Historia de una locomotora: La Torica
En los confines del Bajo Aragón, donde el viento aún silba coplas entre los Puertos de Beceite y el Matarraña bosteza bajo un viaducto majestuoso, vivió una dama de hierro con alma de vapor: La Torica. No era una locomotora cualquiera. Era menuda, terca y con más carácter que una abuela turolense en día de mercado.
Nació en tierras inglesas, allá por 1860, en la fábrica Sharp, con el nombre de 217, que más que nombre parecía número de pupitre. Llegó al Val de Zafán en 1911, cuando la línea entre La Puebla de Híjar y Alcañiz aún soñaba con besar el mar. Rebautizada como Alcañiz, se instaló con sus hermanas Aragón y R. Andrade, como tres primas de pueblo que venían a poner orden entre raíles y carbón.
Era del tipo 021, con dos ejes motores y uno portador, como quien recoge la falda para no tropezar. Su caldera alargada parecía barriga de abuelo bien alimentado, y su silbido, dicen, espantaba a las cabras pero enamoraba a los niños. En sus mejores días, recorría los 37 kilómetros entre La Puebla y Alcañiz como si fueran pasillos de su casa, resoplando con dignidad y echando humo como quien cuenta batallitas.
Pero los años no perdonan ni a las locomotoras. En 1931, las tres hermanas se separaron. La Torica fue a parar a Mora la Nova, donde se ganó el apodo que aún hoy la recuerda. Lo de “Torica” no era por su fuerza, sino por su cabezonería: si no quería arrancar, ni el jefe de estación con promesas de aceite la convencía.
En RENFE fue rebautizada como 021-2005, aunque ella seguía respondiendo al silbido del maquinista y al olor de la vía mojada. Trabajó en Pueblo Nuevo hasta 1959, cuando fue desguazada sin ceremonia ni pañuelo blanco. Sus hermanas corrieron igual suerte. Ninguna fue preservada.
Hoy solo queda el puente-acueducto cerca de Alcañiz, que lleva su nombre como quien guarda una foto vieja en la cartera. “De la Torica”, dicen los lugareños, con una sonrisa entre melancólica y cómplice. Porque aunque el vapor se haya disipado, el recuerdo de aquella locomotora testaruda sigue silbando entre los montes.