Hospital de La Latina, patrimonio de Madrid dilapidado
Existen en el mundo varios hospitales muy antiguos que mantienen su función, con lógicas remodelaciones, pero en la misma ubicación. Es el caso del Hôtel-Dieu de París (siglo VIII), del Pantokratoros de Estambul (siglo XII), de la Santa Creu i San Pau de Barcelona (siglo XV) o del Hospital de la VOT de San Francisco de Madrid (finales del siglo XVII). Muy próximo a este último, había un hospital construido al comienzo del siglo XVI, que atendió a los madrileños durante 400 años, y que en 1904 fue demolido por el Ayuntamiento de Madrid, con la promesa de hacer uno nuevo en el mismo lugar, que no se cumplió. Estamos hablando del Hospital de la Concepción de la Madre de Dios, también conocido como Hospital de La Latina, del que se conservan parte de sus restos materiales más bellos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, y en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, antigua Casa de los Lujanes, en la plaza de la Villa. Vamos a aproximarnos a su historia y su patrimonio dilapidado.
El Hospital de la Concepción de Madrid, fue fundado en 1499 por Francisco Ramírez, secretario, despensero mayor y capital general de Artillería y su segunda mujer, Beatriz Galindo, también conocida como La Latina, camarera y maestra de latín de la reina Isabel I de Castilla. Francisco Ramírez murió en 1501 en la guerra contra los mudéjares. Por su testamento, disponemos de datos documentados del año de inicio de la construcción del hospital, 1499, que algunos autores sitúan en 1502 y, asimismo, del arquitecto encargado de las obras, el maestro Hazam (Gonzalo Fernández cuando fue bautizado en 1503) que era alarife de la Villa. Los alarifes eran maestros constructores que juraban su cargo tras ser nombrados con el Consejo de la Villa y en el caso de Hazam fue uno de los encargados de edificar las carnicerías nuevas en la plazuela de San Salvador. Compartió el cargo de maestro mayor del Alcázar con Diego de Hurtado y ambos, por orden de los Reyes Católicos de 2 de abril de 1494, recibieron un pago de 8.000 maravedís cada uno, según detalla Mercedes Gómez Menéndez.
La ubicación del hospital era extramuros, más allá de la Puerta Mayor de esta época, en la plazuela de La Cebada, también conocida como Dehesa de la Encomienda de Moratalaz, propiedad de la Orden de Calatrava, punto donde los labradores de las cercanías de Madrid vendían sus granos y depositaban la limosna para Nuestra Señora de la Almudena. La plazuela de la Cebada lindaba con la calle de la Mancebía, actual calle de Toledo, que es conocida por ese último nombre desde mediados del siglo XVI.
La construcción del Hospital estuvo amparada por Bula del Papa Alejandro VI, de 7 de octubre de 1500, en la que se concedían privilegios a los ministros, e indulgencias a quienes murieran en él.
Junto al hospital había un matadero. Por Real Cédula de 1502 los Reyes Católicos, facultaron al Ayuntamiento para “mudar el Matadero desde el paraje junto al Hospital a otra parte”, a costa de su fundadora doña Beatriz Galindo. El nuevo matadero se situó en la cabecera del actual Rastro, que precisamente debe su nombre al rastro que dejan los corderos arrastrados desde los corrales a los palos donde los degüellan.
Inaugurado en 1507, el hospital tenía capacidad para doce enfermos seglares hombres y mujeres y en sala aparte seis sacerdotes o personas de calidad [hay que entender económica], todos de enfermedad que se pueda curar, no de enfermedades incurables, atendidos por cinco beatas seleccionadas mayores de 40 años. Entre los asistentes sanitarios, además del rector eclesiástico y el capellán mayor, había un físico (médico), un cirujano-sangrador (barbero), un boticario y un despensero. Al cabo de un corto periodo de tiempo, Beatriz Galindo decidió admitir solo a hombres pues la entrada de mujeres “no convenía para la honestidad y guarda de la casa”.
Entre los rectores más conocidos del hospital de La Latina se encuentra el clérigo y notario apostólico del Santo Oficio, Gerónimo de la Quintana, que fue su rector desde 1619 hasta su muerte en 1644. Es el autor de A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad, nobleza y grandeza, publicada en 1629, y puesta a la venta en el propio hospital. Se trata de la primera historia completa sobre Madrid.
Tras la Guerra de Sucesión, en 1718, el hospital tuvo que cerrarse por falta de recursos, pero no llegó a extinguirse y, según nos explica el Dr. Álvarez Sierra, en su historia sobre los hospitales de Madrid, en el siglo XIX el hospital de La Latina vivió su etapa más floreciente. Durante la Guerra de la Independencia, se habilitaron claustros y pasillos para ampliar las salas. Ya en la segunda mitad de la centuria se ampliaron las enfermerías y se crearon consultas para enfermedades de los ojos, enfermedades de los niños y un servicio especial de vías urinarias. En el momento de su clausura, en 1904, era médico director D. Julián Pascual Ortega, y médicos de sala D. Fernando Cabello, D. Julio López Ocaña y D. Ramón Prieto Pulpeiro.
La demolición fue una exigencia del Ayuntamiento de Madrid para ampliar la calle Toledo, y, aunque se había comprometido a construir uno nuevo en el mismo lugar, no lo hizo. La comunidad encargada del hospital se contentó con que le construyeran un pequeño convento y en resto del espacio que quedó libre lo vendió y se levantó el teatro de La Latina, que todavía existe.
Emilio Guerra, en un documentado estudio sobre los elementos de gótico tardío con que contaba el hospital, señala que gracias a la mediación de las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes se respetaron la Portada, la Escalera y los sepulcros del matrimonio fundador. La escalera de dos tramos, indica, se reconstruyó en la Casa de los Lujanes, actual sede de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, en la plaza de la Villa; los sepulcros, por otra parte, se encuentran en el Museo de la Historia de Madrid de la calle Fuencarral 78. Con relación a la Portada, Emilio Guerra detalla que, tras muchos años depositada en los almacenes municipales, el estudiante de arquitectura Rafael Manzano Matas se interesó por ella y, en 1958, se consiguió la cesión en depósito de la misma a la Escuela de Arquitectura de la Ciudad Universitaria, donde se reconstruyó, exenta, con un proyecto de recuperación obra del arquitecto Fernando Chueca.