Mambrú se fue a la guerra
A Sánchez no le gusta la palabra rearme, prefiere emplear términos como transición ecológica, control de fronteras o ciberseguridad. El presidente quiere que sus votantes vean, en los tanques, esponjosos peluches; en los misiles, tarros de rica miel; y en la munición, caramelos. Se compromete en Europa a asumir el aumento del gasto en Defensa, pero en casa va diciendo que no, que el solo se compromete a gastar en caretas para que los miembros y miembras de su gobierno sigan fingiendo que no son lo que parecen.
Mientras, sus socios le llevan la contraria por enésima vez. Incluso en el propio Gobierno hay desavenencias, para variar. A la Yoli, eso de la defensa y el rearme le suena a película de Coppola. Ella destinaría el gasto en defensa a modelitos y maquillaje, que para eso es la Superyoli, la abogada reconvertida en pija que vino del tardocomunismo y se explica como un libro cerrado. A la ministra de Trabajo le gustaría invertir esa partida en chuches, para repartir a los votantes que tengan el cuajo de votarles en las próximas elecciones.
Golosinas para defendernos de Putin y otras amenazas. Lo de retorcer el lenguaje es algo que Sánchez domina a la perfección. Para cumplir con los compromisos adquiridos con la OTAN y la UE, para llegar al 2% del PIB, el presidente nos habla del cambio climático, redefine el concepto de defensa, que no nos pille nuestro electorado más radical en un renuncio. Los progresistas creen que un país invadido por otro se ha de defender con cascabeles y matasuegras. El Plan de Rearme no es una broma. El cariz que toman los acontecimientos impone medidas de prevención. Sí, es de lamentar, a nadie le agrada gastar en defensa, pero los actores que, en la actualidad, mantienen su estatus protagónico en el escenario mundial nos guían en esa dirección.
La reacción infantil de los antibelicistas de salón nos recuerda que la guerra no es un juego. Nadie quiere una guerra; por eso, invertir en defensa es un cortafuegos necesario para sofocar el fuego bélico. En la bancada socialista unos cantan aquello de: Mambrú se fue a la guerra… y sus socios de gobierno responden: qué dolor, qué dolor, qué pena, no sé cuándo vendrá… Mientras en Europa quieren pasar a la acción, el sanchismo se entretiene en el lenguaje, en aquello que se les da mejor, la manipulación de la realidad. Lo que queda demostrado es la incompetencia del gobierno español a los ojos de Europa. Su guerra interna permanente nos aboca a una situación de indefensión palmaria. Y en esas disquisiciones lingüísticas, en el fragor de los eufemismos, Putin no cede. Europa está herida, porque Ucrania es Europa. Mientras no comprendamos esa sencilla premisa, todos estamos en riesgo de ser invadidos, cualquier país de la OTAN es susceptible de ser atacado. Pero es mejor decir que se trata de una transición ecológica, la conversión de un tanque en una flor; por supuesto, socialista.