Prisma Internacional

España, los judíos e Israel

El Partido Socialista Obrero Español siempre fue un partido antisemita y ya ha sido señalado en el pasado por su odio hacia Israel, su antiosionismo militante y por apoyar acciones contrarias a los judíos. El reconocimiento por los socialistas del Estado hebreo, en una fecha tan tardía como 1986, fue impuesta por algunos socios de la Unión Europea (UE) que se lo exigieron a sus líderes de entonces como contrapartida para poder ingresar en las Comunidades Europeas.

En 1492, tras el Edicto de Granada emitido por los Reyes Católicos por el que se expulsaba a todos los judíos de España que no aceptasen su conversión al cristianismo, se ponía fin a la vida judía en nuestro país después de más de mil de años de historia documentada y constatada. Era el final de la convivencia entre las tres religiones convivientes, cristianos, judíos y musulmanes, y el comienzo de la era más negra de la historia de España en materia de convivencia religiosa y multiétnica y tolerancia hacia el diferente.

Hasta el año 1834 no desaparecería la Inquisición en España, la organización que se encargaba de la purificación religiosa, persiguiendo a los “marranos” (judíos convertidos), y organizar los autos de fe, por los que se llevaba a la hoguera a los herejes en unas celebraciones a medio camino entre una fiesta pública de exaltación católica y un espectáculo siniestro y tenebroso en que los condenados eran ejecutados convertidos en piras humanas. Muchos judíos convertidos, o sospechosos de serlo, morirían de esta forma.

Hasta 1904, en que un senador del Reino de España, Angel Pulido, comenzó a preocuparse de la suerte de los sefardíes y sus descendientes expulsados de España, en nuestro país no se volvió a hablar de Sefarad durante siglos, ese idílico reino de los judíos de la Península Ibérica que pereció en el altar de la intolerancia elevado por los Reyes Católicos. 

Fruto de ese trabajo de Pulido y otros estudiosos interesados en el asunto, en 1924, se publica el edicto de del dictador Miguel Primo de Rivera, específicamente el Real Decreto del 20 de diciembre de ese año, por el cual se otorgó la nacionalidad española a sefardíes de origen español que habían sido expulsados de España durante el reinado de los Reyes Católicos. Este decreto fue un acto de reparación histórica que permitía a los sefardíes obtener la nacionalidad española y así reanudar sus lazos con su tierra de origen. Nadie lo hizo, pero afortunadamente algunos diplomáticos españoles aprovecharon dicho edicto para salvar a unos miles de judíos de las garras de Hitler, como el aragonés Angel Sanz Briz -el ángel de Budapest- quien otorgaría nacionalidad española a unos 5.000 judíos, en 1944, para evitar ser enviados a los campos de concentración y otros diplomáticos más en Atenas, Bucarest, París, Sofia y Niza. 

De Franco a Pedro Sánchez 

Luego, durante dictadura de Franco reinó el silencio y la ambigüedad, entre no reconocer a Israel para no enojar a los árabes y la tolerancia no pública de los judíos instalados en España, y ciertos actos de reconocimiento de ese mundo sefardí, como un simposio de estudios sefardíes celebrado en 1964, en el que participaron algunas figuras franquistas, entre las que destaca Blas Piñar, que después sería líder de la ultraderecha española en el periodo de la transición. El reconocimiento de Israel no llegaría hasta 1986 y al parecer no se hizo con un gran agrado por parte de nuestro presidente de Gobierno de entonces, Felipe González, que fue empujado por los Países Bajos y Alemania bajo la amenaza de impedir la entrada de España en las Comunidades Europeas si no se hacía tal acto diplomático. 

Los años de José María Aznar como presidente de Gobierno, entre 1996 y 2004, fueron los mejores para las relaciones entre España e Israel y se intensificaron a todos los niveles. Luego llegó la era del socialista Zapatero, quien abundó en el crónico antisemitismo del PSOE y elevó el tono crítico contra Israel, aunque en su haber debemos destacar que se abrió la Casa Sefarad, primera institución dedicada a preservar, difundir y reivindicar la herencia sefardí en nuestro país. 

Así hasta el gobierno de Pedro Sánchez, en 2018, tras el anodino paso por la presidencia de Mariano Rajoy, que ni siquiera se atrevió a visitar Israel, algo que, por cierto, todavía no ha hecho ningún presidente de gobierno español, y comenzó la era más aciaga en las relaciones entre los dos países. La prestigiosa Liga Antidifamación (ADL) asegura que la izquierda europea queda señalada por su «antisemitismo» en el último informe publicado por la misma,  titulado Antisemitismo y sesgo radical antiisraelí en la izquierda política en Europa. En este, sale mal parado el Gobierno de España, compuesto por PSOE y Unidas Podemos, porque «incluye políticos que defienden abiertamente la disolución del Estado de Israel y que están cerca de sus enemigos más acérrimos». Pedro Sánchez ha reconocido a Palestina como un Estado, ha cerrado todos los contratos militares con el Estado de Israel y es el único iluso en la escena internacional que todavía cree en la fórmula de los “dos Estados”. Es una lástima, que el país que podría haber sido puente entre Israel y Europa en estos momentos por su cercanía cultural, haya dilapidado todo su capital político y diplomático por congratularse con la izquierda más antisemita del continente.