Reivindico al Hombre blanco. Sí.
Sospecho que debería arrancar pidiendo perdón, disculpándome ante las personas de bien, sensibles y algo tontitas eventualmente escandalizadas por título alevemente provocador. No lo haré. Pero, bueno, si es para quitar hierro puedo reivindicar también a la Humanidad. O Mesopotamia. Mejor, reivindico #blacklivesmatter y todos contentos. Eso sí, aclaro que hombre blanco es género epiceno e incluye hombres propiamente dichos y mujeres (de cualquier raza y confesión a condición que beban vino). De la misma forma que Homo sapiens se refiere a la especie en su conjunto, no sólo a machos humanos. Hombre blanco es un estado de espíritu, una espiritualidad, blanca, que no tiene nada que ver con razas sino con comportamiento, destino e instinto de civilización. Y el rito iniciático del hombre blanco, salvo a padecer alguna dolencia que lo impida, es beber alcohol, en general, y vino, en particular.
Moisés, Juana de Arco, Louis Amstrong, Simone Weil, Chandrasekhar, Antonio Machin, Kemi Badenoch, etc., son elementos del conjunto Hombre blanco. La reivindicación intenta llamar la atención respecto a la persecución sistémica a la Civilización. Innecesario especificar cuál pues Civilización sólo hay una. Persecución multicultural, hostigamiento institucional y acoso permanente y creciente con desconcertante participación guerracivilista de ciudadanas/os blancas/os que no son forzosamente los listillos woke de siempre endemoniados con su propio cacao mental. Son personas que, por la razón que fuere, por acción u omisión, han asumido o se han entregado, no es lo mismo, a otros valores. La civilización –que ha levantado siglos durante el hombre blanco - se tambalea por embates y cancelaciones exteriores incompatibles con nuestros “valores” aunque los valores, debemos admitir, evolucionan históricamente, son contingentes a muchos factores no siempre claramente detectables, difusos. La civilización se resquebraja asimismo interiormente por la renuncia oportunista (perezosa, acomodaticia) a defender lo que es intrínsecamente superior y la confusión en la jerarquía de principios a mantener y conservar (el principal es la libertad garantizada por la seguridad). Oportunismo, pereza, auto-odio, acomodo, protagonismo, vocación de estrellato, cacao mental que se han instalado en las élites occidentales enfermas de soberbia y arrogancia intelectual, puros arquetipos humanos de fines de raza sin alegría ni ilusión ni sentido de la realidad ni coraje moral. Elites podridas hasta la médula espiritual (mírese en ese espejo Monsieur Macron) urdidoras de ingeniería social totalitaria cuya finalidad es guillotinar la civilización del hombre blanco. Y como lo de hombre y blanco les quema los ojos y provoca arcadas por eso lo escribo.
Libertad, vayamos al grano, no es fornifollar con fulanito o menganita, que también, sino ganar limpiamente unas elecciones y que los resultados sean respetados por las instituciones que dicen ampararlos. Sucede que gracias a los talibanes en Armani que señorean la política europea desde Bruselas -capital Paris, por el día, Berlín, de noche- en menos de un año, en Rumanía, democráticos resultados electorales fueron violados, dos veces, bajo el impulso de los enemigos del hombre blanco. Ahora bien, golpes como el de Rumanía en Europa ocurren todos los días. Que se lo pregunten a la señora Weidel (AfD). Sin olvidar al amiguete de Hunter Biden y sus negocios, un tal Zelenski, orfebre en la materia, bajo protección de la muy libérrima OTAN, reputada business school de golpistas con Clinton, Obama, Joe Biden y Soros de catedráticos eméritos.
Así las cosas, incluso el papel moneda, libertad irrenunciable, quieren suprimir. Y ponte la mascarilla. Y no seas putero que es de derechas. Y cuidado con los rusos (no digamos las rusas). Y no fumes en los parques. Y no des la lata quejándote de los okupas. Y a Trump ni agua. Y cómprate un kit de supervivencia, pringado. Y sienta un inmigrante a la mesa. Y compra un automóvil con batería que apestas a CO2, fascista. Y dúchate cinco veces. Y ponte mirando para La Meca. Y ahora mirando para Ferrol, no me seas homófobo. Y vacúnate cuatro veces. Y los niños, seis. Y cambia la compresa por la copita que lo dice Sor Anna Gabriel muy viajada ella. Y no bebas vino que ofendes a los musulmanes.
