Libertad de expresión en el mundo: más sombras, que luces
La libertad de expresión es uno de los pilares más preciados de la democracia, pero también una de las libertades más frágiles. Su estado actual en diferentes países muestra en su mayoría retrocesos y tragedias. En Estados Unidos, por ejemplo, la cultura del entretenimiento televisivo se ha convertido en un termómetro de la tolerancia a la crítica. Humoristas como Stephen Colbert o Jimmy Kimmel han desarrollado sus carreras satirizando a los líderes políticos de turno. Sus bromas sobre Donald Trump provocaron airadas respuestas del entonces presidente, quien llegó a calificar a los programas de “vergonzosos” y reclamó la pérdida de audiencias. Con el fin del programa de Stephen Colbert este año las cadenas parecían ceder a presiones y recortar a quien molestara al individuo de la casa blanca, el siguiente fue Jimmy Kimmel quien al ser despedido abruptamente causó una caída de las acciones de Disney tan fuerte que finalmente prevaleció la lógica comercial: el público defendió a su comediante, demostrando que la sátira política sigue siendo parte integral del debate cívico. La controversia, sin embargo, evidenció el poder que todavía conservan los actores políticos para influir en los medios privados.
En México, las agresiones directas contra periodistas y los intentos de amordazar a la prensa son una realidad más cruda. Entre 2000 y 2024, más de 150 periodistas han sido asesinados y 28 continúan desaparecidos, Reporteros sin Fronteras (RSF) señala que los comunicadores que cubren temas de corrupción o crimen organizado son amenazados, y a menudo atacados, hasta forzarlos al exilio o al silencio. Esta violencia se combina con prácticas judiciales intimidatorias: un par de ejemplos es la gobernadora del estado de Campeche quien se ha lanzado contra un medio de comunicación conocido como la Tribuna y el cual por orden de un juez tiene que someter todas las notas que tengan que ver con ella, ante un censor antes de publicarlas y este tiene el derecho de veto sobre ellas, otra historia de represión de la libertad de expresión la dio la diputada Diana Karina Barreras(conocida como “dato protegido”), quien se quejó de que una ama de casa dijera que había llegado a su curul por un caso de nepotismo ya que su esposo es el presidente de la mesa directiva de la Cámara de diputados, y con esto denuncio violencia de género y logro que un tribunal electoral sancionara a una ama de casa para que se disculpara 30 días consecutivos.
Estos casos no son generalizados, pero ilustran el desafío. También se han registrado casos de figuras públicas que recurren a leyes de violencia de género para perseguir a críticos, distorsionando instrumentos diseñados para proteger a las mujeres.
No obstante, México también muestra signos de resiliencia. Organizaciones civiles, periodistas y abogados continúan litigando en tribunales nacionales e internacionales para garantizar derechos básicos y exigir justicia para las víctimas. La sociedad civil se moviliza frente a los asesinatos, recordando que la impunidad solo alimenta la violencia.
En Palestina la situación es aún más dramática. Desde el inicio de la ofensiva israelí sobre Gaza el 7 de octubre de 2023, más de 210 periodistas han muerto. La Federación Internacional de Periodistas y RSF denuncian que se trata del conflicto más letal para reporteros en la historia reciente. Además de las muertes, se restringe la entrada de medios extranjeros en la Franja, lo que obliga a los periodistas locales a reportar en condiciones extremas de peligro. Esta tragedia no solo cercena vidas, sino que priva al mundo de testimonios veraces sobre las violaciones de derechos humanos en la zona.
A contracorriente de estas cifras, España ofrece una evolución positiva en materia de libertad de prensa. En 2025, el país alcanzó el puesto 23 en el Índice Mundial de Libertad de Prensa de RSF, su mejor posición histórica.
Las comparaciones internacionales resultan inevitables. En Estados Unidos, el debate sobre la censura en los medios se centra en la tensión entre intereses comerciales y presión política. En México, el problema es la violencia y la impunidad: las balas son el límite de la libre expresión, y la corrupción debilita a las instituciones llamadas a protegerla. En Palestina, la libertad de información muere literalmente bajo las bombas. Y en España, aunque las agresiones físicas a periodistas son menos frecuentes, la batalla se libra en los tribunales y en la estructura económica de los medios.