El liberal anónimo

Nicolás Maduro, ¡REWARD! Recompensa de $50,0000,000 USD

Decía el reverendo Martin Luther King que si puedo ayudar a alguien mientras paso por la vida, entonces mi existencia no habrá sido en vano. ¡Intentémoslo, pues, aunque sea entre las ruinas!

La Venezuela de antaño, pródiga en belleza y riqueza, yace en este instante desfigurada. Ya no es patria, ahora es tan sólo el feudo del infame Nicolás Maduro, un narcoterrorista de vocación, conspirador de oficio y delincuente de naturaleza. Bajo su abrigo, la rica Venezuela ha devenido en el rincón más triste, pobre y miserable de toda América.

La desventura de este país no tiene parangón. Su pobreza es tan larga que ha llevado a la depauperación del pueblo venezolano. El pueblo arrastra su existencia sin gloria ni fama, en cambio, los jerarcas del socialismo —los redentores del proletariado— nadan en la abundancia después de saquear a manos llenas las arcas del Estado y de haber comprado voluntades sin ninguna reserva.

El socialismo les llegó como una maldita herencia del difunto Chávez, quien, aún muerto, continúa siendo el más grande mal nacido que ha concebido la historia venezolana. Él substituto es Maduro, un palurdo de altos vuelos. Este vendedor de humo se mantiene en el poder como autócrata, sostenido por una mayoría de iletrados que votan, sí, pero que lo hacen sin decidir nada ¡He ahí la democracia corrompida! Porque algunas democracias tienen estos laureles, en donde la ignorancia numerosa impone su ley como dogma.

Las últimas “victorias electorales” del impotente Maduro no han sido otra cosa que asaltos al poder, golpes de Estado disfrazados de urnas, todo más probado que la torpeza de sus adeptos. Hoy Venezuela es espejo de la ignorancia más profunda, donde los servidores públicos, gozosos del mayor de los miedos, viven en la triste infamia del cobarde y del que calla. El militar no defiende, el juez no juzga, el fiscal no acusa, el policía no protege. Todos ellos mancillan permanentemente el honor de su patria con su silencio y rehúsan de sus compatriotas hambrientos e indefensos, convirtiéndose en gentuza indigna que no merecen, siquiera, el aire que respiran.

Desde la Casa Blanca, el Presidente Trump —con mucho acierto— ha declarado y lo ha hecho bien, que cuando los militares y políticos asuman que no pueden seguir protegiendo las ganancias millonarias que proceden de negocios ilegales, entonces caerá el dictador ¡Tampoco sería mala cosa que les ayudasen a entenderlo por tierra, mar y aíre!

Cartel recompensa Estados Unidos por el dictador Nicolás Maduro

El gobierno de los Estados Unidos ha tomado una primera medida singular, poner precio a la cabeza del torpe Maduro. La cifra es altísima y sin duda excesiva ¡Medio dólar habría bastado! Aunque si incluyesen en el lote algunas decenas de colaboradores —sin olvidar a la señora Delcy Rodríguez y a sus cómplices españoles— que son tan ineptos y sucios como él, entonces resultaría una ganga. Porque estamos ante un poder represivo que asesina, viola y tortura cada día, junto con narcotraficantes y delincuentes protegidos por siervos uniformados.

Estimo que Nicolás Maduro —cretino certificado—debería emular a Julio Cesar, pero sólo en lo relativo a su hermoso final. No obstante, compararlo con el divino romano sería como equiparar a un cerdo con la más hermosa de las mujeres, ¡y aún con esas, estaría insultando al cerdo!

Maduro y su cohorte han arruinado a Venezuela para su propio beneficio. No han tomado ni una sola medida que logre una mejora del pueblo, sino que han aplicado las políticas socialistas, esa ideología que convierte el pan en polvo y la esperanza en cenizas. Adjetivos como gusano, parásito, bestia, animal, alimaña, sanguijuela, protozoario, insignificante o despreciable sería elogiarle, porque el desecho de Nicolás Maduro, que presume de una oratoria despreciable, goza de unas formas que son de naturaleza salvaje y su origen, al igual que su intelecto, son completamente desconocidos.

El vil Chávez fue quien lo elevó al poder por razones que se llevó a lo más profundo del infierno, pero todos reconocemos que sus motivos fueron tan deshonestos como su repulsiva memoria. Entretanto, ahora, el pueblo tiene que cargar con ese saco de mierda —usando de los términos del ministro Óscar Puente, como buena autoridad que es— lo que es una forma de castigo que no tiene posibilidad de redención.

Decía antes que me placería que Maduro tuviese el final de César. Pero los romanos eran, al menos, honrados en su traición. Cesar recibió 23 puñaladas un 15 de marzo, y aunque no haría falta esperar tanto, la historia nos enseña que tras la muerte pueden llegar cosas buenas. En Roma llegó Octavio, que se convirtió en Augusto y con el comenzó el gran Imperio, sin duda un buen ejemplo para tanta pobreza.

La muerte del conspicuo César sigue siendo símbolo de la lucha entre la tiranía y la República, pero parece que no lo es todavía para las oscuras, incompetentes y pusilánimes autoridades venezolanas que, seguramente por miedo o por pasta, siguen dando la espalda a la honradez y al valor. Tal vez tengamos que esperar unos años para glosar una buena nueva. Esperemos, entonces, que florezcan nuevos Casios y Brutos y que, por fin, hagan por su pueblo lo que la historia exige, gritar bien alto, ¡he aquí la cabeza de un traidor!