Joder, Varguitas, todo eso no estaba en el manual de instrucciones cuando compré aquella moto marca Democracia. No obstante, ni me molesto en reclamar a los que urdieron y perpetúan la estafa (tan rubios ellos, tipo la Von der Lerda; tan superiormente altos, tipo El Gran Cabrón). Reclamar, no, pero echarme al monte, sí. Lo peor es no beber vino y ducharse cinco veces (¿cuántas son las preceptivas abluciones musulmanas diarias?).
Día a día son más notorios los síntomas de desafección, subversión anti-institucional y rechazo para con el pensamiento político consolidado en las burocracias montadas por los eurócratas en manguitos. No cabe otra alternativa que una revolución cultural total, de popa a proa, respetando las reglas del juego. Una dictadura soft se monta con un centón de jueces y otros funcionarios y burócratas, pero una democracia está compuesta, además del espíritu cívico, de mecánica legislativa, jurídica y procedimental muy fina, precisa, compleja y frágil que lleva tiempo pulir, ensamblar y mantener en buen funcionamiento. Los que no aceptan (en Rumanía, por ejemplo) el sistema político democrático -siempre en reconstrucción perfectible y siempre en peligro de manipulación- se posicionan implícita o explícitamente a favor de alguna forma de despotismo. El despotismo ilustrado y bien intencionado de los eurócratas acaba situando el poder ejecutivo en manos de dictadores woke, triunfitos pánfilos que se toman por élites revolucionarias casi omniscientes. Por encima, de sobrados que van, no respetan las reglas del juego.
Bien sabemos que La Libertad –así, a lo grande- en un sentido absoluto, está plagada de paradojas (la de Newcomb, el teorema de Conway-Kochen, etc.). Existen serias dudas lógicas, filosóficas y neurosicológicas respecto a si las personas gozamos de libre albedrío. Ello habilitaría y justificaría teóricamente a burocracias y agendas reglamentistas a proveernos con los bienes públicos que nos convienen, según ellos, pero cercenando libertades cívicas y políticas corrientes porque La Libertad sería entelequia inalcanzable además de democráticamente peligrosa . Pues no, el hombre blanco se niega, nos negamos a comprar también esa moto. Nadie, ninguna mujer ni hombre que beban vino, en arquetípicos hombres blancos, aunque no crean en el libre arbitrio renunciarán jamás a libertades cívicas lo más amplias posibles. No tenemos mimbres de siervos. El hombre blanco es intuitivamente sabedor, perfectamente consciente, que quienes desde Bruselas, Madrid, Nueva York o Paris suprimen, cercenan o alicortan la democracia para garantizar su futuro –dizque amenazado por el fascismo rampante promovido en las redes sociales- buscan, insidioso objetivo último, concentrar absolutamente el poder en manos de un partido, dictador, agencias o planificador social ideal. Con el burdo pretexto del bienestar colectivo integrador de distintas culturas en pie de igualdad. Esto es, el fin de la civilización del hombre blanco. Nuestra civilización no puede ponerse en pie de igualdad con un multiculturalismo hater, revanchista, tribal, aberrante.
La pluralidad fecundada por la civilización del hombre blanco es todo lo contrario del multiculturalismo que cristaliza en guetos y tribalismo henchido de la fealdad moral de lo túrbido. Buscando la extinción de la civilización del hombre blanco se han impuesto políticas de diversidad, igualdad e inclusión que funcionan en la práctica como instrumentos de discriminación positiva favorables a colectivos racializados o de género -o con preferencias religiosas o sexuales especificas- y contra el principio de igualdad ante la ley y presunción de inocencia que propulsa la civilización del hombre blanco.