Abrir la mente y el corazón

Medio millón de voces por la paz

El sábado pasado se vivió en Madrid una protesta pacífica en la que participaron cerca de medio millón de seres humanos. Así, el Paseo Del Prado, Atocha, y la Gran Vía se llenaron de personas que salieron a la calle a pedir por: el fin de la guerra en Gaza, del bloqueo al pueblo Palestino, y por la liberación de los miembros de la Flotilla Sumud que aún permanecen ilegalmente encarcelados.

En esa marcha estuvieron presentes ciudadanos del mundo: familias enteras, abuelos con nietos, padres y madres con hijos e hijas, amigos y amigas, parejas, gente común, y de todas las edades.

Madrid, como tantas otras ciudades, alzó la voz para decir que toda vida humana vale. Que independientemente de la creencia religiosa, el color de piel, el lugar de origen, y la identidad sexual todos merecemos respeto, dignidad y paz. Esta maravillosa ciudad salió a decir que en este mundo hay amor, y lugar para todos y todas.

Aunque el reclamo es doloroso —porque en un mundo justo no deberíamos tener que exigir que se respeten los derechos humanos— fue profundamente conmovedor estar allí. Sentir la energía de una multitud que no se resigna, que se solidariza, que se moviliza por quienes sufren.

Ser parte del pueblo, al que no le da lo mismo lo que ocurre en Gaza, y en tantos otros lugares donde suceden injusticias a diario. La marcha fue una demostración de que el pueblo español se solidariza con el pueblo palestino.

La protesta fue también una celebración de la diversidad que enriquece a España. Porque qué aburrido sería un mundo donde todos fuésemos iguales y pensáramos lo mismo. Esa tarde fue una prueba de que la mayoría de la gente cree en la paz, y exige a sus gobernantes que trabajen para alcanzarla.

Además, este sábado sentí orgullo de pertenencia a este gran pueblo español, en el que soy parte de las personas a las que no nos da lo mismo el sufrimiento del otro.

Porque al final del día, lo que la mayoría de los seres humanos desea es simple: estar rodeados de sus afectos, compartir una comida, tener una cama donde descansar. ¿Por qué eso sigue siendo un privilegio para tantos, y no un derecho para todos?

La humanidad no está dormida. Lo que falta es que quienes tienen el poder actúen. Palabras como justicia, libertad y equidad no pueden seguir siendo promesas vacías.

Es por eso que seguiremos exigiendo justicia, y paz en cada rincón de este maravilloso, pero a la vez difícil mundo.