Candela

Memoria democrática -II-

Pues al final habrá que agradecer al gobierno más sucio e indecente de la historia de España (Oscar López, dixit —el de Paradores y funciones varias aprendidas en la escuela del profe «Pepiño», también apodado «J.B»., según información del comisario Villarejo que por ahí circula sobre saunas gay), que  la patraña  esa de la Memoría Democrática va a tener el aspecto positivo de que nos obligará a revisar la historia y, ya de puestos, pues empezar a contar algunas «cositas» que ocurrieron en esta piel de toro y que, desconozco si fue por vergüenza, complejo de haber ganado la guerra o mala conciencia por excesos también cometidos, pero lo cierto es que aquí, en España, la historia real no casa con la que ahora nos quiere hacer ver «el enamorado de Paiporta a las cinco» ¡En absoluto!

Y para poner blanco sobre negro y por aquello de la luz y táquigrafos, «henos…, de Pravia», que escribió Muñoz Seca en su afamada obra «La venganza de don Mendo».

Un pequeño preámbulo quiero exponer. Y es que, en realidad, esto que voy a referir es algo que bien hubiera preferido no tener que rememorar ni sacar de los archivos del pasado, pero hoy, aquí y ante ustedes, me veo impelido a hacerlo por mor de la verdad, la dignidad y no callar ante burdas e interesadas mentiras  con las que «esta banda gobernante» pretende confundirnos.

Y, por cierto, no es casual la cita al gran autor teatral, Pedro Muñoz Seca —abuelo del también brillante escritor  Alfonso Ussía—, porque fue, junto a otros miles de ciudadanos españoles, fusilado en Paracuellos del Jarama en los primeros meses de la guerra civil. Tenía Muñoz Seca 57 años, 9 hijos y su delito consistió, simplemente, en tener ideas contrarias al bando republicano. Porque, sí, amigos, fue fusilado por el frente popular e, insisto, su  imperdonable fechoría radicó en pensar y escribir con  libertad y talento.

Y viene a cuento esta referencia porque, tal como nos lo quieren contar ahora, parece que durante la guerra civil (que en buena hora pasó y desgraciado este Sánchez que nos la está refrotando nuevamente), los únicos que cometieron tropelías y salvajadas fueron los falangistas y los adeptos al bando llamado nacional. Y no, señores, esa es una visión tan falsa como sesgada.

Los excesos, cunetas, fosas comunes y crímenes de toda jaez, que segaron la vida de miles de españoles, se dió en ambos lados. Obviamente hubo más en el lado, vamos a llamar franquista o nacional, dado que tuvieron más tiempo para realizarlo, pero estoy en condiciones de asegurar que, porcentualmente, se cometieron bastantes más crímenes en los escasos tres años que los republicanos tuvieron «mando en algunas zonas», que en los casi 40 de régimen franquista.

Sí, ya sabemos todos, bien se encarga Sánchez y sus terminales mediáticas de refrescarnos, lo de «las 13 rosas» —aquellas pobres jóvenes que fueron fusiladas—, lo del bombardeo de Guernica, la plaza de toros de Badajoz y  otras atrocidades más realizadas por el bando sublevado, «los fascistas», al decir hoy.

Pero claro, lo que se está ocultando maliciosa e interesadamente es que desde el bando contrario, el republicano, también llamado «rojo o comunista», hubo excesos horribles y atrocidades de difícil calificación.

No es el momento de pormenorizar y dar rienda al morbo pero ¿cómo si no calificar el que se asesinaran brutalmente a cerca de nueve mil religiosos, clérigos, monjas y laicos por el simple hecho de serlo? Porque no eran beligerantes ni fuerzas contendientes. Iglesias, conventos y seminarios fueron ultrajados y religiosos y religiosas asesinados, en muchos casos, tras ensañamientos, violaciones y profanaciones imposibles y repugnantes de narrar.

