Memoria democrática
¿Conocen ustedes algo a lo que desde un punto de vista lógico, sensato o razonable pueda llamarse memoria democrática? Porque memoria sí, vale, pero lo de democrática ¿que es…? Me pregunto y les traslado la pregunta a ustedes, amables y perseverantes seguidores de esta Candela que —permítanme el autonombramiento y la jactancia— hoy, más que nunca, honra su título. Tanto por lo que ilumina, cuanto por lo que sacude.
Pues por si alguno no se había enterado aún, he de decirles que este gobierno sanchista ha creado el Ministerio de la Memoria Democrática. Y sí, se lo prometo, se denomina de esta guisa y tiene como misión «la conservación, defensa, fomento y divulgación de la Memoría Democrática, en base a los principios de verdad, justicia, reparación y no repetición».
¡Ojo al dato, amigos! porque en la enumeración de sus funciones, ya al final, «asoman la patita» y muestran con absoluta claridad que el tal Ministerio no es otra cosa que un Comisariado Político Socialista (C.P.S.) —la «S» final, bién puede cambiarse por Sanchista que, para efectos, viene a ser la misma basura—, con el único y bastardo objetivo de reescribir la historia, fomentar odios superados de una guerra civil finalizada hace 86 años y seguir viviendo del momio, pues han detectado que tirando de ese ovillo, rascando en la herida y levantando pústulas de las que ulceran hasta el alma, el de Paiporta y su partido obtendrán réditos políticos. Claro está, usando el engaño y despertando viejos mantras que España supo olvidar y habían quedado enterrados, para nuestro sosiego y feliz coexistencia, desde la Transición de 1978.
Y para justificar de alguna manera la iniquidad que supone contar con un Ministerio cuya función sea en exclusiva el «desempolvar odios y rencores pasados», se sacaron de la manga que este año 2025 sería el de Francisco Franco. Y entre estupor y sorpresa se me ocurre una reflexión que, con escasa humildad, autocalificaría como de calado internacional y una profundidad geoestratégica oportuna. Valoren:
Tal vez se deba al extraño e inentendible acercamiento del «inicuo de la Moncloa» a China y su brazo espía Huawei, si por copiar algo de sus ancestrales y pintorescas tradiciones o qué otra razón será, pero lo cierto es que, al igual que en aquel inmenso país cada año se dedica a algún animal del zodiaco, este 2025 es el de la serpiente, nuestro «galgo mentiroso, enamorado y sin comer a las cinco» —se desaconsejan rimas procaces y de dudoso gusto—, en una ejercicio de malabares a los que nos tiene acostumbrado, ha declarado el presente año como el de Francisco Franco. ¡Toma jeroma pastillas de goma!, que decíamos los chavales.
No obstante, tan necios, negados y zopencos son estos gobernantes —más allá del rimbombante título del acontecimiento y algunas cabeceras de periódicos cortesanos y serviles que me recuerdan al dueño del perrito cuando, humillado y genuflexo, recoge (con menguado agrado) las heces del chucho con la bolsita para no enmierdarse más de la cuenta—, que ni esa retorcida maldad han sabido hacer y, en lo que va de año, apenas han desarrollado acto relevante alguno. Si acaso, se han limitado a anunciar la ilegalización de una fundación dedicada a ensalzar la labor del Generalísimo. Pero lo sorprendente —o escandaloso—, es que esa pretendida actuación la promuevan, precisamente, los mismos que siguen rindiendo honores a un significado mentor, promotor e instigador de la guerra civil, como fue Francisco Largo Caballero —el Lenin español, como gustaba ser llamado—, según acredita fehacientemente la hemeroteca, información rescatada de archivos y las actas parlamentarias de aquellas Cortes en las que socialistas, comunistas y republicanos se dedicaban a amenazar de muerte a opositores, cual fue el caso del cruel asesinato al líder de la oposición, José Calvo Sotelo.
