Jóvenes labrando futuro
La juventud siempre ha sido fundamental en el desarrollo de los pueblos, pero quizá hoy como nunca, tiene una gran responsabilidad frente al destino de todos.
El ímpetu juvenil señala como consigna, que el futuro no es de resignados, debe construirse paso a paso y sin pedir permiso. Ahí está precisamente el reto de examinar el presente desde diferentes ópticas, el compromiso de tejer el ejercicio ciudadano mediante un análisis integral que permita construir espacios donde prevalezcan los intereses colectivos, y no exclusivas e interesadas pretensiones personales.
Nos enfrentamos a una época donde importa más el empaque que la esencia; interesa más gustarle a la gente que expresar sus propias convicciones; en redes sociales resulta significativo sumar adeptos antes que explorar en las ideas; el pensamiento es desechado por la sonrisa fingida que encarna los vacíos contemporáneos, y es el reflejo de mentes absorbidas por el mundo de la tecnología e inteligencia artificial.
El Estado moderno es una estructura política y jurídica que garantiza convivencia y ejercicio de los derechos por parte de los ciudadanos. Sin embargo, necesitamos de esas voces propositivas, que así como afrontan miedos saben medir sus ambiciones, líderes en crecimiento que en pocos años serán una alternativa de poder, que resulta importante conocer, para que puedan demostrar que aunque son jóvenes tienen capacidad para la experiencia, ya que son parte de la mejor cosecha sociocultural que recoge idoneidad y persistencia en la construcción del futuro que merecemos realmente todos.
En el contexto de la democracia, a la conducción del Estado deben llegar personas que velen para que los mínimos de convivencia y bienestar se cumplan. Sin embargo, se encuentra que el signo de mayor descontento por parte de la ciudadanía radica en que, generalmente, los intermediarios entre el Estado y la sociedad, es decir los políticos, se han extraviado en la defensa del interés social porque buscan sus propias utilidades. Quizá de ahí surja el desgano de la comunidad hacia la política, porque el Estado deja de ser garante del bienestar colectivo y resulta más al servicio de la politiquería que de la comunidad.
Definitivamente, la libertad juvenil tiene dos caminos. Uno, por el que venimos y normalmente la sociedad soporta sin vacilaciones. Es decir el que nos tiene como estamos. El otro, el que nos conduce a la reflexión, a la crítica argumental, el de la resistencia mental, obstinada y aparentemente infructuosa, donde se deben hacer valer las convicciones.
Necesitamos una sociedad con pensamiento crítico y examen en torno al argumento, lejos de continuar la alabanza a las palabras deplorables en ejecuciones sociales pero con dividendos sociales para una minoría. El futuro está en la libertad de escoger entre los ojos materialistas e interesados, o en la mirada visionaria entorno a las ideas.
La juventud debe apostarle a los laboratorios de la palabra para construir escenarios políticos donde la vida democrática no se aparte del pensamiento social con sensibilidad, visión y sensatez.
Jóvenes trascendentales en el pacto social.