Mi pasión

El patio de cuadrillas, lugar de más ansiedad para los toreros

La espera de los toreros en el patio de cuadrillas es sin duda el lugar más angustioso para ellos, dando sensación subjetiva de malestar intenso. Es donde también un matador de toros comienza uno de los ritos más solemnes de la corrida. Ahí, su peón de confianza le lía el vistoso capote de paseo en su ceñido cuerpo, bien prieto para que pueda sujetárselo con su mano izquierda, al mismo tiempo que mira al cielo para observar la climatología y adversidades del tiempo, fijando principalmente sus miradas en el ondear de las banderolas, para así vigilar la dirección del temido viento. El silencio se puede cortar, quizá alguna frase muy apagada y sin entenderla ¿...? 

Suenan clarines y timbales con la venia del Usía, el miedo o el valor, ¿dónde se encontrarán? Las caras cambian de semblante y de color, ha llegado la hora de la verdad. Se abre la puerta de cuadrillas para efectuar el simulacro despeje de la plaza y pedir las llaves de toriles por los alguacilillos. 

Los componentes de la “trouppe” que han de intervenir se disponen a desfilar, momento que los toreros se santiguan y describen la cruz en el ruedo con el pie por sus creencias religiosas, sin olvidar tampoco tocar con la mano las tablas de madera de la barrera, evocando el leño de la cruz donde fue crucificado Jesucristo. El inicio del paseíllo lo comienzan con el pie derecho, para recordar o memorizar la época de Las Santas Cruzadas, cuando se hallaban en guerra contra el Islam, los cruzados después de la batalla, al desmontar de sus cabalgaduras, el pie que “cae” primero al suelo es el derecho, significando tener suerte posando con dicho pie en Tierra Santa, liturgia ritualista en la Tauromaquia, no sin antes efectuar un saludo muy generalizado entre ellos, con la tópica o típica frase de “suerte pa´tos”.

Un pasodoble suena para acompañar los toreros la salida al ruedo, el público alegre y expectante empieza a batir sus palmas. Ceremoniosamente los diestros van hundiendo sus zapatillas en la arena de la plaza, cada cual va soñando su faena. El señor presidente/a de pie en el palco esperando la llegada para cumplimentarlos. Allá abajo todos los participantes le saludan respetuosamente. 

Acaba de finalizar el epílogo ritual, va comenzar el espectáculo que se llama corrida de toros, pero dentro de cada cuerpo humano, el miedo o el valor, son dos palabras todavía y por siempre, incomprendidas e indescifrables.

 Los diestros cada tarde apuestan por sus vidas, algunos la han perdido en el envite. ¡Qué juegos tan inciertos con el destino!, unos ricos y alegres, otros pobres y tristes, pero todo estriba en la grandeza y emoción del azar de La Fiesta.

El que no entienda y sobre todo no sienta lo que es la Fiesta de los Toros, con todas sus grandezas y sus dramas, no vibre por la emoción que suscita, creerán sin duda, que tal actitud o disposición de ánimo es tan ilógica como insensata. Unos dirán que los toreros son héroes, otros que están locos, tal vez unos y otros lleven parte de razón.

No está al alcance de todos poder ser grandes toreros, son muchos los jóvenes que suspiran en llegar algún día a figura, muy pocos lo consiguen. Unos se quedan en la mitad del camino, también otros dejaron sus vidas de ilusión y esperanza en cualquier plaza, o en una humilde capea pueblerina, a estos probablemente nadie los recuerde, pero a bien seguro, el buen aficionado siempre los tendrá en su memoria, aunque no hayan logrado un nombre importante en esta difícil y bonita profesión llena de estímulos y de claridades.