Ingeniero y Académico

España excluida

España se queda fuera. La reunión clave, quizás la más relevante y trascendental desde que comenzara el conflicto entre Rusia y Ucrania el pasado 2022, termina con la ausencia de nuestro país.

Aunque algunos se escandalicen de esta decisión, en realidad no es ni un accidente diplomático ni una omisión casual. No tiene nada que ver con el hecho de que el Presidente del Gobierno del Reino este de vacaciones en la Residencia Real de La Mareta, pues ahí dispone de despacho para concertarse al mundo, si es que nuestro Primer Ministro fuese requerido para ello.

Este aislamiento no es más que el resultado evidente de una trayectoria política caprichosa, sembrada de malos gestos y silencios elocuentes que han alejado al Reino de España de los círculos del tablero internacional, donde se toman las decisiones relevantes.

No estar en esta mesa no es solamente una cuestión de simple peso político, sino que se trata de una suma de engranajes mal lubricados, guiños mal dirigidos y amistades mal escogidas. El Gobierno ha construido una imagen de España que resulta deplorable, y para la mayoría de nuestros socios, incomoda.

En los últimos años nuestro gobierno ha estrechado lazos con regímenes que no gozan del aplauso internacional. Países que están sometidos a bloqueos o gobiernos acusados de prácticas poco edificantes, por no decir agitadores de la democracia con más palabrería que virtud.

El contrato con la compañía China Huawei, renovado con 12,3 millones de euros, como quien compra silencio; el rechazo a la compra del Caza estadounidense F-35, y también los fuertes vínculos y canales diplomáticos abiertos con Venezuela, cuyo Presidente está en busca y captura por el Departamento de Justicia de los EEUU, con una recompensa de 50 millones de dólares; entre otros episodios largos de contar.

El Gobierno de España ha ido trazando una línea tan larga de ambigüedades que desde el resto de países se interpreta como una falta de compromiso, y en diplomacia, la tibieza se paga con la exclusión.

No es casual entonces, que en la reunión convocada por Estados Unidos (previa a la cumbre que tendrá lugar el día 15 en el Estado de Alaska entre el Presidente de la Federación de Rusia, Sr. Putin, y el Presidente de los Estados Unidos de América, Sr. Trump) estén presentes países como Alemania, Francia, Italia, Polonia y el Reino Unido.

Todos ellos han mantenido posturas claras, firmes y sin fisuras. España, en cambio, ha preferido la retórica pacifista, una cautela que no convence y un liderazgo que no lidera. La indefinición ha generado desconfianza, por lo que España aparece como un actor incómodo en un momento en que se busca cohesión.

Además, no podemos ignorar ciertos gestos del Gobierno español que han sido, por no decir torpes, desafortunados. Desde declaraciones como el compromiso en aumentar el gasto militar al 5% del PIB, seguido de una desdicha pública, hasta la ausencia en momentos clave y la falta de relaciones bilaterales.

España ha perdido todo su crédito en los espacios donde se construye la paz. Y aunque desde el Gobierno se critique la exclusión como un acto de injusticia y se intente cubrir la vergüenza nacional que conlleva esta exclusión con la participación del Sr. Presidente del Gobierno en una reunión virtual con los líderes de la denominada “coalición de voluntarios” (el grupo de países que apoya a Ucrania, en el que el canciller alemán, Friedrich Merz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, informarán de lo que se ha hablado en la “cumbre” previa con Trump).

Quedar fuera de la reunión principal no es una humillación es, por el contrario, una consecuencia y la constatación de que el Gobierno de España, y sus socios, han elegido mal.

Han preferido ciertas amistades incómodas, han querido definir sus prioridades con mucha soberbia y han trazado un estilo diplomático que no encaja en las formas y lógica europeísta y occidental.

Se añade a todo esto el último y más grave conflicto, que son las tensiones bilaterales con Israel, tras el intento de suspender el Acuerdo de Asociación con Israel, el Gobierno, impulsado por sus socios, ha promovido un embargo de armas, lanzando constantemente condenas públicas en una forma de renovado antisemitismo.

Un más de las malas decisiones horneadas por nuestro gobierno.

Quizá sea hora de reflexionar sobre qué tipo de presencia quiere tener España en el mundo y plantearse si queremos ser un país que tenga asiento en las cumbres relevantes, un país fiable para sus socios y, en definitiva, una potencia, o bien, preferimos seguir siendo un Estado irrelevante y participar de las reuniones de “segundo nivel”.

Desgraciadamente hoy día estamos en el segundo escenario y, por tanto, España queda excluida.