Prisma Internacional

La larga agonía de la socialdemocracia

Han ocurrido esta semanas dos noticias electorales que han sido como los clavos del ataúd de la socialdemocracia a nivel global. La primera de ellas tiene que ver con la pérdida de la alcaldía de la capital danesa, Copenhague, por parte de los socialdemócratas, un verdadero golpe después de haber conservado esta plaza durante 122 años y que revela la grave crisis que atraviesa esta formación política en Dinamarca. La segunda tiene que ver con Chile, donde por primera vez en muchos años el Partido Socialista chileno no ha puesto candidato a las elecciones presidenciales por la lista de la izquierda, sino que ha sido el Partido Comunista el que ha ocupado esa responsabilidad y, además, ha empatado en escaños (11) en la Cámara de Representantes con los comunistas.

Aparte de estas dos anécdotas que ilustran su decadencia y la sangría de votos en todas las latitudes, hay que reseñar que los socialdemócratas han desaparecido casi completamente de la escena política en Italia, Polonia, Países Bajos, Hungría, Irlanda y Bulgaria y han quedado relegados a un tercer lugar en Austria, Alemania, Grecia, Francia y Portugal, cuando antaño eran fuerzas decisivas de gobierno en casi todos esos países.

Estos son hechos constatados, con datos empíricos de las últimas elecciones en estos países, pero también sondeos de opinión recientemente publicados auguran un duro varapalo para los laboristas británicos, uno de los pocos gobiernos, junto con el de Malta y Dinamarca en la Unión Europea (UE), donde todavía gobiernan los socialdemócratas. El partido derechista Reform UK ganaría ahora si hubiera nuevas elecciones, incluso con mayoría absoluta, desbancando a los laboristas y relegando a los conservadores a la irrelevancia política. La impopularidad del primer ministro británico, Keir Rodney Starmer, no tiene parangón en la historia reciente del Reino Unido, pues en apenas un año y unos meses ha dilapidado su capital político y goza en muy poco tiempo de una notable impopularidad, por no decir descrédito. Los británicos lo detestan y así lo demostraron en las últimas elecciones locales parciales, en que los laboristas fueron barridos del mapa político junto con los conservadores.

España, los socialistas también a la baja 

Otro tanto ocurre en España, donde todos los sondeos revelan que de celebrarse unas elecciones generales ahora, cuando han pasado dos años de legislatura para el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, los socialistas serían superados en votos y escaños por los populares. La suma de intención de voto del Partido Popular y Vox supera ampliamente el 50% en todas las encuestas y estudios de opinión y la izquierda no podría conformar gobierno casi con toda seguridad. Como ocurre en otras partes de Europa con los partidos socialistas y socialdemócratas, el voto entre los 18 y 45 años ha girado hacia la derecha y en este tramo de edad la izquierda se ha visto superada claramente por las fuerzas de extrema derecha o, dependiendo de los casos, por la derecha tradicional. 

La socialdemocracia europea, e incluso a nivel internacional, quiso arrogarse de una cierta legitimidad y autoridad moral y ética porque pensaba que era una suerte de muro de contención frente a lo que llamaban el “fascismo”, o sea la extrema derecha, y el supuesto egoísmo de la derecha moderada, pero ese discurso ya no cala ni funciona. Es demasiado simplista acusar a los jóvenes que no les votan de “fascistas” y a los que nos les siguen ciegamente de “reaccionarios”, cuando hay otras razones de peso y calado más allá de una retórica ya carcomida por el paso del tiempo y que no funciona en estos tiempos de malestar creciente por muchos motivos. Aparte de estas consideraciones, la corrupción ha minado las filas socialistas en casi todos los países de Europa, aunque los más representativos sean los de Italia, Grecia, Francia y España. 

Habiendo perdido el polo a tierra y desconectados de las verdaderas demandas sociales de millones de desarraigados y marginados por el sistema, los partidos socialdemócratas y sus aliados de izquierda están condenados al ostracismo o a su desaparición política porque ya carecen de capacidad autocrítica y su instinto de renovación ha sido sustituido por una vacuidad total en sus principios y valores originales. Mucha palabrería barata y retórica manida, pero pocas ideas y hechos. No entienden nada acerca de lo que está pasando en el planeta, su mundo es el de ayer, y carecen de la capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, como los viejos dinosaurios que desaparecieron en el periodo Cretácico tras el impacto de un asteroide en Yucatán hace millones de años. La larga agonía socialdemócrata continúa sin remisión.