Mi pasión

El miedo en los toros

¿Qué es el miedo? ¿Qué es el valor? Son dos palabras que se pronuncian tarde tras tarde durante una corrida de toros. Verdaderamente son dos vocablos de difícil comprensión, tanto por parte de los diestros, como por parte de los aficionados. Para unos; es lógico acusar temor ante la inminente pelea con la fiera. Para los otros; deben tener la compresión suficiente para los que se enfrentan a ella. 

No hay ni un solo torero que, por la responsabilidad del momento, o porque anímicamente lo sienta, no sea proclive al miedo. Pero lo importante es superarlo con naturalidad y sin aspavientos, esa terrible y temida circunstancia.

Por todos es reconocido que el miedo existe, el protagonista en este caso es el torero, lo siente, lo vive, lo padece, pero todas esas adversidades deben ser vencidas. En ocasiones se manifiesta en forma de palpitaciones, en otras se resecan la garganta, y en otras fallan las piernas. En tales circunstancias se produce un estado de emoción desagradable provocada por la percepción de un peligro inminente, aunque sea fugaz o pasajero. Todo ello, principalmente, ocurre poco antes de iniciarse el paseíllo, sin duda alguna, es el momento cumbre cuando se toma verdadera conciencia del inmediato acontecimiento. Después en el ruedo, frente al toro, el matador -por regla general- ya lo ha vencido.

Lo cierto es que no resulta fácil caer en el tópico cuando se pretende hacer una disgregación sobre los términos de, el miedo o el valor. Pero también, es aún más difícil saber en ambos casos qué línea es la que los separa.

Cuántas veces se ha dicho que una persona ha cometido una heroicidad por haber huido hacia delante, y esa huida conlleva pavor. También es fácil escuchar, de qué forma hay que superar el miedo ante una adversidad. Ahí se está valorando el medroso del valeroso.

Está claro que el miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o un mal que amenaza. Lo mismo puede ocurrir, cuando se mete en la imaginación y no hay manera de echarlo fuera. Es como si fuese un fenómeno receloso que se aprecia perfectamente en las personas ante un peligro de algo contrario a lo que desean hacer, hecho que a veces se palpa en el rostro de los toreros.

El valor en cambio es otra cosa, es la seguridad que se tiene ante un obstáculo al que tiene vencer. Esa naturaleza le sale el torero de su alma cuando se enfrenta a una fiera a la que debe dominar ante un público exigente, sin querer exteriorizar pavor a la profesión que eligió, aunque dicha profesión ofrezca peligro, es decir; “tener vergüenza torera”.

Qué pensará un diestro al bajarse del coche que lo traslada a la plaza y tome contacto con el ambiente propicio de una muchedumbre alegre ¿Tendrá ganas de cruzar el umbral de la puerta?, además rodeado de aficionados camino de la capilla para encomendarse al santo de su devoción, y después, a la interminable espera en el patio de cuadrillas hasta pisar el ruedo. ¿Se sentirá ahí con deseo de salir a torear…?

Hay muchas situaciones claves en la fiesta taurina que se acusa el fenómeno del miedo, yo diría que la más notoria, como antes hemos dicho, es el momento de escuchar los clarines para iniciar el paseíllo.

Quizá, en ese instante todos los recuerdos queden atrás. Es la hora tremenda de enfrentarse a la realidad. Las palabras sobran en el patio de cuadrillas. Las mentes, aunque los cuerpos estén allí, están lejos de sí mismos. Lo más lógico es que estén pensando en la fiera que se encuentra encerrada y pronto saltará a la arena, o en la familia que dejaron en casa. No olvidemos que la Fiesta de los Toros es muy sentimental.