Idilio fluvial
Las ráfagas de aire se agitan y embisten para formar ondas de agua que crecen con los tentáculos de la luna. La fricción del viento genera el ascenso y descenso de mareas. Después, una suave brisa mantiene el océano en calma, mientras que el sol que lo contempla, juega con la profundidad de sus colores hacia la pulpa de la playa, donde las olas, como labios pretenden la caricia y el beso de la costa para abrazar el gran río en un maravilloso encuentro.
Del otro lado, el camino de agua discurre entre amaneceres que rompen el sueño de la noche con un gris espeso de niebla que viene desde sierras lejanas, luego se carga de rayos solares que atraviesan nudos vegetales, del aire fresco de la mañana y el despertar musical de aves por una ruta de movimientos mágicos de vida.
El río, en su arrebato demuestra poderío en el impulso. Lleva en el recorrido raíces, troncos, y cantidad de sedimentos que arrastra en su travesía. Y al llegar al mar, el mantillo suelto son las huellas del recuerdo de todos sus amores tributarios, que forman el caudal de su lucha.
De pronto, el encanto entre río y mar toma un ambiente de fuerza y supremacía. El océano se sorprende con el río que anuncia el brío con ímpetu en ese horizonte de olas y estalla con furia en varias bocas. Se vive la unión amorosa de aguas terrestres y marinas, de aguas saladas y densas con las dulces y livianas, de turbias con las claras donde la vida marítima se confunde con la fluvial. Y todo termina en una entrega total, cuando el agua marina se mezcla con la proveniente del drenaje de la tierra.
Ese río que devoró la distancia de varios miles de kilómetros, resulta irreverente cuando se enfrenta al mar, llega majestuoso y en franco desafío al océano. Es el vigor del inmenso río contra el imponente mar. Es la grandeza del océano que no se resiste al halago de esa línea gruesa de agua que se rompe en salidas que llevan carga vegetal y sedimentos, la esencia del amor colorido de otras aguas que quieren penetrar entre las olas como un acto sublime de pasión acuífera, donde el río accede al inmenso mar en la dicha amorosa del estuario.
Una hermosa historia donde delta y estuario confluyen como expresión de un idilio costero en un proceso dinámico de vida en permanente cambio. ¿Río o mar? Aquel es majestuoso, éste resulta estruendoso. Mar inmenso, río portentoso. ¿Quién manda? Mientras que el estuario es un brazo de mar que se extiende dentro del río, el delta es un brazo de tierra que se proyecta hacia el mar.
Aguas dominantes del mar frente a un río rebelde en una cita preparada por el tiempo. Amor mágico y embrujador. Tropel y lucha que desata la unión de vidas en un romance que lleva lo mejor de la naturaleza en sus propias aguas…