En definitiva, pensando que ese sería un buen nicho de odio y carnaza consumible por su radical clientela y socios de gobierno, a este año lo bautizaron, repito, por lo que tiene de sarcasmo y retorcida estupidez, como «el de Franco». Y a bombo y platillo anunciaron que el gobierno haría más de cien actos para … —no se sabe cuál era la excusa inventada—, pero lo cierto es que pretendían desempolvar los recuerdos de la dictadura y, con ese mantra y alguna foto ridícula del «Hércules de la mentira» en Cuelgamuros —con bata blanca de instigador, perdón, investigador—, fomentar un nuevo y dañino frentismo, más propio de la España de postguerra o Puerto Hurraco, que de una sociedad moderna, civilizada e integrada en Europa.
Bueno, pues un servidor, siempre colaborador y por aquello de enseñar al que no sabe, voy a decir, a estas «luminarias» pensantes en la cosa de Franco y los cien actos —como si fueran montaditos—, que yo percibo como que se están diluyendo entre corruptelas varias, dudosas sobrinas, grabaciones, saunas gays, Aidas, falsas cátedras, prostíbulos, hermanito músico, Ucos y algún alojamiento por la zona de Soto del Real. Entonces, desde ese fin caritativo y pedagógico, voy a ponerles algún ejemplo de por donde deberían actuar respecto al asunto de la memoría, llámese histórica, democrática o como quieran.
Porque si en un rasgo de honradez —infrecuente en ese personal—, quisieran apelar a la memoria y rescatar la historia real —y aquí ya se acabó el vacilón y la ironía— les voy a apuntar una cuestión extraordinariamente seria que está sucediendo. Y es que en solo 14 de los 504 Institutos de Secundaria del País Vasco se imparten conocimientos o información alguna sobre lo que fue ETA.
Así, los alumnos vascos, catalanes y valencianos (pues también ocurre en esas otras dos autonomías) no sabrán jamás en qué consistió aquello, ni la diferencia que hay entre Miguel Angel Blanco y Javier García Gaztelu (alias Txapote), su asesino; entre Ortega Lara y Iosu Uribetxebarria Bolinaga, su carcelero; la relación entre el Hipercor de Barcelona, donde murieron 21 personas —4 eran niños— y Santi Potros, Troitiño y Caribe Simón, los asesinos que provocaron la masacre; y tampoco les dirá nada el nombre de Irene Villa y la razón por la que, con solo 12 años, perdió las dos piernas y tres dedos de su mano izquierda (no se supo ni hubo juicio a los culpables de la bomba de ETA que la mutiló de por vida); ni sabrán que en Madrid, en la plaza de la República Dominicana, un coche bomba cargado de explosivos segó la vida de 12 jóvenes que estudiaban para la Guardia Civil, y cuyos autores fueron Antonio Troitiño (otra vez) e Iñaki de Juana Chaos, hoy, éste, huido y refugiado en Venezuela bajo el manto protector del régimen chavista y ya, por abundar y dar una reseña, regentando una licorería en Chichiriviche de la Costa, localidad cercana a Caracas y tutelado por toda la colonia etarra que, con absoluta impunidad y bastantes pingües negocios, residen muy dichosos en ese país caribeño sin pagar por sus crímenes y asesinatos.
Así, y de tal suerte, los alumnos y jóvenes vascos, catalanes y valencianos, pasarán de puntillas e ignorantes sobre el papel de las víctimas y sus victimarios. A partir de ahí, no será difícil arrastrarlos por la falsa e interesada historia que trata de blanquear los 853 asesinatos (nada menos que 575 en el país vasco) cometidos por una banda de asesinos crueles. Algunos, hoy, activos en política, para vergüenza de una legislación absurda, floja y permisiva, y un partido socialista que nos «ha helado la sangre» con su actuar, como premonitoriamente le vaticinó la madre de Joseba Pagaza a Patxi López cuando le dijo aquello, tan duro y doloroso, de: «qué solos se han quedado nuestros muertos, qué solos, Patxi, los que no hemos cerrado los ojos»
Pues ahí se la dejo —aún con estas palabras martilleando y zahiriendo las entrañas—, si de verdad quieren memoria y no solo de una parte. Porque ésta, hoy referida, tan cruel que aún cuesta asimilar, sería memoria objetiva, memoria de verdad, la memoria de una tragedia que sufrimos todos los españoles y de la que aún, esos miserables —socios sustentadores de este gobierno sanchista—, ni se han arrepentido ni pedido perdón por el daño y dolor causado.
¡Qué solos…, pero qué solos!