Memorias de ultratumba
La mitificación de la Revolución francesa, por parte del pensamiento radical de izquierdas, ha tenido enterradas durante muchos años las ‘Memorias de ultratumba’ de Chateaubriand que criticaban con crudeza aquel periodo. Solo tras el desplome de la Unión Soviética y la caída del muro de Berlín, desapareció el sesgo ideológico que descalificaba las Memorias. En 1998 se estableció su edición definitiva por Jean Claude Berchet, traducida al español en 2004 y publicada por Acantilado. Cierto que la edición de Flammarion de 1948, a cargo de Maurice Levaillant, ya había conseguido establecer su arquitectura primitiva.
François René de Chateaubriand fue un noble francés cuya peripecia vital corrió paralela al final de la aristocracia, la Revolución, la época napoleónica, la Restauración borbónica y la revolución de julio de 1830. Participó activamente en política durante la Restauración, ese periodo entre 1815 y 1830 en que se buscó un equilibrio entre el antiguo y el nuevo Régimen, pero en 1829 presentó su dimisión como diputado al no compartir el giro a la derecha que pretendía el príncipe de Polignac. Once meses más tarde se negó a prestar juramento a Luis Felipe, impuesto por la revolución de Julio. Aquí acabó su vida política para siempre. Junto a su sobrino intelectual Alexis de Tocqueville, autor de ‘La democracia en América’, dedicó mucho tiempo a reflexionar sobre las circunstancias que impidieron que en su país se siguiera el modelo de las Revoluciones inglesa y americana, que consiguieron la transición a la democracia sin el derramamiento de sangre que siguió a 1789.
Esta es la verdadera importancia de estas memorias, el testimonio de alguien que vio perecer asesinada a toda su familia durante el Terror, que perdió sus prerrogativas nobiliarias pero que admiraba la democracia como forma de Gobierno. A lo largo de más de 3.000 páginas nos fue detallando unas memorias las cuales deseaba que solo fueran publicadas tras su muerte. Gran amante de España, vivió una gran pasión en Granada con Natalie de Laborde, duquesa de Noailles, episodio sobre el que pasó de puntillas en las Memorias ya que a este periodo le dedicó el libro titulado ‘Las aventuras del último Abencerraje’.