Ojo de agua

Orillas que se abrazan

Los navíos están a punto de zarpar. El viento hincha las velas. Los mástiles danzan entre dos orillas. Es el Mediterráneo. El Caribe. En el remoto puerto de Cartagena de Indias, donde soñaba llegar Miguel de Cervantes Saavedra en 1591, no dejan de llegar viajeros de la Mancha y de las recónditas aldeas de España. 

Su novela clásica escrita quince años después, llegó en el amanecer de marzo al puerto, dirigido a los inquisidores. Ese libro trazó horizontes paralelos entre la Mancha y El Dorado. 

Las orillas se acercan o se alejan, se tensan, se conjugan, se confabulan, se abrazan, como dos olas que van y vuelven. Ocurrió hace poco en la Feria del Libro de Bogotá (FILBO), en la que España fue el país invitado. Basilio Rodríguez Cañada, caballero andante cuyos molinos de viento están poseídos por la poesía, logró la hazaña de editar a escritores de tres continentes, a través de su editorial Sial Pigmalión. Abrazo de tres orillas.

Se entrelazaron en Bogotá, dos experiencias gemelas y de la misma edad: El Programa Mandarache en Cartagena, España, el más grande programa de promoción y estímulo de lectura en el aula escolar, liderado por el escritor Alberto Soler, desde 2004. Ese abrazo se prolongó a tres Cartagenas: En  España, Colombia y Chile, experiencia gigantesca que ha estimulado a lectores, autores y nuevos talentos juveniles en la narrativa y en la poesía. En ese espejo se encontraron también desde 2004, en Cartagena de Indias, el programa Leer el Caribe, creado por el desaparecido investigador Alberto Abello Vives, considerado el más grande programa de lectura en el aula en el Caribe colombiano y el país. Con más de 20 años de historia, Leer el Caribe ha llevado a autores representativos de la región  a los siete departamentos del Caribe colombiano. 

En este 2025 se reencontraron el artífice de Mandarache: Alberto Soler y la profesora y gestora cultural Rosalba Tejedor, guardiana del espíritu de Alberto Abello, quien ha estado al frente de sembrar esta pasión de leer a los escritores del Caribe, en el aula escolar, comenzando por más de un centenar de profesores de español y literatura y más de un millar de estudiantes de bachillerato en Colombia.

Los deseos fecundaron abrazos de ida y vuelta en más de cinco siglos. Y en el siglo XX, catalanes cansados de la guerra en España, se quedaron a vivir entre nosotros, como el cineasta Luis Vicens, Ramón Vinyes, El Sabio Catalán que regresó a morir a su tierra, enfermo de nostalgia en el Caribe. O el pintor Alejandro Obregón que no volvió a su Barcelona natal, prefirió Cartagena de Indias o Barranquilla y se nacionalizó colombiano a sus veintiún años.

Los dos mundos no dejan de decantar como en un lienzo virgen los sutiles y frenéticos delirios del agua, reinventando la insaciable e inagotable quimera de nombrar la vida con la misma ilusión del niño que ve el mar por primera vez.