Gustavo Petro, un presidente en su laberinto
Después de tres años de un interminable viaje hacia ninguna parte, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, parece querer coronar su inútil mandato con una crisis de dimensiones elefantísticas con su vecino del norte, Estados Unidos, uno de los principales aliados de este país en casi todos los frentes hasta la llegada del primer presidente de izquierdas a la máxima dignidad del país.
Petro, que ha nombrado en estos tres años largos 62 ministros y 126 viceministros, en un baile político a medio camino entre el sainete y el vodevil, se convertirá quizá en el peor presidente de la historia de Colombia a merced de su infinita estupidez. Incapaz de conformar un gabinete profesional que tomara las riendas del país y gestionara la administración del mismo, Petro no ha podido liderar el tan cacareado “cambio” que prometía a los suyos y, en su lugar, todo ha sido una cascada tras otra de errores, boutades, desatinos manifiestos y andanadas retóricas contra Israel, Trump, el cambio climático, Estados Unidos y, llegado el caso, el sexo de los ángeles. “Una mujer libre hace lo que se le dé la gana con su clítoris y con su cerebro, y si sabe acompasar, será una gran mujer”, llegó a decir en alguna ocasión en un estado cercano a la ebriedad.
Petro, que es un patoso profesional, ha llegado a pedir a los soldados norteamericanos que se levantaran contra Trump, en una invitación al golpe de Estado en ese país, ha lanzado improperios antisemitas impropios para un gobernante, incluso llamando a intervenir militarmente contra los “judíos”, y ha llamado “monstruo” a Donald Trump. Los Estados Unidos, cansados de sus insultos, actos hostiles -como plantarse en las calles de Nueva York megáfono en mano para llamar a la insurrección contra Trump- y palabras desafortunadas contra sus anfitriones en todos los foros e instituciones, primero le retiraron la visa de entrada al país mancillado y después le han incluido en la famosa “Lista Clinton”, en la que aparecen todos los hampones y capos de la mafia del narcotráfico a nivel global. No era para menos, ¿qué esperaba que le nominaran al Nobel de la Paz? Incluso se rumorea que la administración norteamericana tiene información comprometida y acusatoria contra Petro, procedente del el “Pollo” Carvajal, en la que se demostraría la financiación ilegal vía el narcotráfico de la campaña del mandatario colombiano.
Petro se cree Bolívar
Petro, que sufre megalomanía crónica y delirios de grandeza, piensa que él está llevando una lucha heroica contra el “Imperio” y confunde el deseo con la realidad, creyendo que en su cruzada le apoyan miles de colombianos y que se ha convertido en el nuevo caudillo de la izquierda latinoamericana al estilo de Simón Bolívar, despreciando e insultando a los periodistas y pontificando acerca de cuestiones pueriles con intervenciones pretendidamente ingeniosas rayanas en el cretinismo que insultan al intelecto.
Mientras tanto, la violencia se extiende por Colombia sin tregua -460 enfrentamientos armados este año-, la inseguridad se ha convertido en el primer problema para los colombianos, según señalan todos los estudios de opinión, y desde que Petro llegó a la presidencia del país más de tres millones de colombianos se han ido de Colombia huyendo del nuevo infierno socialista, según informaba la senadora María Fernanda Cabal. No es de extrañar, Colombia es un país sin esperanza ni futuro mientras la izquierda siga al frente del gobierno.
Colombia está hecha un desastre en todos los órdenes de la vida. Nada funciona, la violencia se ha apoderado de sus calles, los bloqueos de carreteras están al orden del día y la mayor parte de la gente joven hace planes para marcharse de un barco que irremediablemente se hunde en las aguas de la desesperanza, el naufragio colectivo y el fracaso. Mientras Petro canta con su lira, el país arde, la gente se marcha por miles, votando con los pies, y el futuro es cada día que pasa más incierto y sombrío.
El sol no se puede tapar con un dedo y una mentira repetidas mil veces, como piensa este alumno aventajado de Goebbels, nunca se convierte en una verdad. Colombia celebra elecciones el próximo año, renovará sus cámaras y elegirá nuevo presidente, un año crucial en que el país tendrá que ajustar cuentas con el pasado y los colombianos deberán optar entre un cambio político en profundidad o continuar el viaje que les ofrece la izquierda hacia el infierno dantesco de su presidente. Mientras tanto, Petro, en estos momentos de zozobra y confusión reinante, vive en un laberinto del cual no puede ni sabe salir, pero, parafraseando al gran García Márquez en El general en su laberinto, ¡carajos qué laberinto!, el que él mismo ha construido a merced de sus errores, necedades y despropósitos. ¡Petro, go home!