesto en Palestina empopado por la pobreza.
Hay que entender que Rusia no es la URSS ¿Tan difícil resulta entenderlo? Rusia es la reserva de los valores occidentales y nos puede salvar del Islam –mientras no nos convirtamos no nos respetarán y nos acosarán, especialmente a las mujeres- si el deshielo en curso, promocionado por Trump, no es boicoteado por el wokismo de Bruselas y otras yerbas. La incapacidad para asimilar que Rusia no es la URSS ha llevado al PP, ahogado por un anticomunismo instintivamente primario entre meapilismo y cartilla de racionamiento, a romper lazos con Vox. Tremendo error toda vez que Vox entiende lúcidamente que el destino de Europa no se juega en Ucrania sino dentro de nuestras fronteras como magistralmente explicó Vance en Múnich. El enemigo lo tenemos en casa encarnado en las instituciones europeas que montaron el golpe de Estado en Rumanía para anular las elecciones ganadas por un candidato que admira a Rusia. Como Trump, como Vance, como yo y como cualquiera –Abascal, por ejemplo- que tenga suficiente lucidez, arrojo y altura de miras para ver la realidad de frente. Rusia es admirable.
Supongo que nadie le reconocerá a Trump el mérito de haber puesto fin a la guerra, a los muertos y al empobrecimiento general de los europeos. Nadie, salvo la pacífica gente de bien. A los belicistas intelectuales en manguitos y pantuflas y otros mamporreros de la tecla que nunca irán al frente les envío un suntuoso corte de mangas al tiempo que hago mío el grito del gran Juan Carlos Girauta: malditos sean.