Franco y los judíos sefardíes
Aunque hay abundante bibliografía sobre la relación del régimen de Francisco Franco (1936-1975) con los judíos sefardíes y con respecto a lo que se denominó como la “cuestión judía”, no habido tantos estudios sobre la relación del dictador con los judíos, tanto en el ámbito de su vida pública como en lo que se refiere a la privada. La del régimen, obviamente, fue una relación muy ambivalente, pues mientras que oficialmente se envió a la División Azul a luchar a los frentes del Este -principalmente a Rusia- junto con la Alemania de Hitler, como gesto de simpatía y apoyo al Eje conformado por este país junto con Japón y la Italia fascista, España fue un país de tránsito para miles de judíos que huían de la persecución nazi en los países ocupados por los alemanes. Se calcula que entre 40.000 y 50.000 cruzaron el país hacia otros lugares y de esa cifra unos centenares se establecieron en España, aunque no hay datos oficiales de cuántos porque no había comunidades judías organizadas como tales en los años cuarenta.
Ese tránsito de judíos por nuestro país no evitó la tragedia del suicidio del pensador, escritor y filosofo judeoalemán Walter Benjamin, el 26 de septiembre de 1940, al que se le denegó la entrada a territorio español porque carecía de la visa de salida de Francia, de donde huía tras haber sido ocupada por los alemanes y había dado comienzo la “cacería” al judío. Benjamín ingirió una dosis de morfina que siempre llevaba encima para casos extremos y murió en el Hotel Francia de Port Bou, donde la policía española le había requerido la famosa visa y le denegó el paso. En esa misma ciudad, tras una serie de avatares, fue enterrado en su camposanto. Para colmo de los colmos, unos días más tarde de la muerte de Benjamin ese procedimiento administrativo de la visa de salida de Francia fue anulado por las autoridades españolas.
Volviendo al tema de la relación personal de Franco con los judíos, para el profesor Gonzalo Alvarez Chillida, “el general Franco fue filosefardí desde sus años en la guerra de Marruecos", como lo prueba el artículo "Xauen la triste" publicado en la Revista de Tropas Coloniales en 1926, cuando tenía 33 años y acababa de ser ascendido a general de Brigada. En el artículo resaltaba las virtudes de los judíos sefardíes con los que había tratado –y con los que trabó cierta amistad: alguno de ellos le ayudó activamente en el alzamiento de 1936- que contrastaba con el "salvajismo" de los "moros". En su guion de la película Raza (1942) aparece un episodio en el que se refleja este filosefardismo. El protagonista visita con su familia la sinagoga de Santa María la Blanca de Toledo y allí dice: "Judíos, moros y cristianos aquí estuvieron y al contacto con España se purificaron”. Raza, al parecer, fue escrita por el mismísimo Franco.
En lo que respecta al régimen, el asunto es más complejo y está caracterizado por esa ambivalencia a la que nos referíamos antes, ya que oficialmente la política exterior estaba en manos de un filonazi, Ramón Serrano Suñer, conocido como el “cuñadismo” por ser familia de Franco, y paralelamente se realizaban acciones que contrastaban en el interior del país con la política oficial del régimen. Mientras diplomáticos españoles salvaban la vida de los judíos en varios países ocupados por los nazis, como ocurría en Atenas y Budapest, por poner solamente dos ejemplos, varios dignatarios franquistas recibían y agasajaban a cualificados nazis de visita en Madrid.
Para el profesor Joseph Pérez, "los actos del gobierno de Franco, desde una fecha muy temprana no se ajustan ni al antijudaísmo ni al antisemitismo, sino que aparecen conformes con el filosefardismo tal como lo concebía Primo de Rivera. Vemos, en efecto que, a pesar de los ataques verbales contra los judíos las declaraciones ideológicas sobre el complot judeomasónico y la repetida aprobación del decreto de expulsión firmado en 1492 por los Reyes Católicos, es aquella política, inaugurada en 1924, la que continúa". Pérez aporta como prueba la creación en 1941 de la Escuela de Estudios Hebraicos adscrita al CSIC que comenzó a editar la revista Sefarad, pero sobre todo el Decreto-ley de 29 de diciembre de 1948 por el que se reconocía la nacionalidad española a 271 sefardíes que vivían en Egipto y a 144 familias que vivían Grecia y eran antiguos protegidos de España”.
"Franco era mucho menos antisemita que muchos de sus compañeros de armas, como Mola, Queipo de Llano o Carrero Blanco, y ello influyó sin duda en la política de su régimen respecto de los judíos", asegura el ya citado Álvarez Chillida. Lo que sí es cierto es que Franco, en sus discursos y declaraciones durante la guerra civil, no utilizó ninguna expresión antisemita. Para él, los enemigos son Rusia y el comunismo y su gran obsesión personal, la masonería, que eran los elementos dominantes, en su opinión, de la extinta Segunda República.
Luego, durante la larga dictadura de Franco reinó el silencio y la ambigüedad, entre no reconocer a Israel para no enojar a los árabes y la tolerancia no pública de los judíos instalados en España, y ciertos actos de reconocimiento de ese mundo sefardí, como un simposio de estudios sefardíes celebrado en 1964, en el que participaron algunas figuras franquistas, entre las que destaca Blas Piñar, que después sería líder de la ultraderecha española en el periodo de la transición. El reconocimiento de Israel no llegaría hasta 1986 y al parecer no se hizo con gran agrado por parte de nuestro presidente de Gobierno de entonces, Felipe González, que fue empujado por los Países Bajos y Alemania bajo la amenaza de impedir la entrada de España en las Comunidades Europeas si no se hacía tal acto diplomático. Pero, bueno, ese es otro asunto para otra nota.
El antisemitismo en algunos artículos de Franco
Pese a todo, hay algunos textos antisemitas escritos por Franco que fueron publicados en el diario más influyente del régimen, Arriba, bajo el seudónimo de Jakin Boor y bastante ilustrativos de la personalidad del que era considerado “caudillo por la gracia de Dios”. Una muestra bien representativa de ese antisemitismo primario en un país, paradójicamente, sin apenas judíos, lo constituye una carta, fechada en abril de 1943, tras la derrota alemana de Stalingrado, del Generalísimo al papa Pío XII: “Se mueven, entre bastidores, la masonería internacional y el judaísmo imponiendo a sus afiliados la ejecución de un programa de odio contra nuestra civilización católica, en el que Europa constituye el blanco principal por considerársele el baluarte de nuestra fe”.
Más tarde, entre 1960 y 1975, el franquismo crea un relato sobre el caudillo hecho a su medida, el de un Franco “salvador de judíos”, construido en torno a los comportamientos absolutamente espontáneos y sin autorización del gobierno de Madrid de algunos diplomáticos que salvaron judíos durante la ejecución del Holocausto. Este mito del Franco “salvador de judíos” ha sido desmontado por las minuciosas y documentadas investigaciones del profesor israelí Haim Avni (España, Franco y los judíos, publicado en España en 1982) y, más recientemente, por el alemán Bernd Rother (Spanien und der Holocaust, 2001; traducido al español en 2005 con el título Franco y el Holocausto). Pero a pesar de todo, como ha destacado Gonzalo Álvarez Chillida, el mito se resiste a desaparecer y "se ha convertido casi en un lugar común”. Continuará.
Más información sobre los diplomáticos españoles que salvaron judíos en:
https://www.exteriores.gob.es/es/ServiciosAlCiudadano/PublicacionesOficiales/LIBRO%20MAS%20ALLA%20DEL%20DEBER%20web.pdf
Sobre las relaciones de España con Israel, ver:
https://www.hashavuabogota.com/articulos/1859