La izquierda necrófaga
Podríamos decir que si la derecha sociológica es más de ser “novios de la muerte”, herederos del “si te dicen que caí, me fui…” la izquierda política es más de ser “usufructuarios de la muerte”, una suerte de necrofilia de salón, siempre dispuesta a utilizar a los que ya no están en beneficio de los que están.
Pasear a Franco, desenterrar cunetas, ensalzar a las 13 rosas, son ejemplos que acreditan la rentabilidad que para la izquierda tiene sacar a los muertos en procesión. Sin embargo, desde el año 2004, cuando los atentados islamistas del 11M, la izquierda pasó de ser necrófila a ser necrófaga. O lo que es lo mismo, de coquetear con los muertos a alimentarse directamente de ellos.
Tras aquellos horribles asesinatos de gente inocente (siempre me acordaré de un nombre, el de un peruano inmigrante, que se apellidaba Mopocita Mopocita) el PSOE dio en culpar de las muertes al Partido Popular. Los escasos días que transcurrieron entre los atentados, el 11 de marzo, y las elecciones generales, el 14 de marzo, fueron un grito de acusación contra el todavía gobierno de Aznar, culpable de la matanza. No perdieron ni un minuto. Desde las ondas de la cadena SER, el hoy director de “Al rojo vivo” García Ferreras, jaleaba al pueblo a asediar las sedes del partido de la derecha. En dos días se organizó un akelarre mediático, con los tradicionales medios afines (La SER, EL PAÍS) pidiendo castigo electoral ejemplar para los causantes: por su alineamiento con los EE.UU., por su “intervención” (inexistente) en la guerra de Afganistán, por su mentira y su hipocresía…
Y aquello funcionó. Contra toda evidencia científica, la gente compró el relato. Los medios se portaron magníficamente y al conjuro de Rubalcaba y sus famosas diez palabras (“Los españoles se merecen un gobierno que no les mienta”) la victoria cantada de Rajoy se convirtió en el primer gobierno de Zapatero.
Zapatero extrajo las lógicas consecuencias y en las siguientes elecciones, las de 2008, fue sorprendido a micrófono abierto, con Iñaki Gabilondo, explicándole sus propósitos (“Nos conviene que haya tensión”)
Debió lograrlo porque revalidó victoria, aunque no pudo terminar su mandato. Su incompetencia, su mal gobierno y su huida hacia adelante, le hicieron convocar elecciones antes de tiempo, dejando a España en la absoluta ruina y propiciando la mayoría absoluta de Rajoy en 2011.
Pero el PSOE ya había dado el paso de la necrofilia a la necrofagia. Y con él la izquierda en general. Tanto en los sucesos de “rodea el Congreso”, en Madrid, como en los disturbios independentistas, en Barcelona, era evidente que buscaban su muerto. El salvajismo de sus ataques a las fuerzas del orden anhelaba una bala perdida o una paliza mal dada, una desgracia que poder arrojar al PP, un cadáver del que alimentarse. Afortunadamente para todos, e infortunadamente para ellos, no hubo muertos y fueron los mecanismos jurídicos del estado de derecho los que dieron colofón a aquellos disturbios.
Llegó la pandemia. La gente murió, en todas partes, de todas las maneras y bajo todas las administraciones. Fueron meses tremendos, los del encierro. Yo recuerdo que por la mañana grababa con mi sintetizador de música algún pasodoble, alguna música alegre. Y a las ocho de la tarde, con los altavoces enfocados a la calle desierta, los hacía sonar. Los aplausos retumbaban contra las fachadas, sin saber de dónde procedían ni quien los emitía. De vez en vez un grito anónimo: “¡El cumpleaños feliz!” Y allí estaba yo para interpretárselo al escondido oyente.
Ahora resulta que, pasados cinco años, la izquierda, definitivamente necrófaga, busca alimentarse de aquellos muertos. Como no encuentran armas ni argumentos contra Isabel Díaz Ayuso, o los que encuentran no les funcionan (porque han mentado al padre, a la madre, al hermano, al novio…) han decidido que ella fue la causante de los muertos en residencias; como Aznar de los muertos en las estaciones de RENFE. Y han puesto a sus terminales a jalear el asunto. Asunto repulsivo, a fe mía. A la SER y EL PAÍS, que permanecen invariables, se ha unido Televisión Española e imagino Radio Nacional, ambas controladas sin escrúpulos por el gobierno de Sánchez.
Y para ofrecer una repugnante coartada de objetividad, han creado un documental (que Dios me librará de ver) ¡arrojando a Javier Fortes del espacio 24 horas para ponerlo en su lugar! Algo inaudito, como si del discurso del rey o el atentado a las torres gemelas se tratase. Yo aún veo a Fortes (paradigma de buen periodista sectario, que sabe llevar a sus programas a cuatro tertulianos de izquierdas y uno tonto de derechas para que le azoten, cosa que ya hacía en “El gato al agua” otro gran periodista, si bien en sentido contrario) pero lo del documental fue un muro infranqueable.
Reyes Maroto (“navajita plateá” para los amigos, porque cuando a Pablo Iglesias le enviaron unas balas ella no pudo resistir la tentación y se envió un arma blanca) ha dicho que Isabel Díaz Ayuso ASESINÓ a los ancianos de las residencias de Madrid. Necrofagia en estado puro. Definitivamente, si la izquierda no encuentra muertos de que alimentarse, carece de argumentos. Pero los muertos siempre merecen respeto, los muertos no deben ser citados en vano. Por eso, termino este artículo sin aludir a los muertos de la DANA, en Valencia. Que están siendo utilizados, como los demás. Pero ¡ay! están demasiado próximos, son demasiado crueles y mi corazón no puede ni aproximarse a glosar un tema tan triste, tan doloroso…