Y pregunto ¿por qué no cuentan también lo que fue aquello bautizado como el «Terror rojo» y «las checas»?, ¿o acaso no existieron ..? Pues refieren las hemerotecas que cerca de 70 mil españoles —¡españoles, señores, y españolas!—, fueron ejecutados extrajudicialmente en la España republicana,  ¡setenta mil…! Y estos crímenes se perpetraron por grupos de izquierda, algunos de ellos, es cierto, iban por libre, pero estaban bajo el auspicio del gobierno que les proveía de armamento con la idea de defenderse de los sediciosos. Y así, por ejemplo, es icónica la fotografía de un grupo de republicanos disparando al monumento del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles, tras haber fusilado previamente a los cinco hombres que protegían el monumento. Una foto que el diario británico Daily Mail  tituló «guerra de los rojos españoles con la religión». Aunque la idea de considerar a la iglesia católica enemiga, ya venía de antes y desde postulados de inspiración soviética marxista leninista. Aquí comenzó, concretamente, desde la llamada Revolución de Asturias o del 34. Y, abundando en esta idea, permítanme reseñar el hecho, casi anecdótico —por absurdo—, acontecido en la localidad leonesa de Bembibre del Bierzo, en que los mineros revolucionarios quemaron la iglesia de San Pedro, pero salvaron al Cristo del Sagrado Corazón sacándolo de su hornacina y dejando un texto que rezaba: “Cristo Rojo, a ti te respetamos, por ser de los nuestros”. Simplemente por el color bermellón del manto ¡Sin comentarios!

¿Y Paracuellos, les dice algo el nombre? Pues ahí se desarrollaron una serie de asesinatos masivos hechos desde el Gobierno de la República, por parte de milicianos y parte del Ejército Popular durante la batalla de Madrid. Entre los cerca de 9 mil fusilados estaban políticos, miembros de la Iglesia, ciudadanos católicos y militares que se opusieron a luchar en favor de la República. Hubo 23 «sacas de presos» que fueron fusilados de manera sumaria por milicias pertenecientes a organizaciones obreras. Todo este suceso fue conocido con el nombre genérico de «Paracuellos» y constituyó una de las mayores atrocidades cometidas en territorio republicano. Por cierto, para evitar responsabilidades y consecuencias, el Gobierno de la República destruyó las pruebas de la masacre para evitar daños colaterales tras la inminente toma de Madrid. No obstante, datos contrastados, atribuyen a Santiago Carrillo, secretario entonces de las Juventudes Socialistas Unificadas (de nuevo, el socialismo rondando) y a la sazón Consejero de Orden Público, la máxima responsabilidad en aquel horrible pasaje de la historia republicana.

Y sí, amigos, es cierto que la Legión Cóndor bombardeó Guernica. Horrible y brutal, ciertamente, porque murieron cientos de civiles inocentes; pero, ¿a que no les han contado que en el pueblo de Cabra, Córdoba, fue la aviación republicana la que un día 7 de noviembre de 1938 —ya próximo el fin de la guerra— que con nueve aviones bombardearon y asesinaron a  86 ciudadanos (la mayoría mujeres y niños) que se encontraban aquella mañana en la plaza del pueblo? . Claro, ¡ahí no hubo cuadro de Picasso para inmortalizarlo!

¿Y los 127 guardias civiles fusilados en la playa de la Franca por el Frente Popular, en Asturias, cuando eran trasladados desde la cárcel de Santander a Gijón?

En fin, amigos, no quiero continuar con esta narrativa repugnante y preñada de malos recuerdos, nefastos augurios y un dolor que, aunque lejano en el tiempo, aún abre heridas que  estaban restañadas.

Simplemente era para decir que estos sanchistas, malas gentes y sin entrañas, están queriendo alterar la historia y contarla a su manera para sacar rédito político de algo que ya estaba enterrado. Porque tantas muertes de un lado y otro, recalco y vuelvo a repetir, muertes y asesinatos de españoles de ambos lados, es mejor dejarlas ahí, olvidar, perdonar el que pueda y el que no, superarlo a base de olvido y mirar para adelante.

¡Pero no!, este malvado gobernante —que el veleidoso destino nos ha puesto como prueba y castigo, pero ojalá se lleve muy pronto—, se ha empeñado en hacernos sufrir, en volver a encender llamas que ya no eran ni rescoldos y despertar unas enquinas que se vivieron por  unos españoles que, desgraciadamente, hubieron de sufrir a unos gobernantes —de su mismo partido— y tan indecentes y sin entrañas como él.

¡Sí, como él!